Reflexiones y conclusiones sobre las Elecciones
Hemos asistido a debates televisivos previamente a las Elecciones del 23J del próximo domingo, a los discursos de los candidatos a la presidencia del Gobierno de los principales partidos políticos. Y si hemos de sacar conclusiones -grosso modo- diremos que según cada participante sus expectativas son satisfactorias. El presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, ha afirmado al concluir el encuentro de la TV1ª que el debate ha sido "la antesala de la derrota del PP". La líder de Sumar, Yolanda Díaz, ha llegado a la sede de su formación, donde ha sido recibida con gritos de "¡presidenta!". Ha salido satisfecha y ha defendido bien su programa. Por su parte, el líder de Vox, Santiago Abascal, ha afirmado que ha podido "lanzar a los españoles una parte importante del mensaje" de su formación. Durante el debate, Díaz y Sánchez se han mostrado cómplices en su ataque y defensa ante Abascal y la ausencia del candidato popular, Alberto Núñez Feijóo, que rechazó la propuesta de la televisión pública para participar en el debate porque no participaban otros. Aunque en Antena 3 lo mantuvo sólo con Sánchez. Así pues el objetivo de esta reflexión pretende analizar que el discurso está roto o es poco creíble, que los eslóganes muy bellos o bien expresados están llenos de sofismas, de verdades a medias cuando se verifican las informaciones las más de las veces falsas, por aseveraciones ambiguas de unos y otros. Por tanto nos preguntamos y dudamos sobre si el contenido de la comunicación sirve para algo, o es la forma la que importa más a la hora de la persuasión. Si fuese así estaríamos en un mundo platónico de las cavernas donde la verdad brilla por su ausencia y lo importante es la apariencia o la mentira que prevalece en el mundo del engaño y del poder en el que vivimos. Ni que decir tiene que cuando se trata de defender los derechos humanos no habría que jugar con su dignidad y verificación-su verdad es única-, y por ende con los derechos de la creatividad y libertad de los artistas, y no nos referimos a la propagada y difundida por muchos de nuestros políticos impostada cuando no adoctrinada. Mejorar los salarios y tener más diálogo social es una premisa que no se puede sustentar sin tesis argumentativas para que al menos no se quede en una declaración de intenciones, que se incumple o es desmesuradamente no significativa si comparamos con la subida salarial indiscriminada y arbitraria de los que sin pudor y por representación de la soberanía nacional, lo hacen para ellos, nada más llegar al poder sin ninguna exigencia de regulación legal. Entendiéndose como 'despotismo' que desmantela el bienestar porque no se puede comprender cómo se escatima en Sanidad por ejemplo en contratos temporales vacacionales en Motril (con lo que supone en un lugar de costa de vacaciones en el que se duplica la población) y apoyar a los pequeños autónomos para que no cierren sus negocios, por escasos beneficios. Asimismo viene a significar que pasar desapercibido tanto despilfarro para ganar votos y suculentos sueldos políticos como en Almuñécar no puede ocultarse, igual que el señor Feijóo no ha podido esconderse. No lo ha conseguido aunque pueda ser una estrategia política y que luego se comente después de las elecciones. Es una estrategia adelantar que el PP son el futuro, de un tiempo claro está más incierto que nunca o de paradero desconocido… Señores mentir debería estar penalizado, señores de las prebendas. Mejorar la convivencia y la seguridad no deberían estar reñidas. Defender la lista más votada y ser inescrutable cuando no es así porque no atiende a sus intereses, resta credibilidad a tanto embuste. Decidir no a espaldas de los votantes. Es lo que provoca desafección por la política. Entonces es o ha sido un acierto no venir Feijoó al último debate público televisivo, o un desacierto. Recapitulando y concluyendo: la política debería ser buena gestión y no un discurso de mentiras y medias verdades en debates, imprecisas afirmaciones y falsos juicios que luego podemos verificar. Por consiguiente, mentir es ilegítimo y amoral, es decir, que no debería establecerse de acuerdo con la ley o el derecho. Que no está de acuerdo con la razón o con lo que se considera justo o razonable. De modo que probar o justificar la verdad de algo o la calidad de la honestidad de alguien conforme al 'bienser' de Emilio Lledó o la garantía de la 'razón Kantiana' de las leyes aplicadas a una política social y ambiental empáticas, es un principio a tener en cuenta en cualquier asunto público que se precie. Juzguen ustedes.