Relátame otra vez
Pongamos que un tipo entra en un bar o en cualquier otro lugar público gritando y molestando al resto de personas que allí se encuentran. Al momento estamos en un conflicto. Pero es un conflicto sobrevenido, un conflicto que ha querido el tipo que entró gritando y molestando. En el momento en que ese tipo se calle el conflicto habrá desaparecido.
A estas alturas del comentario, resulta utópico confiar en que el tipo que tan abruptamente irrumpió en el escenario esté pensando en callarse y dejar de molestar. En consecuencia, el camino a aplicar es el que conducen las normas de convivencia que todos nos hemos dado. Obligar al nefasto personaje a cumplir con esas normas de respeto o, en caso contrario, aplicarlas por la fuerza de la ley.
Hay, sin embargo, optimistas natos y proverbiales que piensan que dando bolilla al irascible personaje, el 'conflicto' será encauzado y se reconducirán los comportamientos. Entre estos optimistas está nuestro todavía presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que en uno de los últimos números de su actuación acaba de sacar de su chistera la figura del 'relator', cuya función o papel en esta historia son tan confusos o difusos que ni la propia portavoz del Gobierno es capaz de explicarla. Sí, me refiero a Carmen Calvo, la misma que hasta un cuarto de hora antes negaba la posibilidad de una mediación del estilo de este 'relator' sobre el que las dos personas que lo negociaron, la citada Calvo y la portavoz catalana -es decir, las únicas personas que lo sabrían explicar puesto que saben lo que pactaron- ofrecen definiciones y descripciones radicalmente distintas.
Llegados a este punto, lamento desilusionar a quienes esperan una conjunción con la respuesta que prepara la triderecha, esa manifestación del domingo en Madrid que desempolva aquellas movilizaciones tan queridas por el PP en época de Zapatero, aquellas que reunían obispos y en las que se llegó a apalear a un ministro socialista que -en su ingenuidad- estaba allí pensando que aquellos 'pacifistas' en realidad se habían reunido para protestar contra el terrorismo de ETA.
Tan paralelas son las manifestaciones de entonces y la que se anuncia ahora que el líder de Vox, Pablo Casado (perdón, líder del PP), ha rescatado el terrorismo etarra para colocarlo en mitad de este debate de ahora: ha dicho algo así como que la tratativa Gobierno-Generalitat está en la agenda de ETA. Y lo ha dicho sin reírse, que suele ser difícil...
No, no voy a ir a Madrid. Pero muchísimos de los que no van a ir piensan igualmente que este 'relator' es una barbaridad que coloca la pelota en el terreno que buscaba el independentismo. Y también, que ni el más preparado estratega del PP o Ciudadanos hubiera imaginado mejor pretexto que este 'relator' que eleva el conflicto catalán a la categoría de la bilateralidad y rebaja el papel del Estado, de España, al nivel de Burkina-Fasso.
Por las mismas, hasta el más torpe de los socialistas tendría que haberlo visto venir, a la vista de la inmesurable capacidad de esparcir veneno que practican los personajes que actúan a la extrema derecha de este escenario, de Losantos para abajo. Pero, claro, si se lo ponen tan fácil...
Este conflicto o problema en España tiene la componente especial de que la izquierda históricamente termina dando coartada y barniz ético o moral a unos nacionalistas que en toda Europa son de extrema derecha. Un complejo de inferioridad -diría yo- que viene de antes de los tiempos del franquismo pero que se consolida en la transición, probablemente como un débito de lealtad o complicidad a unos tiempos convividos en la clandestinidad y un objetivo común por la democracia. Que cuarenta años después se mantenga ese contexto es de traca. Que con la experiencia transitada se siga confiando en la lealtad de unos partidos y un movimiento supremacista que han demostrado hasta la saciedad que ninguna concesión les calma en su permanente estrategia de tensión bordea la paranoia... Y así se llega a la última de hora, esto del 'relator' que por encima de todo es de una torpeza porque muy probablemente ni así se aprobarán los presupuestos.
Sánchez, por Dios, una vez presentado el proyecto de presupuestos y prometido el oro y el moro por acá y por acullá, ¿no sería mejor embarrancarlos con la excusa de que el resto de partidos, a izquierda y derecha, se niegan a apoyarlos por interés propio, y expandir entre el electorado la idea de "yo quería todo para vosotros pero estos no me han dejado"? Disolver las cámaras y convocar elecciones a continuación, dejando en mal lugar a los 'opositores' sería mucho mejor negocio electoral -lo que más teme el Gobierno- que estas concesiones al independentismo que -más difícil todavía- lo único que consiguen es espantar a los propios electores del PSOE.