“Sabemos que lo que hacemos es peligroso, pero nunca desistimos hasta encontrar al herido” | Galería y Vídeo
El Servicio Especial de Rescate e Intervención en Montaña (Sereim) atiende una media de 72 casos al año
El teléfono suena y la actividad ya se empieza a acelerar. Una vez más, sus compañeros del 112 han recibido un caso que necesita su indiscutible manejo en uno de los terrenos más complejos y hostiles, la alta montaña. “Tengo mucho miedo, por favor, ayudadme”, se escucha al otro lado de la línea. Es Antonio, un joven que había decidido subir al Veleta y que, al verse con fuerzas, había seguido el camino del Mulhacén para ir al refugio de Poqueira, pero sin el material necesario.
Con la tarde cayendo y el hielo convertido en un terreno resbaladizo debido al creciente frío, Antonio se había visto precipitado 200 metros a un cortado, quedando inconsciente y sin posibilidad de conocer su paradero. Cuando había vuelto en sí con la noche ya entrada, la amnesia transitoria que le había provocado la caída le hacía que no supiese dónde estaba ni cómo había llegado allí, pero que se sintiese dolorido, helado y necesitado de ayuda.
“Tranquilo, lo que tienes que hacer es decirme dónde estás, mover un poco el cuerpo para calentarte y ponerte toda la ropa que tengas en la mochila. Mis hombres ya van hacia allí para ayudarte”, intenta calmarlo Rubén Santos, teniente del Servicio Especial de Montaña de la Guardia Civil (Sereim), con base en Granada, mientras prepara el operativo que llevará a sus hombres hasta el paradero aún desconocido del joven.
Así ponía en marcha una operación que contaría con 12 de los 16 agentes que conforman la unidad y que les llevaría a hacer una de las actuaciones más completas y arduas por la dificultad del terreno, la complicación de encontrar el paradero del herido y las técnicas de cramponaje, rescate y escalada usados.
Durante este acontecimiento que Rubén Santos recuerda con claridad a pesar del año que ha pasado desde su desarrollo, el teniente volvía a llamar cada 15 minutos a Antonio para calmar sus nervios y recabar una información más clara de su posición. “No sé dónde estoy, solo que me he caído y tengo mucho frío y mucho miedo”, mostraba Antonio en una de las situaciones que viven asiduamente los agentes del Sereim. Unos expertos que, gracias a su amplio conocimiento del entorno, consiguen atar los escasos cabos que los heridos les facilitan para encontrarlos.
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Para hacer que estos momentos límite puedan finalizar con el accidentado recuperándose de sus heridas y asistido por los agentes en tiempos récord –en menos de hora y media ya se encontraban junto al joven en este caso concreto-, los especialistas tienen que manejar técnicas tan dispares como barranquismo, escalada, alpinismo, esquí, espeleosocorro, cavidades subterráneas, rescate en medio acuático y en alta montaña, entre otros. Pero su labor no solo se centra en el rescate del herido, sino también en la investigación de accidentes producidos en la alta montaña, así como la asistencia a otras unidades.
De ese modo y gracias a los diez meses de preparación que reciben en Los Pirineos y a los entrenamientos constantes que realizan, los miembros del Sereim son capaces de actuar en terrenos tan dispares como galerías, simas, paredes, acantilados, barrancos, aguas bravas, alta montaña o estructuras verticales como cable de alta tensión.
Un trabajo “satisfactorio” pero, a la vez, peligroso. Una labor que ha llevado a que uno de sus agentes haya sufrido la congelación de dos dedos que, aunque ya curados, siguen ocasionándole fuertes molestias, así como la congelación de un pie de otro de los miembros del equipo. “Nosotros sabemos lo peligroso de nuestro trabajo. Es verdad que si escalando cae una piedra puede cortarnos la cuerda y ahí se acabó todo, pero en ningún momento pensamos en desistir hasta encontrar al herido. Podemos pensar una manera distinta de hacerlo sin ponernos tanto en peligro, pero desistir, nunca”, matiza Rubén Santos.
Otra de las dificultades con las que deben lidiar en sus actuaciones es el propio miedo de los rescatados. Así y tal y como explica el teniente, desde el primer momento sus hombres y él deben conseguir la cooperación y tranquilidad del herido para que el trabajo sea más cómodo y sencillo. “Lo primero que hacemos es tranquilizarlos e, incluso, si hace falta, hacerles bromas para que tomen confianza y así ya poder moverlos, porque, si están bloqueado, el rescate se dificulta”, relata.
Entre las principales causas de los accidentes que encuentra el Sereim en cada rescate se halla la falta de preparación y conciencia de los usuarios para hacer estas actividades, así como la sobrevaloración de sus fuerzas. De ese modo, una media de 72 casos debe tratar cada año el grupo. Las cifras parecen descender cada año, hasta haber pasado de 73 en 2014 a 72 en 2015, 69 el pasado año y 22 en el actual, aún a la espera de las actuaciones de verano.
Las épocas más complejas y en las que se suelen aglutinar los sucesos se centran en noviembre y febrero en la época invernal y junio y julio en verano. A pesar de ello, aseguran que depende del año y de las temperaturas y climatología que se de.
“Este es un trabajo muy satisfactorio que no deja ese mal sabor de boca de que preferirías no haber tenido que hacerlo. No, siempre tienes la satisfacción de que has hecho todo lo que has podido y, aunque a veces el resultado no sea el que querías y el herido fallezca o quede con lesiones irreversibles, el 99% de los casos consigues salvarlo y te da una satisfacción plena”, muestra este teniente “hijo del cuerpo” que descubrió su pasión por el Sereim cuando solo tenía siete años y conoció a un miembro del mismo cuerpo que él ahora mismo lidera.
La conversación entre el joven y Rubén continúa cuando la voz de Antonio cambia de manera contundente: los agentes lo han encontrado. Había sido la hora y media más larga y angustiosa de su vida, pero gracias a la ayuda de 112 y del Sereim, por fin podía respirar tranquilo.
Ya envuelto en una manta autocalefactable que le devolvía el color a su piel y la sensibilidad a sus extremidades, Antonio se dio cuenta de que al fin la pesadilla había finalizado. Los agentes, en una muestra de su fortaleza, le estaban subiendo en camilla por la parte trasera del Veleta. Tendría que reponerse de múltiples contusiones y fracturas, pero podría haber sido mucho peor. “Tuvo mucha suerte de que lo encontrásemos, la verdad, si llegamos a tardar más tiempo no hubiéramos podido encontrarlo con vida. El conseguir salvarlos es lo mejor de nuestro trabajo”, muestra Rubén.
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