Los primeros habitantes del continente europeo buscaban zonas con mucha vegetación para sobrevivir, según un estudio

Una investigación internacional en la que participa la Universidad de Granada dentro del ProyectORCE obtiene nuevos datos sobre los humanos que habitaron la cuenca de Guadix-Baza durante la Prehistoria

Juha Saarinen, autor principal del trabajo, en el yacimiento de Venta Micena, Orce, durante la campaña 2018 Foto de Susana Girón
Juha Saarinen, autor principal del trabajo, en el yacimiento de Venta Micena (Orce) durante la campaña 2018 | Foto: Susana Girón
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Los primeros humanos que habitaron la cuenca de Guadix-Baza (Granada) durante la Prehistoria -desde hace 1,5 millones de años hasta hace 400 mil- buscaban zonas con mucha vegetación para sobrevivir, y solo pudieron habitar en esta zona cuando los ecosistemas mediterráneos proporcionaron un extra de productividad, ya que nuestros antepasados demandaban una alta cantidad de energía, insuficiente durante las fases climáticas más frías y secas.

Estas son las principales conclusiones que se extraen de un estudio liderado por investigadores de las Universidades de Helsinki (Finlandia) y Granada (UGR) y publicado en la revista Quaternary Science Reviews. Este trabajo interdisciplinar e internacional -además de la anteriormente mencionadas han participado el IPHES de Tarragona y las Universidades de Zaragoza, Barcelona, Salamanca, Complutense de Madrid y Tübingen -Alemania- se ha generado en el marco del ProyectORCE, coordinado por la Universidad de Granada y financiado por la Junta de Andalucía.

4,5 millones de años de historia en los dientes

Para llegar a estas conclusiones, los científicos han analizado los dientes de animales herbívoros, como mamuts, hipopótamos, rinocerontes, caballos, ciervos y bisontes, hallados en los distintos yacimientos de Orce (Granada). Este es el primer trabajo que analiza la evolución faunística y los cambios ecológicos acontecidos durante cuatro millones de años de historia en la cuenca de Guadix-Baza, inserta en el Geoparque de Granada.

Los dientes son estructuras anatómicas que se relacionan directamente con la dieta. Para determinar la trascendencia de los principales tipos de vegetales consumidos se han aplicado dos técnicas desarrolladas por Mikael Fortelius, profesor de la Universidad de Helsinki y Visiting Scholar de la UGR -el estudio del desgaste de los dientes y las características estructurales de las piezas dentales -lo que se denomina “método ecométrico”- a una docena de yacimientos que van desde hace 4.5 millones de años (yacimiento de Baza-1) hasta hace 400 mil (yacimiento de Solana del Zamborino -Fonelas-).

Así, la presencia o ausencia de determinados refuerzos en los dientes se correlacionan muy bien con las precipitaciones y, sobre todo, con la productividad primaria, esto es, con la cantidad y la calidad de materia vegetal disponible para los herbívoros. Por otra parte, el desgaste dental se vincula con la naturaleza del alimento: a mayor dureza y menor provecho de los vegetales, mayor deterioro de las muelas.

El tipo de hábitat, al descubierto

Uno de los grandes debates que han presidido el primer poblamiento humano del continente europeo es qué tipo de hábitat ocuparon nuestros ancestros más antiguos. Por un lado, tenemos a los defensores de que los primeros humanos salieron “persiguiendo” el hábitat de origen, esto es, la sabana. Pero los resultados de este estudio, liderado por Juha Saarinen (Universidad de Helsinki, Finlandia) muestran que no, que estos grupos primigenios vivieron en hábitats muy parecidos a los que actualmente siguen existiendo en buena parte de la Península Ibérica: los bosques mediterráneos. Como es bien conocido, el clima asociado a estos ecosistemas es tremendamente estacional, con veranos dominados por una pertinaz sequía, en los que la productividad cae a mínimos, sobre todo cuando la ausencia de lluvias en otoño y primavera ha sido prolongada.

La máxima productividad se da en el yacimiento de Solana del Zamborino (Fonelas), un sitio arqueológico, muy interesante, con una cronología de 400 mil años aproximadamente, lo que coincide con una de las épocas más cálidas y húmedas de los dos últimos millones de años. Le sigue un yacimiento paleontológico, Baza-1, en el que, por su antigüedad (4.5 millones de años), no cabe esperar presencia de homínidos.

En el extremo opuesto se localizan los yacimientos paleontológicos con menor productividad: Huélago (2.5 millones), Fonelas-P1 (2 millones de años) y los yacimientos orcenses de Fuente Nueva-1 (2.2 millones de años) y Venta Micena (1.6 millones de años). ¿Qué significa esto? Que la probabilidad de hallar evidencias de presencia humana en estos yacimientos es muy baja o inexistente. Entremedias, con una productividad alta, se sitúan los emblemáticos yacimientos de Barranco León (1.4 millones de años) y Fuente Nueva-3 (1.2 millones), los lugares con presencia humana más antigua de la parte occidental de Europa.

También aparecen Huéscar-1 (1 millón de años) y Cúllar-Baza-1 (Cúllar; 800 mil años) donde, aunque muy reducida, se documenta presencia humana. Por último, emergen yacimientos que pudieron albergar a nuestros ancestros, aunque, de momento, no hay evidencias claras de los mismos: Barranco del Paso (Orce; 1.8 millones de años) y Mencal-9 (Pedro Martínez; 1.7 millones de años). Por tanto, este trabajo supone un aporte metodológico capital para saber buscar lugares potencialmente habitables para los primeros europeos.

Los humanos, grandes demandantes de energía

¿Por qué nuestros antepasados más remotos requerían hábitats muy productivos? “En primer lugar, porque somos una especie muy gregaria que debimos vivir en grupos relativamente grandes, posiblemente de más de 30 individuos”, destaca el director del ProyectORCE, el investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UGR Juan Manuel Jiménez Arenas.

“Esto nos daba una ventaja evolutiva importante para hacer frente, por un lado, a la endogamia -probablemente uno de los factores desencadenantes de la desaparición de los Neandertales- y por otro a la presencia de depredadores. Asimismo, la cohesión social contribuiría a la supervivencia en un medio complejo y conflictivo. Además, los humanos tenemos un cerebro tremendamente grande para nuestra masa corporal. Es relevante recordar que dicho órgano consume una cantidad exagerada de energía para su escaso peso -2% de la masa corporal total vs. 20% del consumo de energía en humanos actuales-”, apunta el investigador.

También, la incapacidad para generar y controlar el fuego provocaría que determinados alimentos de origen vegetal fueran incomestibles. Por último, la tecnología lítica -las herramientas de las que disponían los primeros pobladores del continente europeo- no permitiría aprovechar de forma intensiva los recursos disponibles. “Como muestra, el trabajo que se presenta hoy revela que nuestros antepasados no podrían vivir actualmente en la zona de Orce. Así las cosas, con los medios con los que contaban, los primeros pobladores de Europa no podían hacer frente a una sobreexplotación del territorio, como ocurre hoy en día. Por tanto, era la naturaleza la que determinaba la presencia de nuestros antepasados, y no eran estos los que se imponían a aquella”, concluye Jiménez Arenas.