Reivindican en una exposición la obra "fascinante" del pintor granadino Gabriel Morcillo

La muestra estará abierta hasta el 1 de abril de 2018 y consta de más de medio centenar de piezas representativas de toda su carrera

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Imagen ilustrativa | Fuente: ArchivoGD
E.P
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El Centro de Exposiciones de CajaGranada en Puerta Real acoge una exposición dedicada al pintor granadino Gabriel Morcillo con la que se quiere reivindicar su "fascinante" obra.

La muestra, que estará abierta hasta el 1 de abril de 2018, aborda las singularidades del trabajo de Morcillo y de su propio carácter tendente a lo "hermético, pausado y fuera de cualquier injerencia, tanto vital como artística, capaz de crear toda una iconografía de raíz mítica sobre el esplendoroso pasado árabe de su amada ciudad".

Consta de más de medio centenar de piezas representativas de toda su carrera y busca recuperar el legado artístico de uno de los grandes artistas granadinos del siglo XX, según detalla en una nota la entidad.

Desde CajaGranada Fundación, Diego Oliva ha señalado que es un "orgullo terminar el año y abrir el 2018 con una exposición que supone un contrapunto a la programación de este año", en la que han tenido ocasión de exhibir las fotografías ya clásicas de celebridades del cine y la música captadas por el británico Terry O'Neill, la colección de pintura antigua española de Lladró y, últimamente, el trabajo de los creadores de las vanguardias en torno al París de la diseñadora Coco Chanel.

"Esta variedad temática tan ecléctica es seña de nuestra Fundación desde hace muchos años y con ella pretendemos revitalizar y participar en el discurso cultural de Granada auspiciando siempre calidad en nuestros proyectos con vocación de calado sociocultural", ha agregado.

EL ARTISTA
Desde joven este artista obtuvo el reconocimiento de la crítica, por lo que prácticamente desde sus inicios su carrera ascendió rápidamente. Tendría la admiración de su mentor Luis Seco de Lucena y la de Manuel Gómez-Moreno González, y los parabienes de su maestro Cecilio Pla, y gozaría de la amistad y el respeto de Federico García Lorca, que lo consideraría un gran artista, aun cuando éste se inclinara finalmente por las vanguardias y defendiera en consecuencia el arte nuevo.

Pudo haber proyectado su actividad fuera de España, pero por propia voluntad no lo hizo, aunque sí llegó a mostrar sus lienzos en Nueva York y en Buenos Aires, así como en la Bienal de Venecia de 1928.

Morcillo optó por permanecer en Granada, donde llevó a cabo su obra de una forma muy autónoma, sin mantener demasiadas relaciones con los círculos artísticos de fuera de la ciudad y desarrollando una pintura cada vez más personal. Con ese espíritu poco expuesto hacia afuera creó su carmen del barrio del Realejo, un entorno apropiado para su creatividad, en el que también reflejó su sensibilidad artística en su arquitectura, su jardín y su decoración.

Tras la Guerra Civil Española seguiría siendo un pintor de gran renombre, y expondría su obra fuera de España una vez más; sería en Berlín, junto a otros importantes artistas españoles. Recibiría varios encargos de retratos de Francisco Franco, que poseería otras pinturas suyas. En esas fechas ya era director de la Escuela de Artes y Oficios de Granada y académico de San Fernando.

Su prestigio iría unido a su presencia en las colecciones de la alta burguesía y la aristocracia españolas, logrando una buena posición en el moderado mercado artístico nacional de la época -desde los años cuarenta hasta los sesenta-, todo ello con una producción más bien escasa, dado su personal método de trabajo y su conocida falta de voluntad de fomentar cualquier comercio con sus cuadros.

Cuando fallece Morcillo en 1973, el establecimiento del arte abstracto en la escena artística española era una realidad que llevaba prácticamente implícita una falta de interés o incluso un rechazo hacia el arte tradicional, y por tanto hacia un artista como él, por lo que su valoración en el mercado del arte bajaría con respecto a la que disfrutó en vida. Probablemente, esto ya ocurría antes de su fallecimiento, y duraría hasta mediados de los años ochenta, cuando sus precios comenzaron a ascender progresivamente hasta los años noventa y los dos mil.