¿Qué pasó con los manuscritos nazaríes?

Encuadernaciones con piedras preciosas, hojas perfumadas y con códices ricamente iluminados se convertían en todo un universo sensorial para el lector

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La Biblioteca de la Alhambra fue uno de los centros de conocimiento más importantes de la Europa medieval | Foto: UCA
Alejandro Macías
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En los libros de historia, la conquista de Granada (nunca se habló de “reconquista”) aparece como una gesta heroica, la derrota del último bastión musulmán en la Península impregna las páginas de relatos legendarios acometidos por los Reyes Católicos y el ejército cristiano. Sin embargo, como en todo, hay una cara oculta e insoslayable.

Tres cañonazos lanzados al amanecer del 2 de enero de 1492, fueron la señal de que Granada ya era cristiana. Al principio, las relaciones entre musulmanes y cristianos eran dignas de admiración, las capitulaciones impulsadas por los Reyes Católicos, proporcionaron a los cristianos el liderazgo que merecían y a los musulmanes el respeto que demandaban.

Sin embargo, con la destitución de Hernando de Talavera como edicto y confesor de la Reina Isabel, y la proclamación del Cardenal Cisneros como nuevo arzobispo de Granada, comenzó una ‘caza de brujas’ hacia los moriscos. La represión ejercida por el cardenal fue despiadada, era una campaña de exterminio que buscaba acabar con los antiguos moradores de la ciudad destruyendo sus raíces más arraigadas. Los moriscos se pusieron en pie de guerra para defender el último ápice de dignidad que les quedaba y este hecho justificó la supresión de las capitulaciones que tanto bien habían hecho para la armónica convivencia entre las variopintas culturas que poblaban la ciudad de Granada. Acto seguido, se produjo la ‘Masacre de la Madraza’.

Quema de los libros

La quema de los manuscritos nazaríes se produjo entre 1499 y 1500, no se conoce la fecha exacta, pero se estima que coincidió con la prohibición del Islam. Parafraseando a Machado, el crimen fue en Bib-Rambla. El cardenal quería dar muestra de su poder inquisidor y reunió al pueblo en la antiguamente conocida como Puerta del Arenal, actual plaza Bib-Rambla, donde se celebraban todas las fiestas y eventos públicos de la ciudad.

No era la primera vez que la biblioteca de la Alhambra intentaba ser destruida. Los almohades, militares del norte de África, fueron los primeros que pretendieron borrar el rastro de las costumbres andalusíes, por considerarlas contraria a las imposiciones del islam. Y es que, la cultura nazarí era una cultura hedonista, única en la época. Se definían como musulmanes pero, aislados en el rincón oriental de la península ibérica, practican un estilo de vida al servicio del placer.

Los magrebíes acabaron con bastantes obras, pero bajo las órdenes de Cisneros, ardieron los manuscritos más importantes de la sabiduría nazarí, tanto por su contenido, como por su valor material y estético. Las escrituras de la época contaban que todo aquel que entraba en contacto con aquellos cuadernos quedaba embelesado, el labrado de los textos era una oda a la ornamentación: encuadernaciones recubiertas con piedras preciosas, hojas perfumadas, códices con exquisitas iluminaciones… todo un universo sensorial para el lector.

La consigna del Cardenal era eliminar todo aquello que contribuyese a la impiedad mahometana, y con ese pretexto, todo el acervo poético, histórico y patrimonial de la cultura nazarí ascendió al cielo de Granada convertido en cenizas. Únicamente salvaron los libros de medicina, disciplina en la que los musulmanes fueron brillantes. El Maristán, hospital de la Granada árabe, fue un referente en todo el continente europeo. Actualmente, algunos de estos documentos pueden visitarse en la Universidad de Alcalá de Henares.

Siempre se ha dicho que es importante conocer la historia para no repetirla. Este negro episodio supuso una pérdida irreparable para el patrimonio cultural y artístico andalusí, puede servir como ejemplo para que actos de semejante barbarie no vuelvan a perpetuarse en ningún lugar del mundo.

Testimonio andalusí

La única prueba escrita que se conserva en la cultura andalusí es la pieza de la poetisa Aisa Bint Ahmad, la cual dice así:

Dejad de prender fuego
a pergaminos y papeles,
y mostrad vuestra ciencia
para que bien se vea
quién es el que sabe.
Y es que aunque queméis el papel
nunca quemaréis lo que contiene,
puesto que en mi interior lo llevo,
viaja siempre conmigo cuando cabalgo,
conmigo duerme cuando descanso,
y en mi tumba será enterrado luego.