Señales de un adiós

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Me cuesta ser optimista. Lo soy de naturaleza, a veces en exceso, pero tras el partido de ayer no tengo más remedio que bajarme del #yoconfío. Ojalá el próximo 24 de mayo tenga que echármelo en cara, pero a 24 de febrero, a tres meses de que la Liga baje el telón, me cuesta imaginar la Primera División de la próxima temporada con el Granada en ella. Hay señales contra las que no se puede luchar.
Podemos acordarnos de la familia de Álvarez Izquierdo, pegarnos 'calamonazos' contra la pared por la mala suerte en el Ciudad de Valencia o lamentarnos de haber tirado seis meses de Liga... Son ustedes bien libres de hacer y pensar lo que quieran, pero la realidad es que el Granada tiene un pie en Segunda. Y cómo duele escribirlo. El cruel desenlace contra el Levante de Lucas Alcaraz, sí, de Lucas Alcaraz, ese entrenador al que nunca se le dio el cariño que se merecía a pesar de salvar dos veces al Granada, ha dejado K.O. a los rojiblancos.
"No nos queda otra que seguir trabajando. Está complicado, pero esto es fútbol. Hay que luchar hasta el final", reflexionó Abel. Tópico que suena ya a resignación. No son solo los cuatro puntos de distancia respecto a la permanencia, son las pésimas sensaciones. Las cosas se hicieron mal desde verano y ahora vienen los lamentos y las prisas, pero esto es lo que hay y será mejor asumirlo. El fútbol siempre te devuelve lo que le das, y si le das la espalda, como hizo el Granada de Caparrós, con la connivencia de Pina y Cordero, es imposible que recibas nada (bueno) a cambio. Ya solo queda rezarle a San Judas Tadeo. Y aún así se me hace difícil creer en el milagro.