El Albayzín, el Sacromonte y la Alhambra: la ruta del flamenco de Granada está de celebración

Zambras, tablaos, cuevas y la peña más antigua del mundo cobran protagonismo en el centenario del Concurso de Cante Jondo de 1922

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Espectáculo flamenco en la Venta El Gallo | Fotos y vídeo: Javi Gea
Miguel López Rivera
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El Sacromonte es un barrio de una calle en la que el agua del río Darro no te puede salpicar, pero el flamenco sí. En realidad, está formado por un conjunto de callejuelas, cuestecillas y veredas que le dotan de una fisonomía muy particular, donde las chumberas, cada vez más escasas, se suceden de cuando en cuando entre las casas-cueva, la construcción más típica. Y en honor a la verdad, lo del río es en cierto modo hiperbólico, pues discurre por un valle muchos metros por debajo del trazado del barrio. Lo que no admite duda es lo del flamenco.

La pandemia arrebató al Sacromonte parte de eso tan 'granaíno' que es el embrujo. Desaparecieron los turistas y los curiosos que buscaban un tablao, y en estos espacios cultivadores de arte y cultura el vacío y el silencio sustituyeron al cante, el baile, el toque y la jarana. Aquello quedó atrás y ahora basta con pasear una tarde cualquiera por el Camino del Sacromonte, el angosto vial que atraviesa el valle desde la mitad de la Cuesta del Chapiz hasta las Siete Cuestas, para comprobarlo.

Una bailaora ataviada con su vestido que taconea en mitad de la carretera junto a su mentora y abstraída incluso del hecho de que está siendo grabada, un cantaor sentado en la puerta que hace cábalas futbolísticas mientras afina la voz, los 'quejíos' traspasando los anchos muros de las cuevas y la sensación perpetua de que el flamenco es el motor que impulsa a sus vecinos. No importa ni el cómo ni el cuándo, sino el quién. Los Heredia, los Carmona Habichuela, los Amaya y también los Maya, los Cabrera... Sagas nacidas al calor del flamenco granadino que, en la mayoría de casos, trufan de carteles con sus nombres las cuevas sacromontanas y atraen cada año a Granada a miles de amantes de lo jondo.

Pero no todo el flamenco de la ciudad se concentra en el Sacromonte. El otro barrio típico de la capital, el Albayzín, alberga recoge la otra mitad del legado flamenco de Granada. Si el flamenco es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, el Albayzín es Patrimonio Mundial desde 1994. Antes, en 1984, la Alhambra fue uno de los primeros cinco bienes españoles catalogados con esta distinción. En el Patio de los Aljibes del conjunto monumental tendría lugar seis décadas antes un acontecimiento que cambió la industria del flamenco como espectáculo para siempre, el Concurso de Cante Jondo de 1922; pero eso se abordará más adelante.

Salón de Cante de la Peña La Platería.

Y entre las calles albaicineras aún resuena el soniquete de Enrique Morente, bien testimoniado por el duende de Estrella, Kiki o Soleá, y se ubica la peña flamenca más antigua de España, que es lo mismo que decir del mundo: la Peña La Platería. Allí empieza una ruta cargada de misterio y arte donde los sentidos se entregan por completo a la expresión más eminente de dos pueblos, el andaluz y el gitano, y que se puede degustar a modo de cata en el vídeo que acompaña a este reportaje.

El Albayzín y su peña decana

Fue en 1949 cuando Manuel Salamanca decidió fundar la Peña La Platería en el taller de este antiguo oficio –y de ahí su nombre– que tenía en la calle San Matías. En un tiempo en el que la libertad de asociación estaba prohibida, los 14 socios iniciales se reunían siempre bajo la presencia de un agente de la policía política del régimen de Franco. Su constitución supuso el punto de partida de otras peñas en Andalucía, como la de Juan Breva en Málaga, fundada por un antiguo socio de La Platería, y el embrión de esta entidad está en las reuniones que durante el primer cuarto de siglo juntaron en la Taberna Polinario de la calle Real de la Alhambra a figuras tan relevantes como Miguel Cerón, Ignacio Zuloaga, Hermenegildo Lanz, Fernando de los Ríos, Natalio Rivas, José Ruiz de Almodóvar, Manuel Jofré, Francisco Vergara, los hermanos Carazo, (José y Ramón), Santiago Rusiñol y los mismísimos Manuel de Falla y Federico García Lorca.

Ese fue el germen del Concurso de Cante Jondo, de cuyas bodas de oro solo se acordaron en la 'Peña de La Plata'. Lo cuenta muy bien su actual presidente, Jesús Plaza. "Fuimos los únicos que en 1972 celebramos el cincuentenario del concurso, que conmemoramos con otro en la plaza de San Nicolás en el que, por ejemplo, se consagró Calixto Sánchez tras ganar". Esa fecha ha sido recientemente rememorada por los socios, pero no es el único homenaje a aquellos 50 primeros años de la histórica efeméride que se realiza estos días: "Participamos en la edición de un libro que va a ser la obra cumbre del tratamiento del centenario. Lo estamos haciendo en unión con la Revista Puerta Elvira y se va a publicar en verano. También estamos trabajando en una serie de conferencias y de documentales antiguos de los fondos que tenemos en nuestra peña".

Entrada al carmen de la Peña La Platería.

La sede actual de la entidad está localizada en un carmen que adquirió en 1970 Manuel Liñán, presidente en aquel momento, como parte de un pago. Lo transfirió a la peña con la misma tasación y sin incremento alguno. Justo ese año se convirtió en el socio número uno al no haberse podido formalizar la constitución de La Platería antes en el Registro de Asociaciones por no existir una ley a tal efecto. Además de con un restaurante con gastronomía típica de Granada y una azotea con impresionantes vistas al Albayzín y la Alhambra, el inmueble cuenta con varios espacios, entre ellos un salón de cante para los espectáculos flamencos y dos estancias museísticas donde se guardan, entre otras cosas, la Medalla de Oro de las Bellas Artes concedida por los reyes de España, la del Festival de Granada, o la de la Provincia.

Y sonar han sonado los más grandes en el carmen situado en la albaicinera Placeta de Toqueros. Enrique Morente, Antonio Mairena, Fosforito, Menese, Mario Maya... la lista de ilustres del flamenco es extensa. "Por aquí han pasado todos los grandes artistas de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI. En los años setenta y hasta los ochenta no había los medios reproductores que hay ahora, por lo que el flamenco se reunía de una manera presencial. El flamenco buscaba los sitios donde estaban los flamencos y por eso hemos sido siempre un foco de la vida flamenca de la ciudad", explica Jesús Plaza, quien desvela que ahora se está trabajando en un proyecto de datación de los archivos escritos guardados en la peña. Antes se hizo con los sonoros. En esas estanterías se almacenan fotos, grabados o carteles y también objetos de muchísimo valor como la Lámpara Minera obtenida en 2007 por el cantaor granadino Juan Pinilla en el Festival de Cante de Las Minas.

Del Concurso de Cante Jondo al Festival de Granada

Y precisamente Juan Pinilla es una de las caras visibles del centenario del Concurso de Cante Jondo. Recibe a GranadaDigital en el Patio de los Aljibes, donde una placa recuerda que allí se celebró dicha efeméride, y el mismo lugar que 100 años después, "en la misma fecha y casi a la misma hora" –comenta–, revivirá la importancia de aquellos días 13 y 14 de junio durante la que actualmente es la cita con más abolengo de la cultura granadina, el Festival de Granada, otrora conocido como Festival de Música y Danza. Los caprichos del destino determinaron que este centenario del concurso no coincidiera con la septuagésima edición del certamen, sino con la septuagésimo primera. No obstante, la dirección ha programado una treintena de actividades bajo el epígrafe #Granada1922 para rendir homenaje a aquella fiesta del flamenco, en lo que se ha denominado "un festival dentro del festival".

Al igual que entonces, se darán cita artistas flamencos ya legendarios como Rancapino, Juan Villar, Vicente Soto, José de la Tomasa o Pepe Habichuela junto a otros cantaores en plenitud de sus carreras como Marina Heredia, Mayte Martín, Jesús Méndez, Rafael de Utrera, Pedro El Granaíno o el más joven Kiki Morente. El Malandain Ballet Biarritz rememorará con sus coreografías los estrenos de los ballets de El pájaro de fuego y La consagración de la primavera de Igor Stravinsky. Pero por encima de todo resaltan esas fechas del 13 y el 14 de junio, cuando "se emulará la estética jonda de aquellas noches" que encumbraron a Manolo Caracol o Diego 'El Tenazas', así como los cantes de Jerez, los toques de Manolo de Huelva o Ramón Montoya y, por supuesto, los puramente granadinos como el de Pepe Habichuela o José Cuéllar.

Un inconmensurable Ramón Gómez de la Serna fue el encargado de presentar aquel concurso. Cuentan las crónicas que el público apenas le dejaba hablar por las risas que le evocaba el creador de las greguerías. Cincuenta años después, el testigo lo recogió Rafael Gómez en el cincuentenario y ahora le toca el turno a Juan Pinilla"Gran parte de la crítica que se le hizo al concurso es que no permitió venir a los artistas profesionales, por lo que se perdieron voces que se podrían haber grabado en la época y que eran antológicas, pero yo creo que acertaron. El flamenco se encontraba en un momento en el que el fandango había adquirido tal dimensión que se habían olvidado los cantes primitivos como la soleá, la seguiriya, los martinetes".

Juan Pinilla en el Patio de los Aljibes de la Alhambra.

Y es que lo del debate de la pureza del flamenco se remonta a mucho antes de Rosalía. En 1922 ya generaba controversia: "Es cierto y resulta casi hilarante. En la época de mayor esplendor, que hoy prácticamente conocemos como la época dorada del flamenco –años veinte y treinta–, ya se decía que se había perdido la pureza. Hoy día es un tema que está tangente y sobre la mesa. Llevaban su parte de razón, al igual que podemos llevarla hoy. Entonces eran el fandango y los cantes por granaínas los que habían desplazado a cantes tan serios y de tanta enjundia como la soleá, la seguiriya, las saetas, los cantes por serranas, el polo o la caña. Cantes primitivos que de alguna manera se intentaron rescatar y que hoy día se escuchan en sitios muy contados y se deleitan por personas con paladares muy exquisitos".

Pinilla, que en el aspecto personal está terminando de escribir algunas biografías referentes al flamenco granadino, también es responsable de comisariar toda la parte del 71 Festival de Granada que entronca con aquel otro certamen del que se cumplen 100 años. Como 100 años hace que nació José Saramago, premio Nobel de Literatura del que también está escribiendo. Y por supuesto sigue promocionando su último disco, Humana Raíz, con el que ha sido finalista de los Premios de la Música Independiente. "También estoy trabajando en un proyecto que tiene que ver con otra importante efeméride de una generación de poetas granadinos. Y el año pasado creo que fueron más de cien los conciertos que realicé y este año voy camino de superarlos, con la particularidad de que se está abriendo ya el mercado internacional: Estados Unidos, Bélgica, Irlanda… Volvemos a navegar", confirma antes de despedirse deleitando a los visitantes de la Alhambra con un fandango del Albayzín que arranca con el famoso 'Dale limosna mujer' de Icaza.

Cuevas y tablaos en el Sacromonte

Y de la Alhambra la ruta conduce ya directamente al Sacromonte, donde comienza y arranca este reportaje. Allí está el meollo del flamenco puramente 'granaíno'. No son ni las nueve de la noche y los autobuses y taxis ya colapsan el camino que lleva por nombre el del popular barrio. Entre los numerosos tablaos flamencos que abundan destaca la mítica Venta El Gallo, fundado en 1977 por Juan Heredia 'Juanillo'. Hoy son dos de sus hijas –Antonia y Jara– quienes se encargan de la dirección artística. La bailaora Jara Heredia, que recientemente ha estado girando con su espectáculo Mariposilla de Acero, recibe al equipo de este periódico apenas una hora antes de que los comensales y espectadores se deleiten con el cante de Juan Ángel Tirado, la guitarra de José Cortés 'El Pirata' –compositor e intérprete, entre otros, del Himno del 80 aniversario del Granada CF– y el baile de Paco Fernández, Elena 'La More' y Susana Sánchez.

Respecto a la propuesta artística de la Venta, Jara Heredia explica que "nosotros tenemos nuestra plantilla fija, pero no están todos los días los mismos artistas. Cada uno tiene sus días y van cambiando. Eso hace que pasen cosas. Cuando a un artista le sale algo fuera, aprovecho para que vengan otros artistas que no están de plantilla fija y puedan trabajar también". ¿Pero cuándo hay que ir para pillarla a ella bailando? Ríe ante la pregunta: "Tengo la suerte de poder elegir cuándo bailo y cuándo no. A lo mejor lo hago dos o tres días en semana o sustituyo a alguna de las niñas. En realidad, lo voy viendo sobre la marcha".

"La Venta El Gallo es un tablao en el que puedes venir a cenar y ver el espectáculo. O simplemente ver el espectáculo y tomarte una copita, o lo que gustes, y disfrutar también de las vistas", recuerda la bailaora del Sacromonte, quien respira aliviada mientras que "gracias a Dios" comienza a percibir la recuperación pospandemia. "Se está empezando a ver ya el turismo internacional. Mucho americano y de Europa. También andaluces. El verano pasado, que todavía no se podía viajar libremente, la gente en lugar de irse fuera de España se quedó aquí para hacer turismo nacional", añade.

La ventaja del flamenco granadino es que permite disfrutar del espectáculo degustando cerveza y tapa con vistas a la Alhambra.

Jara Heredia pone el acento en la calidad de los shows que albergan los tablaos flamencos, alejando la trasnochada mala fama de antaño. "Los mismos artistas que están en los teatros y los festivales son los que están luego en los tablaos. Que no se piense que son solo para guiris, como viene mucha gente diciendo. Eso es un bulo que existe desde hace mucho tiempo y me da mucho coraje. Son unos pedazos de artistas con la particularidad de aquí en el tablao pasan cosas muy bonitas porque es un espectáculo más cercano y familiar. Los tablaos han sido siempre la universidad del flamenco", sentencia de manera incontestable una mujer cuya saga sabe muy bien lo que significa el trabajo. Su bisabuela paterna era canastera, un oficio típico del Sacromonte tiempo atrás. "A raíz de ahí mis tías y mi abuela empezaron a bailar en las zambras", admite antes de atestiguar que su hermana y ella misma representan ya la cuarta generación de bailaoras de la familia".

Jara define su Sacromonte como "un barrio muy flamenco". "Es un valle que está entre dos montañas por donde pasa el río Darro y con la Alhambra de marco. De ahí su belleza". "Los primeros espectáculos empezaron aquí, con la zambra. Aquí se escucha mucha música. Si no es por la zambra es porque un vecino se pone a tocar en su puerta la guitarra o yo me pongo a ensayar. Siempre se está escuchando música. Atrae mucho a los artistas de fuera, y no solo flamencos, sino pintores, escritores… Es un barrio muy bohemio", zanja. Capullo de Jerez, Remedios Amaya, Sorderita o El Niño Gitano son algunos de los grandes artistas que han desfilado por la Venta El Gallo en sus 46 años de historia.

La zambra y los palos del flamenco granadino

Y del Sacromonte, los gitanos, la sentimentalidad del pueblo y, por supuesto, el flamenco y su historia nadie sabe más que Curro Albayzín. La cueva en la que vive ha cambiado mucho con el paso de los años. Ahora también es el Museo de La Zambra, aunque solo admite visitas muy contadas. "Oh my god!", exclama emocionada una turista norteamericana apenas cruza la puerta junto al resto del grupo. Y eso que aún no ha visto las fotos en las que se puede ver a Curro con personalidades del mundo de la política y de la cultura como el rey emérito en varias ocasiones, el de Siria –al que le ha tapado la cara con cinta de carrocero "de malo que es"–, los de Grecia, Bill Clinton, Antonio Gala, Ian Gibson, Luis Rosales, Pedro Almodóvar, Paco Rabal o Zinedine Zidane, al que Curro no reconoció y le preguntó si seguía jugando pese que ya era entrenador del Madrid cuando visitó la cueva.

"Colgadas de estas paredes tengo toda la historia entera del flamenco en el Sacromonte desde 1840, que es cuando empieza la zambra a funcionar con la llegada de los románticos franceses: Gautier, Merimée, los Dumas. Los gitanos empiezan a bailarle. Desde esa etapa tengo documentos, fotos y toda la historia. Amante de Federico García Lorca, cuyo primer retrato colgado en la pared le costó un enfrentamiento con el régimen de Franco, Curro Albayzín no olvida el 'holocausto' que sufrieron los gitanos de su barrio tras las inundaciones de 1963, al tiempo que recuerda que proviene de una familia cantaora. "Mi madre es cantaora y mis tías y primas cantaoras. Eran todos flamencos, guitarristas. Con cuatro años empecé a bailar en esta cueva. Mi compadre Raimundo, que tenía 14 años, y mi primo Miguelito crearon una zambra a la que le pusieron de nombre Los Chavalillos y fue entonces cuando mi prima Mona (María Angustias 'La Mona') y yo empezamos a bailar con cuatro años aquí en la cueva", rememora.

En todo este reportaje, una palabra ha destacado por encima del resto: 'zambra'. Pero, ¿qué representa la zambra más allá de ser el baile flamenco propio del Sacromonte? Curro Albayzín arroja luz. "La zambra es un conjunto de bailes que hacen los gitanos autóctonos de Granada y que están basados en la boda gitana. 'Zambra' es una palabra árabe que significa 'ruido de instrumentos, jolgorio, jaleo'. Los gitanos cogen ese nombre y se lo ponen al espectáculo que ellos hacen para dárselo a estos románticos franceses de los que te hablaba antes, que fueron los primeros". Todo va basado todo en la boda gitana –concretamente en los llamados cantes de boda– y se empieza con la alboreá, para después pasar al tango de la flor, la cachucha, el fandango del Albayzín, el baile del petaco, la danza del vientre, la mosca, las manchegas...

Curro Albayzín observa algunos de los cuadros que cuelgan en su cueva del Sacromonte.

"Todos nuestros bailes tienen muchas reminiscencias árabes y son autóctonos del barrio. No se hacen fuera del flamenco. Hay una gama de tangos importantísima porque somos de las ciudades más importantes del tango flamenco junto a Badajoz, Cádiz o Sevilla. Nosotros tenemos unos tangos diferentes porque cuentan con un soniquete árabe, muy lento. Es otra manera de hacer los tangos que no es ni mejor ni peor, sino distinta. Y tenemos una gama extensa", sentencia. Además de los anteriores, Curro Albayzín destaca como palos del flamenco granadino a las granaínas –"que las hizo Eva Yerbabuena"–, las medias y los cantes del Albayzín. "Y después la zambra, que es lo más importante", reitera una vez más. El artista no deja pasar la ocasión de recordar que "ya en el año 1922 todos los periodistas hablaron de la zambra. En una de las poesías que escribió, Unamuno dijo: "No le hace falta a la zambra palacios hechos a mano". Fue un zambombazo el colorido, cómo se vestían ellas y la manera de bailar, accionar. En la Exposición Universal de París de 1889 todos los periódicos hablaron de los bailes primitivos que llevaron los gitanos del Sacromonte y Debussy habló mucho de la zambra".

Para el bailaor, el Concurso de Cante Jondo de 1922 fue "muy importante" porque "sacó el flamenco de las tabernas, las cuevas y los sitios raros para llegar al teatro. Todos los grandes de la cultura española y europea se dieron cita para realzar nuestro folclore, que es ese cante primitivo que era el cante jondo. Estoy hablando de pintores, escultores, poetas o músicos". Curro Albayzín no cree que el Sacromonte sea la cuna del cante jondo, "pero sí que fuimos los primeros que empezamos a comerciar con el flamenco, a venderlo. Entonces fue muy criticado por los flamencos de otras ciudades, cuando todo el mundo acabó haciendo lo mismo. En 1913, nuestros flamencos estuvieron en Brasil y en Buenos Aires. O en Nueva York presentando El amor brujo en los años treinta. Salió por el mundo entero: Londres, París dos veces, Biarritz también con El amor brujo... Fuimos de los primeros que pusimos el flamenco en orden". No en vano, para él, "la fama que toma el barrio la toma por el flamenco. Era más conocido el Sacromonte en el extranjero que en España porque se empezó hablar del barrio en Europa. Míjail Glinka habló en Rusia... La unión que hay del flamenco con el Sacromonte es muy importante porque el barrio se conoce en el mundo por el flamenco", concluye.

En el Albayzín, la Alhambra, el Sacromonte o cualquier rincón de la ciudad, Granada es flamenco. Fue el epicentro mundial que permitió al cante jondo ganar visibilidad y profesionalizarse en 1922. Alberga la peña más antigua del mundo y cuenta con un barrio en el que las cuevas son testigos seculares del legado iniciado décadas atrás por sagas enteras que mantienen vivos cantes y bailes autóctonos. Una herencia cultural que pervive en lo más profundo de una ciudad de 'embrujo'.

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