¿Qué son las benzodiacepinas?
Existen en la actualidad dos grandes clases de fármacos que se emplean como benzodiacepinas
Estos fármacos actúan potenciando un mecanismo de inhibición natural del cerebro que proporciona alivio ante una excesiva activación sin embargo su uso prolongado produce dependencia y a largo plazo podrían aumentar el riesgo de demencia y mortalidad.
Según explica a Infosalus Cecilio Álamo González, catedrático de Farmacología de la Universidad de Alcalá, las benzodiacepinas son un grupo de fármacos utilizados en los cuadros de ansiedad y en el insomnio que han venido a sustituir de forma progresiva en los pasados 50 años a los barbitúricos por aportar mayores beneficios y menores riesgos.
Existen en la actualidad dos grandes clases de fármacos que se emplean como benzodiacepinas, los que tienen la estructura química bien definida de estos compuestos y un segundo grupo de análogos de las benzodiacepinas, denominados drogas Z, que se emplean como hipnóticos como el zolpidem y la zopiclona.
Los hipnóticos no sólo inducen el sueño sino que aumentan el tiempo de sueño y disminuyen los despertares nocturnos. En la actualidad también se emplean como hipnóticos algunos antihistamínicos, fármacos utilizados también en las alergias, y una nueva presentación de la melatonina, una hormona natural que promueve el sueño nocturno, cuya liberación es prolongada.
Las benzodiacepinas poseen una estructura química cuyo mecanismo de acción potencia el efecto de un neurotransmisor endógeno llamado GABA (ácido gamma-aminobutírico). El GABA transmite un mensaje de inhibición a las neuronas con las que se pone en contacto para que disminuyan la velocidad o que dejen de transmitir.
El GABA tiene un efecto general tranquilizante en el cerebro, de alguna forma ejerce como un hipnótico y tranquilizante natural del organismo. Las benzodiacepinas aumentan esta acción natural del GABA, ejerciendo de esta forma una acción adicional de inhibición en las neuronas que produce sedación, sueño, eliminan la ansiedad e incluso pueden emplearse como anticonvulsivos.
"Son fármacos bien tolerados y seguros si se toman en periodos de tiempo cortos como dos a cuatro semanas en el caso de su indicación como hipnóticos o de dos a tres meses si se toman como ansiolíticos, pero en periodos de tiempo más prolongados pueden ocasionar problemas", apunta Álamo.
DEPENDENCIA Y RIESGOS A LARGO PLAZO
Sin embargo, el problema está en que existe una gran bolsa de personas que toman benzodiacepinas más allá de este periodo hasta "durante años y lustros" apunta el catedrático. "Los últimos datos indican que en España se toman 90 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, esto supone que las personas los toman no durante dos a cuatro meses sino durante años", aclara el especialista.
Aunque este consumo prolongado provoca dependencia, Álamo apunta que esta adicción tiene características distintas a las de por ejemplo sedantes como los barbitúricos o estimulantes como la cocaína. "Para algunos efectos quizás haya que subir la dosis pero para la acción ansiolítica no es necesario por ejemplo, además no existe sensación de dependencia debido a que no hay escalada en la dosis y los pacientes no se sienten mal por tomarlos".
Sin embargo, cuando estos usuarios prolongados dejan de tomar las benzodiacepinas se presenta un síndrome de abstinencia con síntomas como excitación, ansiedad y convulsiones, estas últimas en los casos en los que se toman dosis altas.
Los efectos a largo plazo del uso de las benzodiacepinas incluyen las alteraciones en los ritmos del sueño pero también un aumento en el riesgo de demencias e incluso de mortalidad.
"Estudios epidemiológicos de instituciones de reconocido prestigioso y con grupos de población de hasta 15.000 individuos que tomaron benzodiacepinas durante 5, 10 y hasta 15 años muestran un mayor riesgo de mortalidad en personas de más de 65 y 75 años", señala Álamo.
ALTERNATIVAS A LAS BENZODIACEPINAS
En la actualidad el farmacéutico no puede suministrar benzodiacepinas si no existe una receta médica pero Álamo señala que existe una gran presión por parte del público sobre los facultativos para conseguir la prescripción. Aunque para dejar de tomar estos fármacos se debe ir restringiendo de forma paulatina la dosis, es común que quienes las tomen no deseen hacerlo y presionen al médico de cabecera sobre su necesidad para tomarlas.
"El objetivo debería ser no seguir aumentando la bolsa de pacientes que reclaman benzodiacepinas, ansiolíticos e hipnóticos y recetarlas sólo durante el tiempo justo de tratamiento y no extender este periodo. La situación no es fácil porque la ansiedad es muy frecuente al igual que el estrés y los médicos están saturados de pacientes y disponen de muy poco tiempo para atenderles y al fin y al cabo son fármacos seguros a corto plazo", apunta Álamo.
Para Álamo una de las posibles alternativas de tratamiento para estas personas con cuadros de ansiedad podrían ser los antidepresivos que tienen características también ansiolíticas, que podrían constituir un tratamiento de fondo más correcto y seguro a largo plazo.
"Las crisis de ansiedad que necesitan una respuesta rápida podrían tratarse con benzodiacepinas de forma puntual mientras que para el trastorno de fondo podrían administrarse antidepresivos", apunta Álamo.
El catedrático concluye que la melatonina de liberación prolongada podría ser otra opción en muchos casos de problemas del sueño como alternativa a las benzodiacepinas empleadas como hipnóticos.