Responde, no reacciones. Responde, no reacciones, por favor. Gracias por responder
Paciencia es una de las claves de éxito en la vida y en el trabajo. Y la paciencia, la define Patricia Ramírez como la habilidad de mantener la compostura, la educación, las buenas maneras y la serenidad mientras esperas. Por tanto, ser paciente se convierte en un valor a fortalecer, que forma parte de la manera de fortalecernos a nosotros mismos.
Cualquiera de nosotros, queremos mantenernos en calma, en situaciones fáciles y sobre todo en las difíciles. Y una cosa que podemos conseguir es comportarnos como si fuéramos lo que deseamos ser. Por tanto busquemos soluciones, no reproches.
Por ello, cuando nos alteramos, cuando se nos altera nuestro estado emocional, provocándonos estrés, ansiedad, ira u otra emoción, es fundamental aprender a hacer algunas cosas que nos ayuden a salir positivamente de la situación.
Es evidente que todos padecemos situaciones de estrés que pueden surgir y generarnos situaciones donde no nos reconocemos. Ante ello, es fundamental hablarnos con calma, decirnos a nosotros mismos que seamos pacientes, contar hasta 10 o respirar profundamente. Si en lugar de ello, nuestra conducta es impetuosa, reaccionamos ante lo que vemos y nos enfadamos, tenemos que aprender a tratar con amabilidad y educación las situaciones que nos enervan. Y ante ello:
- Un elemento fundamental es NO GRITAR.
- Un segundo aspecto es utilizar el humor con el otro y no contra el otro.
- Un tercer aspecto es cambiar la parte del entorno que nos estrese y que dependa de nosotros.
- Y un cuarto es NO PERDER LOS PAPELES y ello demostrarlo con nuestra postura corporal, sonriente y relajada.
Cuando se responde de forma reactiva, somos rehenes de las emociones, se cae en la impulsividad y no se toman las decisiones adecuadas. Cuando se presta atención, es más fácil comprender el problema y darle una solución. Más que controlar el estrés, se trata de aprender a autorregularse.
Reaccionar supone dar una respuesta impulsiva ante una situación, sin que medie la reflexión. Reaccionamos, a veces, porque nos sentimos amenazados y no nos paramos a ver qué sentimos, a ver cómo se manifiestan las emociones, a valorar qué hacer.
Responder supone pararnos, observar y ELEGIR nuestro modo de actuar.
Las reacciones van de la mano de la intuición. Son impulsivas. Se realizan de forma casi automática y suelen ser guiadas por el estrés, la molestia o la emoción que predomine en el momento en cuestión. Esto sucede porque es la forma en la que el cerebro está programado: para determinar cuándo hay peligro, y cómo sobrevivir a él.
Responder implica razonamiento y calma. Tomar el tiempo necesario para analizar el entorno y el contexto. Son acciones que se toman basadas en datos y en información. Las probabilidades de arrepentirse de ellas son mucho más bajas.
La reacción es automática, no pensada, es una forma de emitir un feedback hacia la otra persona que está fuera de nuestro control, y lo peor de todo es que podemos terminar hipotecados por esta ‘reacción’.
La reacción no tiene por qué ser negativa: te puede salir bien; te puede comprometer por haber sido excesivamente rotundo en ella, transmitiendo tu versión más agresiva; o te puede comprometer por haber sido excesivamente complaciente, transmitiendo tu versión más triste y pasiva. Y es que reaccionar, no es solo dar un golpe en la mesa o alzar la voz enérgicamente, reaccionar también puede consistir en decir sistemáticamente que “sí” o mantenerse “peligrosamente pasivo” porque no nos sale otra alternativa mejor. De una forma u otra, la reacción es como una lotería emocional que nos deja a merced de lo que nos salga.
La respuesta, por contra, es elegida. Es como si parásemos la situación por un momento y pudiéramos preguntarnos cuál es la mejor respuesta posible, a quién la queremos dirigir y de qué manera.…Lo malo de esto es que las reacciones son naturales, innatas, en cambio las respuestas no. Lo bueno es que si bien las respuestas, por tanto, no son innatas, sí son entrenables.
El cerebro puede ser entrenado para evitar esos impulsos automáticos, pero es necesario poner en práctica ejercicios durante situaciones que pueden resultar estresantes o difíciles de afrontar. En primer lugar, es necesario entender cuándo se está a punto de reaccionar y cuáles son esas situaciones que desencadenan la sensación de peligro.
También se recomienda hacer pequeñas pausas y entender que la mayor parte de las situaciones que parecen requerir de una respuesta urgente, pueden esperar un poco. De esa forma, se puede llegar a un mejor resultado.
- Ir a dar un paseo
- Respirar profundamente y
- Escribir las emociones que nos genera la situación
Estas son otras acciones que permiten que el cerebro haga una pequeña pausa para analizar el entorno y todas las variables que forman parte de él. Estas acciones pueden realizarse incluso cuando la persona no se encuentra en un estado de estrés, lo que le permitirá entrenar su mente para lidiar mejor con escenarios complicados.
Ante ello, diría que es fundamental también PEDIR AYUDA, preguntemos, y tengamos en cuenta que nuestra felicidad depende de la capacidad que tengamos para ser bondadoso. Intentémoslo con ternura, compasión, serenidad y amabilidad.
Por tanto, para dar una buena respuesta a alguien, deberíamos considerar:
- Responder en vez de reaccionar
- Focalizarnos en la conducta y no en la persona
- Ser específico en vez de genérico
- Centrarnos en conductas que sean modificables para la otra persona
- Dar feedback con la mayor inmediatez posible a la conducta a la que nos referimos
- Dejar enfriar la intensidad emocional para dar un feedback más efectivo.
- Ser descriptivos, en vez de valorativos.
- Ser constructivos
Y esta respuesta siempre será mejor si sonreímos, si somos considerados, si somos generosos, si somos honestos, si somos justos y si nos planteamos la vida a partir de SEMBRAR y teniendo claro que ello dejará huella.