Por un puñado de almendras

Almendras
Imagen ilustrativa
Andrés Cárdenas @AndresBetula
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Hay historias que te arrancan una porción de congoja cada vez que las recuerdas. Es una historia que protagonizan mi madre y su hermano pequeño y está ubicada en el año 1940, un año después de la Guerra Civil. Pero les pongo antes en antecedentes.

Ahora que todo el mundo parece haber tenido un abuelo republicano, yo reivindico el mío. No lo llegué a conocer porque murió cuando mi madre era aún una niña. Se llamaba Melchor y trabajaba en una fábrica de azúcar. Salió algo rojillo y al morir, unos meses antes de la guerra, sus compañeros pusieron encima del ataúd una  bandera republicana. Según me contaba mi madre, aquel gesto fue nefasto para el futuro de la familia. Mi abuela Dolores, a la que tampoco conocí, se tuvo que poner a trabajar para dar de comer a los cuatro hijos que había tenido con mi abuelo. Acabada la guerra, mi abuela se vio negra para encontrar trabajo. Los empresarios nunca contrataban a alguien que hubiera tenido que ver con la ideología de los que había perdido la guerra. Mi abuela no tenía ideas políticas pero había estado casada con un hombre que fue enterrado con la bandera republicana. Menudo sambenito. Mi abuela, al fin, encontró trabajo lavando sábanas en un hotel. Para quitarse bocas que alimentar, hizo que mi madre, casi una niña, entrara a servir en la casa de unos hacendados que pasaban por ser los más ricos del pueblo. No tenía sueldo. Su trabajo sólo le daba derecho a comer tres veces al día. En la casa de los hacendados sí que había comida de sobra y de vez en cuando mi madre se escondía unos panecillos entre la ropa para dárselos a sus hermanos, que los recibían como el maná aquel que enviaba Dios a los israelitas que cruzaban el desierto.

Y ahora viene la historia. Un día, los trabajadores del cortijo que tenían los hacendados llevaron un saco de almendras a la Casa Grande, pues así se llamaba la hacienda donde trabajaba mi progenitora. A la mañana siguiente mi madre dijo a su hermano pequeño, siempre lampando por algo que llevarse a la boca, que se fuera detrás de la tapia de la Casa Grande, que le iba a echar algo para comer.  Cuando llegó mi madre a su trabajo, cogió del saco un puñado de almendras, las envolvió con  un pañuelo y las arrojó por encima de la tapia a su hermano de diez años, que esperaba ansioso el botín que le enviaba su hermana mayor. Pero mire usted por donde la maniobra fue vista por uno de los capataces de los señoritos, un tipo grueso y de mal carácter que se acercó a mi madre y le preguntó qué había hecho. Ella, toda compungida, dijo que le había echado a su hermano un puñado de almendras porque tenía hambre. El capataz le soltó una bofetada y le dijo que cogiera sus cosas y que no acudiera al día siguiente.

-Aquí no queremos ladrones -le dijo el tipo aquel.

Cuando mi madre llegó llorando a la casa, mi abuela la abrazó y le dijo que no se preocupara, que podrían apañarse. Y se apañaron. Mal, pero se apañaron.

Mi madre nos contó varias veces esa historia a mis hermanos y a mí y siempre que lo hacía podíamos ver en su mirada los rastros que deja la injusticia en las personas humildes.







Comentarios

4 comentarios en “Por un puñado de almendras

  1. Esta historia me recuerda mucho mis vecinos y mi madre nos contaba algo mui parecido los años de la pos guerra pasaban tanto las criaturas que hacían que los niños trabajarán por la comida así era una boca menos en la casa .mi padre sobrevivió a la batalla del Ebro el. Solo decía que era rojo .son historias auténticas era lo que se vivía

  2. Una historia que recuerda ,amigo Andres,la España de los santos inocentes,seguro que esa historia ha hecho que seas mas solidario y más humano

  3. Linda historia. Como padres queremos lo.mejor para nuestros hijos, uno sacrifica muchas cosas y en la vida no todos nacemos con privilegios. Hay que luchar cada dia. Enseñar esa fortaleza
    Señor andres espero algun dia conocerlo

  4. Yo de familia bien, republicana. Reivindico los derechos a enterrar a todos y cada uno de los republicanos que se encuentran erepartidos tanto en fosas comunes como en el valle de los caídos y que juzguen a Franco como el asesino dictador y genocida que fue.