Sentía vergüenza de sentir dolor, de sufrir

Aunque la OMS recuerde que es un derecho humano tener acceso al tratamiento del dolor, que sientas dolor y no te resignes, también podría ser un derecho. ¿Y un deber?

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Un familiar se cuestionaba si la gente le entendía. Ella quería gritar "me duele todo". Acababa de ser diagnosticada de fibromialgia y fatiga crónica. Sentía vergüenza de sentir dolor, de sufrir. "Todavía no se lo he dicho a la mayoría de la familia". "¿Qué crees que dirán?" me preguntaba. En ese momento, el que sentía dolor era yo. ¿Cuántas veces has escuchado o dicho frases similares? Seguramente muchas.

Aunque la OMS recuerde que es un derecho humano tener acceso al tratamiento del dolor, que sientas dolor y no te resignes, también podría ser un derecho. ¿Y un deber?

Camino por el centro de Madrid. En el i-pod suena "Elegía" de Juan Manuel Serrat: "Un manotazo duro, un golpe helado/un hachazo invisible y homicida/un empujón brutal te ha derribado/Tanto dolor se agrupa en mi costado/que por doler/me duele hasta el aliento". Alguna vez habrás experimentado con asombro cómo el dolor es algo profundo, poco superficial.

Hace unos meses el Ministerio de Salud argentino promocionó un programa que decía "El dolor es una experiencia humana que va más allá de lo meramente físico. No sólo es un síntoma. Es un sentimiento, una emoción". Efectivamente, el dolor tiene un componente psicológico importante.

No sé si a ti te ha pasado, a mí sí. Fue hace unos años. Empiezas a quejarte mucho y no haces nada. Puede que estés cansado de sentir dolor, de levantarte cada mañana con el mismo sufrimiento. También puedes pensar que no tienes que conformarte. Quizás sientas que ese dolor puede debilitarte, pero en realidad, te hace más fuerte.
¿Recuerdas la última vez que te sorprendió ver que una persona pasó por algo negativo y salió fortalecido? Eso en ciencia se llama resiliencia. Y se ha demostrado que sucede en personas que sufren dolor incluso cuando éste es agudo y/o crónico.

Pero salir fortalecido del dolor es una consecuencia, no es casualidad. La forma de intentar conseguirlo es enfrentarte a tu dolor. ¿Cómo hacerlo?

El primer paso es intentar aceptar tu dolor. Piensa en la zona de tu cuerpo en la que lo estás sintiendo. Céntrate en qué sensación tienes, qué temperatura. Después, imagina que esa zona de tu cuerpo es cómo un globo de helio que tienes cogido con la mano, y suéltalo. Déjalo marchar.

Pregúntate qué fortalezas tienes para mejorar tu calidad de vida e intenta potenciarlas. Intenta poner en práctica las recomendaciones de los profesionales (rehabilitación, ejercicio en agua, analgésicos, descanso...).

Piensa una actividad que sea agradable y tenlo en cuenta a la hora de programar esta mañana, esta tarde, o esta noche. Las emociones positivas predicen disminuciones de dolor.

Cómo dijo la escritora española Concepción Arenal: "El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro".
Hasta que aceptó su dolor y se puso "manos a la obra", mi familiar sentía vergüenza de sentir dolor, de sufrir. Tras la aceptación, al crecer tantas competencias, el dolor se hizo proporcionalmente más asequible, tolerable y relativo a una vida vivida en primera persona.