Regreso al pasado con el inolvidable espectáculo de Simple Minds en el Generalife

El grupo escocés celebra el segundo concierto del ciclo '1001 Músicas-CaixaBank', interpretando grandes éxitos como ‘Don’t you forget about me’ o ‘Mandela Day’

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Simple Minds en el ciclo '1001 Músicas - CaixaBank' | Foto: Antonio L. Juárez
Diana Ioana
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La nostalgia es un sentimiento abstracto, pero todo el mundo sabe a lo que se refiere cuando se menciona. La nostalgia por el pasado es algo común, añorar aquello que fue y ya no es constituye un tema recurrente en la vida cotidiana. Una de las maneras más efectivas de evocar este peliagudo sentimiento es, sin duda alguna, a través de la música, y el Festival ‘1001 Músicas-CaixaBank’ lo ha conseguido con el legendario grupo escocés Simple Minds. El pop new wave más icónico ha agotado todas las entradas, atrayendo incluso a personajes de la esfera pública como el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, quien estuvo presente en el recinto.

Las diez de la noche, ni un minuto más, ni un minuto menos. Con una puntualidad británica de cajón el concierto dio comienzo y puso de pie al público -algunos ataviados con camisetas del grupo para mostrar su admiración- desde el primer minuto, que no llegó a sentarse durante las casi dos horas de espectáculo que quedaban por delante. Móviles desenfundados y apuntando hacia el escenario lleno de humo y luces neón, el teatro esperaba impaciente la pronta llegada de Jim Kerr, cantante, Charlie Burchill, guitarrista -ambos fundadores del grupo- y el resto de miembros de la banda. Con un escueto pero animado “buenas noches, Granada”, Kerr abrió con ‘Waterfront’ mostrando su gran presencia escénica y juvenil energía.

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Ya está, lo habían conseguido, el Teatro del Generalife se había convertido en una cápsula del tiempo que viajaría cuarenta años atrás durante la hora y cuarenta minutos restantes de la noche. “Buenas noches granadinos, que placer estar aquí en el Teatro del Generalife por primera vez”, comentó un emocionado Kerr, con el típico acento británico que tan gracioso y simpático resulta escuchar. “Lavín compae, qué calor, qué malafollá no haber venido antes a Granada, ¿estáis listos?” preguntó su guitarra tras un derroche de cultura granadina, que encandiló y arrancó unas cuantas risas a los allí presentes.

Para continuar con la velada, un baladón, ‘Mandela day’, que captó a la perfección ese sentimiento de morriña y levantó escalofríos en una noche para nada fría. Una canción digna del final feliz de cualquier película ochentera, donde la diva Sarah Brown también enamoró con su profunda y perfecta voz, acompañada de un nostálgico y desgarrador solo de guitarra.

Con ‘I travel’, el cantante pidió encender los focos para poder observar mejor al público y así poder cantarle, cara a cara, ‘Big sleep’, una canción para saborear con ligeros tintes a lejano oeste mezclados con la voz casi operística de la diva Brown. ‘Sanctify yourself’ la siguió, convirtiéndose en la nueva religión de los granadinos, que alzaban los brazos al compás de la música mientras el protagonista bailaba despreocupado sobre el escenario, de un extremo al otro llegando incluso a subirse en el pretil que separaba los árboles del teatro. ‘Let there be love’ la sucedió, en una simpática melodía que recordaba a las películas románticas de la época.

"We were just warming up”, comentó ligeramente tras interpretar ‘Come a long way’, como si lo de antes hubiera sido una simple prueba de sonido. Y sí, desde lejos habían venido no solo ellos, sino también los asistentes, que hablaban también inglés, francés e italiano, porque la nostalgia es un poderoso aliciente y este no era un concierto para dejarlo pasar.

El grupo no dejó de brillar en ningún momento, como un ‘Glittering prize’ que se ganó el corazón de la monumental Alhambra. ‘Promised you a miracle’ fue la confesión de los de Glasgow, que provocó que el público lo diera todo bailando como si estuvieran en una discoteca de los ochenta.

De repente, ‘New gold dream’ se puso un broche de oro con la baterista, que regaló un rítmico solo a la audiencia, quien no dudó en admirarla, vitorear y grabarla. Un breve descanso para los demás miembros de la banda, que al volver con energías renovadas le dedicaron un orgulloso “that’s what we call girl power” a la artista.

Tras este momento de empoderamiento, el Generalife olvidó por un momento su pasado nazarí y absorbió la esencia de los paisajes escoceses y de las películas de highlanders con el épico sencillo ‘Belfast child’. El público, en sepulcral silencio, no pudo más que admirar el mágico momento que tenía ante sus ojos, escuchando -y no simplemente oyendo- la profunda y rasgada -pero delicada a la vez- voz del británico.

‘Someone somewhere in summertime’ es justo lo que allí estaba pasando, bajo el abrasante verano granadino que dio paso a una mítica, ‘Don’t you forget about me’, algo que sin duda los allí presentes serían incapaces de hacer. Himno generacional, elegida para el Live Aid del 85 y banda sonora de la película ‘El club de los cinco’, este temazo enloqueció al público, que lo esperaba con ansia mientras cantaba -o, más bien, tarareaba- la canción.

Tras esta joya, el espectáculo parecía acabar, las luces se apagaron y los miembros abandonaron el escenario. Sin embargo, el público estaba confiado en que volverían, mientras gritaba “vuelve” y “otra”. Y para alivio de los fans así fue, tras un breve bis final que les sirvió de descanso para acabar la noche a lo grande.

‘Book of brilliant things’ fue la elegida para retomar el ambiente, de vuelta con la diva que brillaba como una bola de discoteca gracias a su vestido de oro que reflejaba las luces y captaba la mirada de todos los asistentes, a quienes deleitó con una voz que podría competir con la mismísima Whitney Houston, de sirena, sin fallar ni una nota.

“We still want more, can we please just one more?” rogó el grupo, que se decantó por ‘Alive and kicking’ mientras Kerr dirigía al público cual director de orquesta, no queriendo abandonar el escenario, pero teniendo que hacerlo -entre besos y saludos-. Vivitos y coleando es como estaban los asistentes en esa recta final del espectáculo, tras disfrutar de uno de los grupos más exitosos de los ochenta.

Durante los casi 120 minutos del espectáculo -y tras 47 años de subirse a escenarios-, Kerr se convirtió en un jovenzuelo lleno de energía, como si el tiempo no hubiera pasado por su cuerpo, voz ni canciones. Las estrellas del firmamento parecían poca cosa en comparación con estas estrellas de la música, quienes supieron navegar entre la nostalgia y la felicidad, llevando a buen puerto la morriña de los presentes y honrando el sustantivo ‘música’.