Renta básica Universal: de lo inevitable a lo posible (y III)
En este tercer y último artículo sobre renta básica universal, le voy a cambiar el apellido, de universal, a incondicional, Renta Básica Incondicional (RBI), para que no haya dudas sobre “la renta básica de la que estoy hablando”. De esa que recibirían todos los individuos sin condiciones. Un ingreso periódico transferido a toda la ciudadanía, de carácter universal y sin exigencia de contrapartida. Y me centraré en diversas críticas a la RBI, diferentes de su financiación, tratada en el artículo previo.
Una de las críticas o miedos a la RBI es que mucha gente dejará de trabajar. El miedo a que la gente deje su empleo remunerado será para quienes tienen un empleo remunerado. En Andalucía, hay un millón de personas que lo buscan y no lo encuentran, así que esa visión resulta algo elitista y está pensada desde el mundo “las cosas están bien así y para qué las vamos a tocar”. ¿Con la RBI habría personas que no desearían trabajar de forma remunerada en empleos precarios, temporales e inciertos? Sí, las habría. Bienvenidas esas personas que tendrían capacidad para decir “no deseamos ser explotadas ni precarizadas porque ha aumentado nuestra capacidad de negociación”. Ya está bien.
Por otra parte, decir que la gente va a “dejar de trabajar”, es pensar en una lógica patriarcal del trabajo ligado a la producción de mercado. Mi abuela, que nunca fue asalariada, se hartó de trabajar, crio 3 hijos y 3 hijas en condiciones económicas muy regulares, cocinó todos los días, varias veces al día. Nunca tuvo vacaciones. Sus jornadas eran de 24 horas los 365 días del año. Tenía un trabajo garantizado. El miedo a que la gente deje de trabajar solo puede venir de una idea dualista producción-reproducción; del miedo a que dejemos de producir.
¿Realmente tenemos un problema de producción? Tengo el convencimiento de que el enfoque neoclásico de la Economía, dominante hoy en día, ha fracasado para resolver los problemas de la satisfacción de las necesidades materiales de la población. Se guía por principios que dan lugar a una reconocida desigualdad creciente que pone en peligro nuestro sistema de convivencia. El problema de nuestras economías no es de oferta. Hay sobrada capacidad productiva en el planeta, cada vez mayor. Lo hemos conseguido. No existe escasez de alimentos. De hecho, se tira comida en buen estado todos los días. El problema no es la capacidad productiva, sino la capacidad distributiva.
Aunque una parte del pensamiento feminista defiende la RBI, hay feminismos que sostienen que un ingreso periódico encerraría a las mujeres en casa y las retrotraería a las tareas domésticas y de cuidados. En este sentido, me gustaría hacer dos puntualizaciones. En primer lugar, ese argumento me recuerda a la negativa de la izquierda a otorgar el derecho de sufragio a la mujer en 1931 porque nuestra preparación social y política era insuficiente debido a la influencia de la Iglesia y los partidos conservadores y que, por tanto, no podíamos votar responsablemente. Estoy con la valiente Clara Campoamor y repetiría hoy en día la pregunta que ella se hizo “¿De qué se acusa a la mujer? ¿De ignorancia?”. La segunda, es que para evitar que la mujer quede relegada a tareas domésticas, reproductivas y de cuidados, la RBI tendría que venir, sí o sí, acompañada de políticas que modifiquen redistribución de los tiempos de trabajo de cuidados y que pongan en cuestión los actuales modos de producir y vivir. Tendría que venir de la mano de una financiación que fortalezca los sistemas públicos de educación, salud y servicios sociales, incorporando las aportaciones del ecologismo y del feminismo.
La RBI es una herramienta tan potente que, bien acompañada por políticas que fortalezcan los derechos sociales y laborales, permitiría establecer un límite por abajo en un mundo que, hoy en día, nos deja empobrecernos hasta el infinito. La desgracia económica no es algo natural y el principal trabajo de economistas debería ser combatirla. Se puede combatir de forma colectiva, igual que se combaten la enfermedad, el analfabetismo. Igual que hemos combatido los desahucios. Si a largo plazo todos estaremos muertos, como reconocía Keynes, y no solo la especie humana, no tenemos tiempo. Ni tiene tiempo el planeta para el necesario cambio de lógicas productivas, ni tienen tiempo las personas que se encuentran en una situación de emergencia material que requieren soluciones inmediatas.
Hay quien dice que la RBI no acabaría con la pobreza porque el umbral se sitúa en una renta igual al 60% de los ingresos medianos del país y que siempre habría alguien viviendo por debajo de esa línea estadística. Sería deseable que, una vez implantada la RBI, dejáramos de contar y clasificar el número de pobres y nos dedicáramos a demostrar que la pobreza se puede eliminar. Tal vez dejaríamos de ser economistas del fracaso, en la Economía de la resignación porque existirían límites por abajo y para salvaguardar el planeta en que vivimos, por las generaciones futuras y por las presentes.
Comentarios
Un comentario en “Renta básica Universal: de lo inevitable a lo posible (y III)”
Juan Manuel
11 de febrero de 2017 at 09:28
La Renta Básica Incondicional se debe plantear como un regulador de nuestro sistema económico de libre mercado, su regulador natural, no como medida redistributiva de riqueza, ni para cubrir necesidades mínimas. Esa es la diferencia entre ser un medida de prosperidad y riqueza para todos a ser un perfecta catástrofe.
La Renta Básica Incondicional tiene como objetivo único garantizar el pleno empleo, en condiciones laborales justas y digna, y repartir justamente la carga laboral y aportaciones fiscales entre toda la sociedad. Solo eso. La asignación económica por persona es solo una triquiñuela para conseguir ese objetivo, no es para satisfacer las necesidades mínimas de nadie. Si no se entiende así, la RBI no solo puede ser fácilmente un desastre, sino que va a encontrar mucha oposición. Y algo que puede ser en cualquier momento una realidad y sacarnos a todos de la miseria, se puede demorar indefinidamente….
Y en ese sentido la RBI se ha de tratar más en su aspecto técnico económico, y no tanto como medida social, de protección social, puesto que su valiosa aportación lo hace como regulador de nuestro sistema económico de libre mercado. Es su mecanismo natural.
Estos son algunos de los errores que considero no se deben cometer al plantear la RBI como regulador económico.
- Ser tratada como redistributiva: Con la RBI el crecimiento es general para todos, la pirámide socioeconómica crece un nivel. Evidentemente los ricos son mas ricos, pero el umbral de pobreza desaparece, y la clase media ocupa la mayor parte del espectro socioeconómico. Aunque en los cálculos para financiar la RBI se está considerando la necesidad de que los mas ricos paguen más impuestos, esto no es necesario en absoluto. Si consideramos el incremento del Producto Interior Bruto que automáticamente proporcionaría la RBI, esta cubre sobradamente ese margen. Hemos de tener en cuenta que, prácticamente toda la asignación de esta renta se traduce en consumo, y el consumo en crecimiento económico, que se puede estimar solo en el primer años por encima del 20 por cien del PIB. No hay ninguna necesidad de subir los impuestos a nadie, por que el estado empieza a recaudar un 20 por cien más en el mismo momento que se implanta la RBI. Y no solo es innecesario, sino que para su viabilidad es un grave error presentar la RBI como medida redistributiva, pues nos enfrentamos absurdamente a las clases mas ricas, precisamente quienes influyen poderosamente en las políticas sociales.
- No ser tratada escrupulosamente en su aspecto incondicional: El potencial de la RBI estriba en su incondicionalidad. A todos los ciudadanos por igual, sin condiciones. Cualquier otra aplicación que no cumpla esa especial particularidad se traduce en una carga para el resto de la sociedad, y por tanto, un lastre para la economía.
- Ser tratada parcial o totalmente como un subsidio a la pobreza: La cuantía de la renta se ha de fijar en función de las necesidades de equilibro del mercado laboral (de oferta y demanda de mano de obra), no en el mínimo que se necesite para vivir. Es ese equilibrio en el mercado laboral quien garantiza el pleno empleo, y por tanto que no exista pobreza, no la cuantía de la renta.
- Aplicarse parcialmente por territorios: Se ha de aplicar en conjunto para todo el país, no puede hacerse por sectores independientes, por comunidades autónomas, o municipios, de ese modo es una carga para el resto de la nación. Su aplicación ha de abarcar toda la unidad fiscal que la sufraga.
- Considerarse como una operación fiscal y no de recursos, especialmente de recursos propios: Aunque de por si, la RBI estimula la producción de recursos nacionales propios, y por tanto, hace independiente económicamente al país, se ha de plantear con ese objetivo para acelerar el proceso.