El mítico Colombia, de restaurante con vistas privilegiadas a promoción de viviendas de lujo

Una constructora del Grupo Villar Mir rehabilita el emblemático edificio de Antequeruela Baja, que entregará las primeras viviendas en un año

Restaurante Colombia
A la izquierda, cómo quedará integrado el nuevo bloque de viviendas; a la derecha, los restos del Restaurante Colombia | Fotos: Inmobiliaria Espacio y GranadaDigital
Miguel López Rivera
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Corrían los primeros años de la década de los sesenta cuando Juan Muñoz Estévez, un granadino enamorado de su tierra, abría por primera vez las puertas del mítico Restaurante Colombia. Enclavado en plena Antequeruela Baja, la interminable calle en cuesta que da acceso al Hotel Alhambra Palace desde el Realejo, el Colombia pronto se convertiría en todo un referente de la restauración en la ciudad.

Y lo hizo espoleado por un perfecto maridaje entre sus platos, con la gastronomía y los productos de Granada como protagonistas, y unas privilegiadas vistas hacia la capital solo posibles, además de desde su terraza, desde la del mítico hotel –ahora de cinco estrellas– en cuyas lujosas habitaciones se han alojado ilustres personalidades de la talla de Brad Pitt, el Dalai Lama o Charles de Gaulle.

Hoy, más de una década después de su cierre, nada queda de aquel icono de la cocina local más que el cartel de cerámica granadina que decora la fachada noroeste del edificio que acogió sus salones y cocina. Y también el propio inmueble, ahora rehabilitado por Inmobiliaria Espacio, promotora perteneciente al Grupo Villar Mir, para la construcción y entrega justo dentro de un año de 20 viviendas de altos estándares con unas impresionantes y privilegiadas vistas, así como zonas comunes dotadas de sauna, baño turco y un pequeño gimnasio.

La transformación de este espacio comenzó durante la pandemia. Así lo explica el director de Inmobiliaria Espacio en Granada, Rubén Díaz: "Esto estaba en manos de Aliseda, pero ellos lo comercializaban con uso terciario. Haciendo las indagaciones correspondientes, cuando lo pusieron a la venta, unos intermediarios con los que trabajamos nos avisaron, lo estudiamos y fue ahí cuando nos lo quedamos. Eso fue en plena pandemia. En cuanto nos dejaron salir de casa fuimos a visitar el inmueble".

A partir de ahí comenzaron los trámites para adquirir la licencia que convertiría el emblemático Restaurante Colombia en lo que se conocerá como Espacio Altaura. Son 20 viviendas de muy distintos perfiles, aunque todas enfocadas a clientes con un nivel de ingresos medio-alto, distribuidas en cuatro plantas y que oscilan entre los 30 metros cuadrados útiles de un pequeño estudio hasta los 130 del ático principal, con precios que van de los 80.000 a los 520.000 euros.

"La catalogación del solar era plurifamiliar en manzana cerrada. Tenía uso hotelero, pero el PGOU establecía que aquello era plurifamiliar. La licencia no ha llegado tan rápido como hubiéramos querido porque ha tenido que pasar hasta tres veces por una comisión en la que se encontraban el Patronato de la Alhambra, Cultura o Urbanismo. Al final requiere más tiempo que una licencia normal", explica Díaz sobre el trabajo requerido para conseguir la luz verde por parte de la administración.

El 22 de mayo de este año al fin se otorgó la licencia y el 8 de junio arrancaron las obras, que pretenden estar listas para el 8 de octubre. Las actuaciones para remozar el inmueble no han quedado exentas de sorpresas. "Se trata de un edificio antiguo que se ha construido en distintas épocas. Cuando lo abrimos, encontramos manchones de ladrillo o, de repente, aparecían partes metálicas, otras con bóvedas u otras que no tenían. Es una estructura en la que se han ido haciendo ampliaciones sobre la base original. Cuando empezamos, lo que se hizo fue un levantamiento topográfico con aquello todavía sin demoler ni limpiar y, una vez se llevaron a cabo las demoliciones interiores, ha aflorado su estado real. Han aparecido cosas que pensábamos que no estaban ahí", relata el responsable granadino de la promotora que se encarga de la restauración.

Tal y como explica Inma Martínez, una de las comerciales, la promoción inicial incluía 25 viviendas tipo estudio y apartamento, pero las propias veleidades de los clientes hicieron a la empresa replantear la disposición del espacio para ajustarlo a la variada demanda existente. "Muchas viviendas se han quedado como inicialmente se pensaron, pero otras que se han adaptado hasta quedar un total de 20", concluye.

Además de con una espectacular panorámica difícilmente igualable en Granada, los nuevos hogares se entregarán con aerotermia, armarios empotrados o cocinas y baños ya amueblados. Todos están ya vendidos excepto uno de los apartamentos grandes que, no obstante, cuenta con un hándicap: "La planta de abajo solo tiene vistas desde el salón. En dormitorios no tiene altura suficiente para ello". Hay otro inconveniente más. Solo siete de los 20 inmuebles contarán con garaje propio en el edificio. "Sacar plazas de aparcamiento ha sido extremadamente complicado. De hecho, hemos tenido que hacer una modificación estructural del edificio para poder limpiar la zona del sótano y sacar siete plazas de aparcamiento. Tocando la estructura y limpiando la zona del parking con vigas de gran canto se han conseguido obtener esas siete plazas haciendo un encaje de bolillos. Pensamos primero en un parking robotizado, pero los compradores no lo veían claro y finalmente se descartó esta opción", explica Rubén Díaz.

Para el portavoz de la compañía que comercializa esta promoción, además de contar con "las mismas vistas que desde el Alhambra Palace", la gran ventaja de estas nuevas viviendas en el Realejo es que "puedes subir paseando a los jardines de la Alhambra, que son cinco minutos, o bajar por el Realejo hacia el centro. Quitando las de la planta de abajo, el resto tienen todas vistas. Desde los áticos se ve Sierra Nevada, Granada y la Vega".

Lo previsible es que los propietarios puedan abrir las puertas de sus nuevas casas en diciembre del año que está a punto de comenzar. Así, el sector inmobiliario y de la construcción sigue remontando el vuelo tras la pandemia a costa, eso sí, de ciudades que pierden algunas de sus señas de identidad y, poco a poco, dejan atrás los vestigios de la tradición que otras generaciones conocieron.