Raúl Ruiz, ‘El Niño de las Pinturas’: “El barrio del Realejo está en peligro”

El artista granadino, que repasa su amplia trayectoria en esta entrevista, expresa su inquietud por la masificación turística que ha hecho perder la esencia de los barrios

Raúl Ruiz, 'El Niño de las Pinturas' | Foto: Antonio L. Juárez
Juan Prieto
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Es greñúo, del mismo corazón del Realejo, pero se crio en el Zaidín. Raúl Ruiz (Madrid, 1977), conocido como ‘El Niño de las Pinturas’ o ‘Sex’ (69), tiene un halo de misterio que envuelve su figura y que hace más interesante y enigmático tanto al personaje como a la persona. No le gusta salir en las fotos y preserva su intimidad al máximo. De hecho, no es alguien que se prodigue en los medios de comunicación, pero, eso sí, se manifiesta a través de sus dibujos, de unas pinturas que no dejan indiferente a nadie. Convertido en un icono del arte urbano nacional e internacional, hay murales suyos en medio mundo, pero donde más lucen son en su barrio, el Realejo, al que van en peregrinaje sus admiradores para contemplar su prolífica obra. Dicen que, a veces, se infiltra de forma anónima entre esos viandantes que disfrutan de sus grafitis y se divierte escuchando los comentarios sobre su trabajo. Nació artista y ya de niño dibujaba de forma incesante. Desde entonces, ha sido una constante evolución durante más de tres décadas cuyo límites aún son desconocidos. Pájaros, miradas, ruedas, grafismos árabes… hay muchos elementos reconocibles y otros sorprendentes que ensalzan su originales propuestas artísticas que, como reza en uno de sus grafitis, 'no vemos como son, sino como somos'. Nació con ese inconmensurable talento que el tiempo ha moldeado. 

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Pregunta: ¿Se nace con ese talento? Porque se tiene o no se tiene.

Respuesta: Nunca he creído mucho en eso. Pienso que cuando algo nos gusta, nos da por repetirlo. Y de repetir, vamos puliendo.

P: ¿Cuánto hay de ti de Raúl, de ‘Sex’ y de ‘El Niño de las Pinturas’?

R: Me parece que va todo enganchado a lo mismo. Lo único es que uno me deja pintar más en la calle y otro es el que, como has dicho, se esconde en la esquinilla para ver lo que dicen de lo que ha pintado.

P: ¿Y cuál es el origen de cada nombre? ¿Por qué te pusieron Raúl?

R: Pues no sé. Sé que a mi madre le gustaba. No recuerdo nada en especial de mis padres sobre eso.

P: ¿Y Sex?

R: Porque quería un nombre corto. Las firmas que tenía hasta entonces eran nombres muy largos y mis colegas tenían más firmas que yo. Robábamos los mismos botes, pero ellos tenían más firmas. Y un día entendí el porqué. Y entonces me busqué una firma más cortita y Sex me gustó.

P: ¿Y 69?

R: Porque era el número que había que ponerle.

P: ¿Y de dónde surgió el nombre de ‘El Niño de las Pinturas’?

R: Eso vino luego más tarde. Tenía un grupo que era 'Los Niños del Demonio' y ahí estaban varios, como 'El Niño de la Última Palabra'... Y yo era 'El Niño de las Pinturas'.

P: ¿Algunos de 'Los Niños del Demonio' sigue pintando?

R: Sí.

P: Pero, ¿a tu nivel?

R: Sí, claro que sí. Mi nivel es pintar.

P: Naciste en Madrid.

R: Sí, en Moratalaz.

P: ¿Cuándo viniste a Granada?

R: Dimos una vuelta grande por España, pero ya estaba en Granada con cuatro años.

P: Y te criaste en el barrio del Zaidín.

R: Sí, hasta los 17 años o por ahí.

P: ¿Qué recuerdos tienes de aquella época?

R: Muchos, porque ahí hemos hecho de todo. Era una época muy bonita en la que hemos tenido la oportunidad de hacer casetas, de pintarnos las primeras piezas. Todas las primeras cosas las hemos hecho por ahí. Fue muy divertido.

P: ¿Cómo eras de niño?

R: Pues más o menos igual que ahora, pero mucho más bonico.

P: ¿Igual de inquieto?

R: Sí, era nerviosillo. Quizás ahora ya consigo estar un poquillo más tranquilo. De chavea era muy nervioso.

El caballero de la mano en el pecho

P: Cuando eras pequeño ya pintabas mucho y, además, eras muy repetitivo dibujando 'El caballero de la mano en el pecho' de El Greco.

R: Por lo visto, era muy chico y fue lo primero que empecé a dibujar sin mucha memoria. No conservo ningún dibujo de eso. Me lo ha dicho mi familia. No sé exactamente por qué ni a cuento de qué, pero hice una investigación ahí. Me echaron los caracoles en Caracas (una forma de predecir el futuro) y justo volví a Madrid y aproveché para ir a ver el cuadro. Allí estuve echando un ratico con él a ver qué que me decía. Y ahí seguimos la relación.

P: ¿Y qué te dijo?

R: Pues no me llegó a decir nada, pero lo he pintado varias veces intentando recordar qué coño pasó allí, pero es un dato curioso que tengo ahí. No sé a qué vino aquello.

P: De ese crío que comienza a pintar, ¿por qué deriva en el grafiti? 

R: Echaba mucho rato en mi casa dibujando, en clase y en todos los sitios siempre dibujaba. Y conocimos la posibilidad de poder hacerlo en la calle y empezamos a firmar. Engañamos a la asociación de vecinos del barrio y participamos en un concurso que había pintadas de mural urbana, no se podía usar spray, pero lo hicimos todo con esmaltes sintéticos. Empezamos tres o cuatro coleguillas, pero al final se juntó todo el barrio. Había gente de la plaza Federico Mayo, de la Fontiveros... de todos lados. Pintábamos en un muro que, entonces, ahí acababa la ciudad. Pintamos un dragón metálico que salía como del muro echando fuego y los animales venían huyendo y era una representación de que la ciudad se estaba comiendo el campo. Nosotros estábamos justo en el corte de la ciudad con el campo y por la noche se iban los chiquitillos a robar panochas, nos hacíamos una fogatilla y nos comíamos las panochas. Ahí es donde dije: "Esto es lo que quiero". Quería estar pintando en la calle, que es lo mejor que hay.

P: En tu casa, tenías colgados todos tus dibujos en la pared de tu cuarto.

R: Sí, siempre ponía los dibujos en las pared. Mi primer intento de pintar grafiti lo hice en la pared de mi habitación, monté un pollo ahí. Cogí papel continuo, hice una plantilla para hacer los bordes de las líneas, una toalla..., pero es que era muy chiquitillo. No había tampoco ninguna referencia en la ciudad ni ninguna información. Iba uno un poco a ver qué salía.

P: ¿Qué te dijo tu madre cuando entró en la habitación?

R: Pero si eso me llevó a mí semanas. Era un proyecto que no veas. No me puedo explicar, pero imagínate unas letras y ahora tú haces una plantilla de las letras, con los dos bordes que tienes que ir haciéndole cortes... Era un follón. 

P: O sea, ¿tus padres te dejaban hacerlo?

R: Sí, para eso mis padres eran muy enrollados.

P: ¿A qué se dedicaban?

R: Mi madre fue profesora y mi padre era policía. Lo que pasa es que no lo he conocido nunca de policía.

P: ¿Tienes más hermanos? 

R: Tengo dos. El mediano es profesional del cómic, se llama Kenny Ruiz y vive en Madrid. Y el pequeño, que se llama Dariel Ruiz, está haciendo animación en Granada. Ahora está cambiando de gremio. Son los dos unos máquinas.

P: Los tres tenéis el arte en las venas.

R: Los tres hemos buscado cosas para entretenernos que son bonicas y que nos gustan. Está bien.

Grafitti de 'El Niño de las Pinturas' | Foto: GranadaDigital

Pionero en Granada

P: Fuiste pionero en esos grafitis que, en su momento, podían suponer una actividad ilegal.

R: El grafiti es libre y no entro en si es legal o ilegal, porque ilegal es ya casi todo en esta sociedad. Hay que tener un cuidado porque la burocracia ha crecido tanto... Considero que es libre porque nosotros seguimos pintando grafiti ilegal. Me imagino que la gente cuando va por la calle dice "¡Oh, qué bonito! Seguramente se lo han cargado los ayuntamientos". Pues no pasa nada de eso. Nosotros siempre tenemos que estar andando un poquito con el culebreo. Y es una lástima, porque, aparte de que a nosotros nos genera un poco de ansiedad, pues ya tengo una edad, también cohíbe a las nuevas generaciones de querer hacer algo, aportar algo a la sociedad de esa manera, pintando un poco la ciudad.

P: Sí habría que distinguir entre lo que son las pintadas vandálicas y lo que es un grafiti artístico.

R: Sí, pero si no se da la oportunidad y lo artístico no tiene espacio en una ciudad, lo que va a quedar siempre es lo vandálico y eso es lo que van a aprender los niños.

P: ¿Has tenido algún problema alguna vez con la Justicia por alguno de tus dibujos?

R: He tenido algunos problemillas.

P: ¿Se han resuelto bien? 

R: Sí, aquí estoy. He sobrevivido.

P: Estudiaste Bellas Artes.

R: Hice un poquito de Bellas Artes.

P: Y abandonaste la carrera.

R: Sí, al año y medio me fui.

P: ¿No te motivó o es que preferías el arte urbano en la calle?

R: Pasaron cosas en concreto en la carrera que a mí me abrieron un poquito los ojos para decir que quizás no era mi momento para estar ahí. Y me salí a pintar. Dejé de hacer todo lo que creía que no me interesaba de verdad en ese momento, que se me habían pegado muchas cosas en esa mochila que va llenando uno con el tiempo. Abandoné una pila de cosas y me centré en lo que realmente quería hacer. Me salí para la calle y me puse a pintar. Me hice piezas en la plaza del Ayuntamiento, en la Avenida de la Constitución, en Gran Vía... Cosas grandes y de varias horas, de llegar muy convencido al sitio con las ideas muy claras. Feliz.

P: De todas esas piezas no se conserva nada. 

R: La foto. Eso ya es imposible. El muro que había en el la plaza del Ayuntamiento era de un edificio que estaba abandonado y estuvo muchos años así. Ahora creo que hay un bar donde estaba la pieza. La de la Gran Vía, por ejemplo, estaba enfrente del Gobierno Civil (actual Subdelegación del Gobierno) que era también un muro de obra de 25 metros y ya no está en obra. La ciudad va cambiando, es inevitable que las cosas desaparezcan. Lo importante o lo interesante es que en ese proceso de creación y de destrucción continuo siempre haya creación, porque si no estas cosas se quedan en la memoria y tú ya no puedes andar por el centro y ver un trabajo acabado, con tiempo y con ganas de algún artista de aquí. No se puede. Es solo trabajo. Al final, también pierde un poco de claridad el asunto.

P: Desde Bellas Artes hasta que empezaste a vivir de tus dibujos, ¿trabajaste en algo?  

R: Cuando entré en Bellas Artes ya estaba trabajando.

P: ¿En qué?

R: Era pintor. Eventualmente estaba descargando camiones y he hecho alguna cosita más. Pero he vivido casi toda la vida pintando, desde chiquillo.

P: Es evidente que llegó un momento en que ya vives de tu arte.

R: Sí, el trueque me ha funcionado siempre muy bien. Y he intentado que el dinero tampoco sea tan necesario. En otras épocas era más fácil que ahora.

Influencias artísticas

P: ¿Quiénes han sido tus principales influencias como artista? Porque tienes un estilo muy propio y reconocible, pero ¿qué te inspiró en tus inicios?

R: A mí me han gustado siempre los grandes. Hay artistas muy grandes que me han influenciado siempre. Siempre estoy gulusmeando. Y luego he tenido la suerte de que de chavea me he encontrado con gente, que en Granada no había, que pintaban grafitis y eran mayores que yo. Me han dado algunos consejillos y algunas patadas en el culo que me han venido muy bien.

P: Tu original forma de hacer arte combina el dibujo con la poesía, el cómic, la animación… ¿Todo esto fluye solo, lo llevas preconcebido o te pones delante de la pared en blanco y confías en que llegue la inspiración?

R: Es que depende. Hay veces que llevo el dibujo pensado y otras que aparece ahí el dibujo. Hay veces que por el tipo de pared haces el dibujo. Depende también un poco del momento. Lo interesante es que si tienes algo hecho, pues hacerlo, pero no reproducirlo, sino entretenerte también y disfrutar del espacio. Pensar en qué cosas más puedo meter ahí aparte de lo que traía. O qué se me ocurre con algo, porque hay una farola o no sé qué. Son esos momentos que estás enfrente del muro, a lo mejor sentado, y ya pasa el típico baranda que te dice: "Oye, que eso no se acaba solo". Y ya se lo tienes que decir: "Compadre, que el ojo también trabaja". Tú estás ahí pintando cosas, quitando, metiendo por aquí y te fijas en esos detalles, que si hay muchas líneas que van para allá, lo mismo lo voy a continuar por aquí... Rascando puedo llegar a algún sitio.

P: Como, por ejemplo, la mítica jirafa en el Realejo que, por desgracia, ya no existe.

R: Sí. Eso fue resultado de una noche que salía del centro, de casa de un colega y me dejó un botecillo. La jirafa fue lo último que pinté de una pila de cosas que me hice esa noche y es que me daba la sensación como que lo que estaba haciendo ahí era acabar lo que ya estaba. Hubo varias cosas muy simpáticas, aparte de la jirafa, pero la que se ha visto más y la más ‘pollúa’ ha sido la jirafilla.

P: Otro de los elementos que fuiste introduciendo en tus piezas fue la caligrafía árabe. ¿De dónde te vino esa idea?

R: Eso fue gracias a mi colega Omar. El Loco 13, que era uno de mis maestros, también ponía frases al lado de los grafitis. Pero Omar fue el que me cogió y me hizo entender que el texto no era como para ponerlo al lado, sino que eran parte de la pieza. Que al igual que cuando poníamos nuestros nombres o ponía letras grandes, pues lo que ibas a decir también lo ponías en letras grandes y tienen efecto y cambian de forma, tienen colores, tienen 3D, tienen cosas... Esas letras que tú vas a escribir también tienen importancia, no son un fondo, son la parte principal. Cuando junté los 'muñecos' con las letras y los puse a los dos a la misma altura, ahí fue donde salió todo mejor. La caligrafía árabe tiene una cosa muy bonita que también me enseñó Omar que son los caligramas árabes. Es como cuando empiezas a escribir una carta y en vez de hacer una carta normal y escribirlo en línea, lo dibujas y parece un pájaro. Entonces esas letras ya están dando una forma y es acojonante, es superbonito, te atrapa. Y a mí todo ese rollo fue un poco lo que me comió la olla y todavía sigo ahí dándole vueltas.

El abuelo José María

P: Te escuché decir en alguna ocasión que esa calma a la hora de dibujar las letras te llegó por influencia de tu abuelo. 

R: Es que no veas el abuelo José María. Se paraba el mundo ahí. Aunque tuviera que escribir ahí la recetilla y que se iba a tomar tres al día, lo escribía con una letra muy bonita. 

P: Los abuelos que sabían escribir lo hacían con una letra preciosa.

R: Era una época de escritores muy bonitos y luego, desgraciadamente, gente que no ha tenido la oportunidad de aprender. 

P: Él escribía las cartas de gente que no sabía escribir y lo hacía con calma. Con mucha pausa.

R: Sí, en aquellos tiempos pasaba mucho eso. No me hago la idea, pero eso me lo han contado y también él me lo contó.

P: ¿Dibujas también en función de tu estado de ánimo?

R: Sí, claro. Sobre todo dibujar. Cuando ya pintas es más el final, pero en dibujillos me lo noto mucho.

P: ¿Hay algún momento que estás en casa y, de pronto, te surge la inspiración y sales a pintar?

R: Sí, o se te ocurre una idea y dices de hacerte algo. Tengo el tallercillo montado en la casa, porque tengo el proyecto más bonito que he hecho en mi vida y lo tengo ahora en proceso, está empezando. Y he aprovechado y me he traído los cuadros para el patio y estoy pintando allí. En estos últimos días no lo he tocado mucho, pero estoy siempre dándole vueltas. Y es también cierto que para darle caña a algo, también tienes que saber no darle. Para eso, para ir dándole vueltas, para un mogollón de detalles que van pasando durante ese tiempo que tú no lo estás haciendo están generando el momento propicio para que tú lo empieces a hacer de alguna manera.

P: Háblame de ese proyecto tan importante.

R: Igual que el Realejo ya tenía campo, pues ahora ya tiene vega. Hemos tenido una niña mi mujer y yo que se llama Vega y estoy muy feliz. Y ahí estamos con ella.

P: ¿Qué tiempo tiene?

R: Está recién nacida.

P: En el taller también estás pintando en lienzo y en madera.

R: Sí, hace ya rato que he encaminado un poco la historia para los lienzos. La calle me la conservo para pintar con mis colegas, para hacer las cosas que me apetece y para hacer alguna cosilla ‘pollúa’ de vez en cuando. Pero ahora me interesa también pintar cuadros porque me permite poder estar con mis chiquillas y estar ahí también buscando el caramelo.

Raúl Ruiz, 'El Niño de las Pinturas' | Foto: Antonio L. Juárez

El Realejo

P: Te confieso que soy un gran admirador de tu trabajo y me encanta salir a andar y ver todas tus piezas por el Realejo.

R: Es un barrio que está en peligro ahora.

P: De eso te quería hablar.

R: Pues está en peligro, como están todos los barrios. Si ya te pones a mirar y no se puede ir a ningún lado.

P: ¿Por qué crees que está en peligro? ¿Por la masificación turística y por los apartamentos turísticos?

R: Sí, claro. Aunque nosotros seamos un sitio que está destinado al turismo, porque es la idea que se nos ocurrió, aunque damos para más, pero bueno, nos hemos quedado con eso... El turista viene aquí porque le gusta ver la Alhambra, pero también le gusta ver la esencia viva de los barrios. Lo bonito, lo que a mí me cautivó del Realejo, era esa gente. Veías a las abuelillas que ahí estaban y tenían al nieto que, a lo mejor, estaban fumándose unos cigarritos con los colegas en el parque, y los saludaban. Había como una interacción entre todos los gremios, porque son gente que se conoce, como un pueblecito. Era un barrio. 

P: Era un barrio auténtico.

R: Aunque intento no serlo mucho, yo soy también un turista y también pillo Airbnb cuando voy a viajar por ahí. Pero se trata de que, de alguna forma, se desarrolle una conciencia que permita que no se destruya lo que quiere venir el guiri a ver. Si realmente el turista viene a conocer este sitio porque tiene esa forma de vida y le gusta ver a la gente ahí en su rol, si al final esto se convierte en un escenario de cartón, sería una pena. Ya se ha perdido mucho en el barrio y lo que parece es que va pa'lante, pero espero que pueda pasar algo insospechado y que espabilemos de una vez, colega. Y que por el bien de todos nosotros miremos por estas cosas. Mi niña no va a poder conocer el Realejo como era. Está claro que todo cambia, pero sí que mantenga esa riqueza cultural, esa riqueza social, ese encanto. Eso sí podría ser, aunque no sea el mismo, porque no puede ser, pero que tenga ese rollo. Si queremos que sea así vamos a tener que hacer algo porque si nos dejamos hacer está claro que el estilo de vida que nos gusta a nosotros no sale.

P: Muy parecido a lo que está pasando en Albayzín también.

R: Sí, en el Albayzín ya ha pasado. Y están guerreros, que han montado una asociación muy potente y están haciendo todo lo que pueden, pero es cierto que es que ahí ya ha pasado.

P: No sé si sería posible convertir el Realejo en un santuario del arte urbano y preservar todo lo que hay pintado para que nunca se pierda.

R: Es prácticamente imposible porque el Realejo en sí mismo, por todos los edificios que tiene y que están declarados BIC, es un sitio muy problemático. Cuando pintamos el colegio Santo Domingo, que ya lo habíamos pintado antes y, por eso, tuvimos el permiso de las monjas y de Sor Encarnita, que es muy colega. Pues había venido varias veces la policía, eso iba a mi nombre y al final me multaron por todas esas veces que había pintado. Pasaron los años, los dibujos no los borraron y quería volver a pintar aquello y las dueñas también querían pintarlo. Hubo una visita de un artista de París que se llama C215, que lo trajo a la alianza francesa y un galerista de aquí, y me llamaron del Ayuntamiento para que buscara un muro para pintar con el C215. Y les dije que en vez de pintar conmigo ese señor que por qué no pintaba con toda Granada, que tengo un muro aquí que cabemos todo el mundo y lo que pasa es que no me lo estaban autorizando. Y de un día para otro lo que era imposible pues fue posible y pudimos pintar la fachada de nuevo del colegio Santo Domingo. Nos juntamos allí más de 70 personas pintando. Nos dieron hasta dinero, que compramos pintura para todos. Y C215 no vino a pintar, pero nos pudimos hacer el sitio. A lo que me refiero es que si no hay una actitud desde el Ayuntamiento para que eso pase, no se puede hacer. Hay muchas trabas. Todo lo que tengo por ahí ahora mismo está hecho desde el cariño, pero no desde la legalidad municipal. No se puede.

P: Falta de cariño institucional.

R: No sé lo que será, que no les apetece, que no les cuadra... Sin embargo, a la gente del barrio le encanta. Ha habido gente que se ha enfadado mucho porque querían que le pintara y les he dicho que no puedo hacerlo.

P: ¿Tienes un cálculo aproximado de cuántas piezas tuyas se han perdido y cuántas están a punto de desaparecer?

R: No tengo ni idea. Lo que me gustaría saber es cuántas me quedarán por pintar (ríe).

P: Es más positivo y más bonito, también. 

R: Lo pensaron el otro día unos colegas y estuvieron haciendo números y tenía bastante gracia. Hicimos un cálculo de, más o menos, cuántas pueden ser esas. Pero hay que apretar.

Las instituciones

P: ¿Hay algunas que estén a punto de desaparecer que no te gustaría que se perdieran? ¿Se podría hacer algo para no perderlas?

R: ¿Sabes qué pasa? Ya estoy un poco cansado. A nivel institucional, ya no me apetece mucho. No da resultado. Un poco antes de la pandemia nos pusimos a pedir firmas para recuperar la pieza que teníamos en la curva de la Cuesta de Escoriaza, que estaba muy estropeada, tenía ya 20 años, y la pared también estaba muy peligrosa. Pedimos que se arreglara un poco el muro y yo restauraba la pieza sin ningún tipo de gasto. Y no se quiso. Al final, conseguí llegar al Ayuntamiento y me ofrecieron hacer el cartel del Corpus, pero no me dieron permiso para hacer esto. Y, bueno, misteriosamente la pieza apareció arreglada, pero desde luego no fue gracias al Ayuntamiento ni a su permiso. Y me molesta mucho que estas cosas tengan que ser siempre así, porque ya está uno muy mayor.

P: Misteriosamente apareció restaurada.

R: Sí.

P: No sabemos cómo. 

R: No se sabe. Apareció una caja de cartón ahí y luego estaba la pieza ahí arreglada. No sabemos qué pasó.

P: ¿Sientes que se aprecia tu arte en tu ciudad?

R: Sí, creo que sí. Lo que es la gente, sí. Las personas, claro. Y tenemos mil historias, como gente que nos ha visto empezar a pintar en algún sitio, han tenido una reacción y cuando han ido viendo lo que estamos haciendo, nos han agradecido, nos han invitado y se ha hecho ahí hasta una amistad. Es bonito también romper prejuicios.

P: Eres el mayor embajador del Realejo.

R: No, ten cuidado que mi barrio tiene mucho glamour y mucha solera. Tiene mucha cantera potente. En las paredes a lo mejor me la llevo, pero ten cuidado (ríe).

P: ¿Cómo propondrías aprovechar más tu arte y el de otros artistas en beneficio del Realejo o de la ciudad? ¿Qué se podría hacer?

R: No solo en el Realejo, habría que hablar de toda la ciudad. Siempre he dicho, lo pienso yo y lo piensa todo el mundo, que Granada es un sitio que genera muchos artistas, personas que vienen aquí o que viven aquí. Hay mucha caña aquí a nivel artístico y cultural. 

P: Y en muchas facetas diferentes. 

R: Totalmente. Y lo que es una lástima es que se pierda un poco y no se aproveche esa capacidad que hay porque no existan, como por ejemplo en mi caso, soportes que se puedan pintar en el centro de la ciudad que, muchas veces, están abandonados o en obra. Es una pena que no puedan existir esos muros para que los podamos pintar tranquilamente y la gente los pueda disfrutar. Igual para los músicos también será una pena que no haya más espacios que puedan disponer de ellos para dar conciertos, a la gente del teatro le pasará igual... Cada gremio tiene su 'pedrá pegá’ en la cara y es una pena porque es un sitio donde, de verdad, hay mucha caña, mucha potencia, mucha calidad en todos los aspectos.

P: Te gusta pasear por tu barrio y encontrarte a personas admirando tu arte y te gusta infiltrarte y escuchar los comentarios. ¿Es algo que haces habitualmente o de vez en cuando?

R: No, tampoco. Lo he hecho alguna que otra vez.

P: ¿Y te divierte hacerlo?

R: Sí, las veces que lo he hecho me ha hecho gracia. También a veces he tenido que dar el toque para decirle al guía que no me 'chivate', que me mosqueo. Está uno en el bar, ahí tan ‘agustico’, y veo al colega señalándome. Le digo que no, que sea la última vez, porque si quiero que esa gente me conozca, déjame que sea yo el que dé la oportunidad. No me saltes la vez.

Raúl Ruiz, 'El Niño de las Pinturas' | Foto: Antonio L. Juárez

La intimidad

P: ¿Por qué tanto ese afán en preservar tu intimidad? ¿Por qué no te gusta salir en las fotos?

R: Porque tengo la suerte de poder hacerlo y a mí me gusta vivir bien. Si fuera un cantante o me dedicase a otra cosa, estaría mucho más obligado a que se me viera el careto y la calidad de vida sería distinta. Tengo amigos cercanos que son muy famosos y son muy buenos en lo que hacen, pero estando con ellos, de repente, empieza a aparecer gente alrededor, ya todo el mundo quiere sacarse una foto... Un estrés.

P: ¿Odiarías que alguien se acercara a hacerse un selfi contigo?

R: No es que lo odie. Si es una cosa puntual, de una persona que no es que se quiera sacar una foto, sino que te pones a hablar con ella y, al final, acaba siendo colega, pues, coño, es que el selfi se lo voy a pedir yo a esa persona. Pero eso de la foto para la colección... Comprendo los momentos que vivimos, pero no quiero formar parte de eso en ese aspecto.

P: No tienes tampoco redes sociales para esos fines. 

R: Tengo redes sociales personales, pero lo que enseño es mi trabajo. No salgo en tanga ni nada de eso.

P: Aparte de dibujar, ¿qué otras aficiones artísticas tienes? Por ejemplo, ¿te gusta escribir? Porque la poesía es una parte importante de tus piezas.

R: Escribir es una necesidad también. Lo que pasa es que luego esos escritos acaban por ahí, a no ser que los acabe pintando en algún lado, pero normalmente acaban voleados por ahí. Pero es bueno, viene bien escribir.

P: ¿Prosa o poesía?

R: No me caliento la cabeza. Lo que me apetece es escribir. Si rima, rima, y si no, no. Y si he seguido, bien y si no, pues también.

P: Las frases que hay en tus murales, ¿son prestadas o son tuyas?

R: Hay muchas que son prestadas y hay otras que son mías. Depende de lo que esté leyendo o lo que me llegue por ahí, pero hay bastantes que son mías.

P: Has pintado en muchos sitios del mundo. ¿Has calculado en cuántos países?

R: No, no lo sé, pero unos pocos, sí.

P: ¿Y de cuál tienes mejor recuerdo? Cosas especiales que te hayan sucedido.

R: En casi todos siempre hay algún guateque bueno. Me viene a la cabeza ahora Ecuador, que estuve con mi mujer, fuimos para allá y aquel día fue muy intenso. Habíamos ido a pintar porque dos años antes hubo un terremoto, había muerto mucha gente y se había destruido. Fuimos un grupo de gente a pintar para recuperar un poco el espacio. Ese sábado hubo un simulacro de terremoto y el domingo a las seis de la mañana hubo un terremoto. Nunca había visto las paredes moviéndose como chicle, los espejos moviéndose... No lo había visto en mi vida.

P: Y eso que eres de Granada. 

R: Aquí son terremotos chiquitines. Eso fue un seis y pico y un buen rato. Salimos a la calle con un susto muy grande. Y esa misma tarde, después de esa situación tan jodida y tan intensa, nos fuimos a visitar la Isla Corazón, que está en Bahía de Caraquez, que es donde estábamos. Y, joder, con una canoa, el colega llevando a cuatro ahí, el tipo se las sabía yendo en contrario, se pone para el lado, entra justo por el agujerillo y vamos viendo todos los bichos y tal... De vernos muriendo a vernos por la tarde así flipé con ese contraste de sensaciones. Estuvo muy guay.

Nueva York

P: Haber pintado en Nueva York, la cuna del grafiti, también enorgullece.

R: Claro que sí. Además, la suerte es que también llegamos allí y había muchos colegas y la gente está muy a favor. Lo del grafiti es como como que lo sienten muy suyo y allí funciona más fácil. 

P: ¿Aún se conservan los dos gatos, el de Chinatown y el de Manhattan?

R: No. En el de Manhattan vivimos en esa casa dos semanas, pero esa casa era para tirarla. Ahí hacíamos todas las noches 'the last party' porque no sabíamos si era la última. Estábamos pintando por las noches y pintamos toda la casa. El primer gato me lo hice ahí. Y luego ya fue cuando surgió el hotel de la entrada de Chinatown y ya lo colé arriba el gato también.

P: ¿Y el dibujo de Lorca sigue ahí también?

R: Sí, sigue ahí todavía. Este hotel sigue existiendo. Está un poco ya… Pues eso, con el paso del tiempo, pero está ahí todavía.

P: También has tenido colaboraciones con otros muchos artistas. Por ejemplo, una de las más famosas es la que hiciste con Roger Waters (ex Pink Floyd), cuando estuvieron en Atarfe en 2008. Pintaste el famoso cerdo inflable que saca siempre en los conciertos.

R: Aquel día llovió y cuando salió el cerdo la gente empezó a usarlo como paraguas. No dejaban que subiera. Roger Waters desde lo alto del escenario gritando que dejaran volar al cerdo, todo agobiado. Al final lo hicieron pedazos. El cerdo no voló, pero todo el mundo se llevó un cachito de cerdo.

P: ¿Cómo llegó Roger Waters a pedirte que dibujaras con él?

R: Fue a través de un colega, creo que fue el Lobo de la Alpujarra. Fue una cosa muy rápida, de un día para otro. Un poco follón porque hacía mal tiempo y era un cerdo muy grande ahí con el viento. Estaba pintando el cerdo que eso parecía ‘Humor amarillo’.

P: En tus dibujos hay reivindicación, sensibilidad social, multiculturalidad, pacifismo. Me imagino que porque te pide el cuerpo hacerlo.

R: Sí, es como me va un poco surgiendo la historia. No es que diga ahora vamos a hablar de esto o de lo otro. Estoy pintando lo que pienso.

P: ¿Te gusta ser reivindicativo?

R: No es que me guste ser un tipo reivindicativo, es que si a lo mejor hay ciertas cosas que pienso que hay que decir o me apetece decirlas, pues si tengo un medio, ¿por qué no las voy a decir? No es que quiera dar aquí el toque, sino que has hecho algo y resulta que has dado el toque, pues bien.

P: ¿Hacia dónde estás evolucionando tu dibujo? ¿Y cómo lo notas tú desde que empezaste hasta ahora?

R: No tengo ni idea, tío. Estoy ahí siempre intentando ver las cosas un poco así, en plan profesional, pero se me da fatal. Lo que voy es haciendo, y voy yendo para un lado, voy yendo para el otro, probando cosas. Cuando se me acercan cosillas que no conozco, me gusta mucho probarlas, indagar. Y en la medida de eso vamos saliendo del agujero.

Grafitti de 'El Niño de las Pinturas' | Foto: GranadaDigital

Proyectos futuros

P: Desde el punto de vista artístico, ¿cuáles son los proyectos futuros en los que estás trabajando ahora?

R: Antes de que acabe el año, hay un murillo grande que quiero hacerme en Granada y que se vea. Será algo del universo, pero no está claro todavía. Y luego, hay algunas cosillas que quiero sacar para la tienda y el estudio de tatuaje que tenemos en el Realejo, en la calle Molinos. Hay unos cuantos productos que quiero sacar. Tengo una baraja que saqué hace muchos años y me gustaría hacer una versión nueva. A ver si me pongo y la diseño.

P: 'Mítica Tattoo' es la tienda oficial de ‘El Niño de las Pinturas’, un local precioso en el que, además de un estudio de tatuaje, se pueden encontrar camisetas u otros regalos muy originales. También algunos de tus dos libros, 'A través del muro' y 'El mundo está oscuro e ilumina tu parte', que recogen gran parte de tu obra. ¿Cómo está funcionando la tienda y qué ilusión te genera tener esa especie de templo de ‘El Niño’?

R: La tienda lleva ya tres años abierta y me gusta mucho porque está en el barrio, en una esquinita muy coqueta y echo ahí raticos. Luego, desde chavea siempre me ha gustado sacar camisetas y otras cosas y ahora ya tengo un sitio donde ponerlas ordenadas. Además, hay mucha gente que me va ayudando. Tengo un colega que me hace los cuadros 3D, otra colega que ahora ha sacado unas tejas muy chulas inspiradas en mi trabajo. Ahí vamos juntando todo eso allí y está bonito, me gusta mucho.

P: A través de los tatuajes es otra forma de preservar los trabajos de ‘El Niño de las Pinturas’, porque habrá quien se tatúe dibujos tuyos.

R: Sí, algunas veces se tatúan dibujos míos. Y eso... vamos a ver. Pintar una pared, por muy grande que sea y por muy difícil que sea, no deja de ser una pared. Que haya una persona que está viva, que diga que quiere llevar un dibujo tuyo tatuado y que lo lleve, eso es de lo más grande que hay. Es muy bonito.

P: Me gustaría conocer tu visión de la ciudad y cómo piensas, desde tu experiencia de haber visitado muchos países, cómo puede mejorar Granada. ¿En qué podemos, entre todos los granadinos, ayudar a mejorarla?

R: No sé. Ahí me viene a la mente lo de mucha gente pequeña en muchos lugares pequeños haciendo cosas pequeñas cambiarán al mundo. En realidad, lo que le hace falta a Granada es que nos creamos lo bonicos que somos, que le demos brillo a lo que realmente lo tiene y que no nos dejemos engañar por tener que hacer las cosas como lo hace todo el mundo porque realmente nosotros no lo necesitamos. Comprendo que es una inercia que tenemos toda la banda, cuando ves que todo el mundo está haciéndolo, pues venga, vamos a hacerlo. No es necesario, nosotros podemos hacerlo de otra manera, podemos hacer la historia totalmente distinta. Tenemos las herramientas, tenemos el sitio, tenemos la capacidad. Y también están las ganas, porque esta ciudad siempre ha tenido ese ‘reburbujero’ interno por abajo que lo notas, que aquí siempre parece que va a pasar algo. Y pasa, pero nunca acaba de pasar, ¿sabes qué te digo?

P: Es muy ‘granaíno’ que eso nos suceda. 

R: A mí me gusta mucho lo del tranvía que están recuperando, que nunca tenían que haber quitado. Ojalá llegue a ser alguna vez la mitad de la mitad de lo que era. Me gustaban los proyectos que había de música en la calle que, de repente, parece que no hay, pero que si se han hecho es porque se pueden seguir haciendo. Y hay algunos centros culturales en la ciudad que están funcionando muy bien, pero, porque haya algo que funcione, no te tienes que quedar ahí. Tiene que haber más. Y toda la chavalería que está ahora empezando aquí necesita tener huecos donde aprender, donde poder probar, donde inspirarse de otra gente que está haciendo cosas a su alrededor. Y hace falta desarrollar esos espacios o hacerlos más grandes si ya existen.

P: ¿Se acercan chavales a pedirte consejos, a preguntarte o decirte si le puedes enseñar algo?

R: En el grafiti es un poco diferente. Cuando nos vamos a pintar algún puente, descampado o lo que sea, quien viene a pintar, viene a pintar. Si tienes 15 o 20 años, si has pintado mil piezas o has pintado una, da igual. La filosofía que tenemos en esta ciudad es esa. En ese sentido, me doy la oportunidad a mí mismo de que ese chaval que es joven, que viene con toda esa potencia, me dé la oportunidad de aprender de él también. Porque si no, al final, si te quedas con la cara de profesor, con la cara de profesor te has quedado. Esa reciprocidad, ese cambiar trucos y ese estar pendiente de "mira el hijo de puta este cómo se lo hace"... Y disfrutar de esas cosas, sobre todo. Es lo que nos mantiene vivos y es de lujo. Entonces, claro que sí. Igual que se acercan ellos lo mismo me arrimo y les pregunto qué llevan ahí, qué marca de bote o qué trazo o difusor es ese.

P: Ojalá esos deseos artísticos que has comentado, sobre todo para el barrio y para toda Granada, se puedan llevar a cabo. Sería una forma de diferenciar a la ciudad en algo que en otras ciudades no tienen la suerte de tener un 'niño de las pinturas'.

R: Es la única manera de salvarla. Si conseguimos que de verdad las cosas que ya de por sí son ricas de esta ciudad le demos brillo y seamos capaces de aprovecharlo bastante para que podamos vivir de ellas toda la banda, tío, pues a lo mejor no hay que reventarse tanto con el turismo. Es que si no se busca otra alternativa a la que hay, pues ya saben dónde nos lleva.