Septiembre 1941

1) 41-09-28 Debut en primera Gr 1 Celta 1
Domingo 28 de septiembre de 1941. El Granada debuta en Primera División. Forman: Marín, Masside, Floro, Bonet, César, Cholín y Liz; con González, Sierra, Trompi y Millán
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Siete de los que están en la foto se estrenan como futbolistas de Primera. Menos los más veteranos: Marín, Cholín y Bonet, con amplia experiencia en división de honor, también aunque en mucha menor medida Sierra, el resto de los que componen la alineación titular del Granada son tan debutantes en máxima categoría como el propio Granada CF. Asimismo, la afición que abarrota las gradas debuta como hinchada primerdivisionista, y el mismo escenario en el que está hecha la foto está estrenando esta misma tarde su condición de recinto de primera categoría.

Y es que es esta una tarde de estrenos en la mejor tradición granadina cuando llega el día de la procesión de la Virgen de las Angustias. El viejo campo de Los Cármenes estrena tapete verde, recién resembrado su césped y allanado su terreno para acabar con los muchos hoyos que existían desde el momento mismo de su inauguración en 1934. Las dimensiones del terreno de juego son de 100 por 67 metros, algo más pequeño de lo que venía siendo en años anteriores porque el nuevo míster, Paco Bru, ha decidido recortarle tres metros por cada uno de sus lados para que sea más fácil atrincherarse ante la propia puerta ya que el modesto Granada a poco más podrá aspirar cuando tenga que recibir en este verde a los grandes del fútbol español. De los 10.500 que caben en las gradas, sólo los socios de tribuna tienen asegurado que podrán ver toda la temporada a su equipo desde el mismo sitio del campo porque a las demás localidades no ha llegado todavía la numeración, aunque sí que acaba de llegar por fin -otro estreno- el cemento a las once filas de los frontones (las preferencias), donde ya los socios no tendrán que andar chapoteando en el puro barro. También han sido remozados los ambigús, los vestuarios y la enfermería.

Chiste de Miranda en Ideal sobre la reducción del terreno de juego de Los Cármenes

Chiste de Miranda en Ideal sobre la reducción del terreno de juego de Los Cármenes

 

El Granada CF quería que su debut en primera tuviera lugar el lunes 29 de septiembre, San Miguel, fiesta local, y con bastante antelación la directiva rojiblanca hizo las gestiones pertinentes para evitar que coincidiera con la procesión de la Virgen de las Angustias, pero los gallegos no dieron el visto bueno. Así, el domingo 28 de septiembre de 1941, a las 15 horas para que diera tiempo a todo el mundo para acudir a la procesión de la patrona, en una tarde ventosa y nublada, el Granada CF debutaba en el Campeonato de Liga de Primera División y jugaba contra el Celta el primero de los 747 partidos de máxima categoría que hasta el momento ha disputado. Floro; Millán, González; Maside, Bonet, Sierra; Marín, Trompi, Cholín, César y Liz vistieron de rojiblanco. Sólo eran novedades en esa alineación Sierra y Marín. Con Los Cármenes a rebosar y bajo la dirección del prestigioso árbitro internacional Ramón Melcón, sólo faltó que el resultado hubiera sido una victoria, pero el Granada no pudo pasar del empate a un gol, marcado por César (el que hacía el número 1 de los 830 que van hasta el momento) en remate de cabeza en el undécimo saque de esquina que lanzaba, servido por Liz, y que valió para neutralizar la ventaja gallega obtenida en la primera mitad por mediación de Venancio.

César entre Marín y el céltico Deva marca de cabeza a la salida de un córner el gol número uno del Granada en Primera

César entre Marín y el céltico Deva marca de cabeza a la salida de un córner el gol número uno del Granada en Primera

Según Hoja del Lunes de La Coruña, el juego en general fue de escasa calidad, y el Granada adoleció de falta de ligazón entre sus líneas y de entrenamiento. Igual comentario puede leerse en Mundo Deportivo. Los mejores rojiblancos para estos medios fueron César y los dos nuevos, Marín y Sierra.

Para Cirre en Patria, «Ni llovió, ni hizo sol, ni vimos buen fútbol». Según el plumilla, lo poco que se vio, fases aisladas, momentos relámpago, obedeció más a acciones individuales que a juego de conjunto, y el público, que abarrotaba Los Cármenes, se aburrió bastante. Para Cirre, lo mejor del Granada, que dominó en casi todas las fases del juego pero sin mordiente, fue la pareja Millán-González.

Por su parte, Fernández de Burgos para Ideal dice que el fuerte viento impidió a los dos equipos realizar un juego preciso e incide en que el Granada está falto de forma y acoplamiento, y que la directiva iniciará de inmediato gestiones para reforzar el equipo. Para el repórter de Ideal, no tenemos un once para aspirar a los primeros puestos, pero con unos ligeros retoques y una mayor compenetración podemos hacer un papel discreto.
Todavía no se habían cumplido diez años desde el que es para la historia el primer partido oficial de nuestro equipo, el que se jugó (y se ganó 1-2) en Jaén, en el campo en cuesta y lleno de guijarros de Peñamefécit, el 6 de diciembre de 1931. En aquella lejana fecha la categoría del club era Tercera Regional, el último escalón del fútbol federado. Algo menos de diez años después disfrutábamos de la máxima categoría. Es desde luego algo digno de alabar y motivo de orgullo para el granadinismo.

Todo esto ocurría ese 28 de septiembre de hace 78 años dentro del estadio de Los Cármenes. Fuera del mismo, como último domingo de septiembre que era aquel día, había por las calles granadinas un hervidero de gentes de todas las edades y condiciones, muchas de ellas forasteras, que abarrotaban la ciudad y los bares y restaurantes. Unos establecimientos de hostelería obligados a observar las normas dictadas hacía poco más de un mes por el gobernador civil de la provincia, Antonio Gallego Burín, según las cuales estaba prohibido ofrecer comidas a la carta y todos los negocios venían obligados a disponer de al menos dos minutas (nada de menús, palabra francesa y por tanto ajena a la lengua del imperio) a base de entremeses (sopa en la cena), dos platos y postre, fijando también el precio máximo que se podía cobrar. Pero si los muchos naturales e importados que pululaban por la ciudad lo que querían era picar unas tapas, éstas tendrían obligatoriamente que consistir en: aceitunas, almendras, avellanas, anchoas en lata, mariscos frescos, mariscos cocidos, sardinas en lata o atún en lata, y nada más. Pero es que si lo que querían era comerse unos bocadillos, la engañifa no podría consistir en guisos, fritos, embutidos, fiambres o ensaladas rusas. Y es que hay que recordar que en 1941 la mayoría de los productos de alimentación, sobre todo los básicos y de primera necesidad, estaban sometidos a tasa, es decir, estaban racionados porque no había o eran tan escasos que no cubrían la demanda de los mismos, y con estas normas y prohibiciones se perseguía evitar que por la vía hostelera se burlaran los decretos de racionamiento.

Es una Granada metida en plena faena de obras de adecentamiento y mejora que inició Gallego Burín cuando todavía era alcalde, y que resulta intransitable en muchos lugares céntricos. Hace un año que comenzó la demolición de la “infecta” Manigua que ha convertido toda aquella zona en un solar maloliente y polvoriento, así que si algún visitante más o menos rijoso tenía pensado aprovechar su visita a Graná con la excusa de ver la procesión para echar una cana al aire, no podrá ir a donde solía y tendrá que buscar por San Matías, San Juan de los Reyes o las tapias de la estación de Andaluces, si es que su poder adquisitivo es menor. Por otra parte, acaban de terminar los trabajos de supresión de la fea joroba que coronaba el Embovedado y que hacía que los que iban por una de sus aceras no vieran de los de la acera de enfrente (todos probos ciudadanos, no vayamos a malinterpretar) más que el sombrero; en pleno centro del Embovedado, ya rebajado, ha nacido una rotonda (que debe ser la primera de la historia en nuestra tierra) donde está previsto instalar, trayéndola del Salón, la fuente de las Batallas, otro de los muchos monumentos granadinos viajeros.

En este día de fiesta mayor no hay toros en Granada, pero si los hubiera tendrían que ser obligatoriamente en la plaza del Triunfo porque la otra plaza, la de Doctor Olóriz, se halla convertida en estos momentos en campo de concentración de mendigos y menesterosos a raíz de otra ordenanza dictada por el gobernador Gallego Burín prohibiendo la mendicidad y que ha hecho que numerosos pedigüeños callejeros, entre ellos gran número de niños, sean recluidos en el coso para, una vez tomada su filiación, ser desparasitados, desinfectados y devueltos en tren a sus lugares de origen. Mientras sí o mientras no, Auxilio Social y la Asociación Granadina de Caridad se ocupan de su manutención. Por la misma razón, cientos de cuevas y chozas en el Beiro, en el Barranco de la Zorra y en el cerro de San Miguel acaban de ser demolidos.

En los diarios locales se publican a diario breves anuncios remitidos desde la distante Alemania solicitando madrinas de guerra, acompañando el anuncio de una dirección en un apartado de correos. Son los granadinos que hace poco partieron enrolados en la que se llamó División Azul, que mientras esperan a ser trasladados (¡andando!) al frente ruso para en uniforme de la Wehrmacht combatir al comunismo, quieren mantener una relación epistolar de amistad con paisanas, con independencia de su edad o estado civil. Nos hubiera gustado saberlo pero ignoramos si pudo así nacer algún romance o qué número de saquitos, bufandas y calcetines tejidos por manos amorosas viajaron desde Granada a algún lugar perdido de Alemania o de las estepas rusas.

Eduardo Entrala Ríos, el primer secuestrado por la banda de los Quero

Eduardo Entrala Ríos, el primer secuestrado por la banda de los Quero

En los corrillos a media voz, dado que los periódicos tienen prohibido hablar de la cuestión, la comidilla en la Granada de finales del verano de 1941 es la banda de los atípicos maquis urbanos hermanos Quero, que no hace ni un mes han llevado a cabo el primero de sus más conocidos audaces golpes a la luz del día, el secuestro en pleno paseo de la Bomba (por entonces de Isabel la Católica) del coronel de Intendencia retirado Eduardo Entrala Ríos, abuelo de José Luis Entrala (un saludo, maestro), por el que pidieron la muy astronómica cifra para la época de 500.000 pesetas de un rescate que finalmente no llegaron a cobrar.