Ser buen directivo con la sabiduría de la humildad para hacer las cosas lo mejor posible

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Decía el otro día mi admirado Xavier Marcet, al que traigo habitualmente a mis artículos para ayudarles a que tengan más y mejor luz, que lo que hace un directivo es dedicar tiempo a:

a) dar resultados hoy con nuestra agenda del día a día
b) crear las oportunidades del mañana
c) aprender para poder inspirar
d) esquivar a los tóxicos para que no nos colonicen la agenda

Son 4 actividades básicas de un/a buen/a directivo/a donde habla de hoy y mañana, de hacer y comunicar lo hecho.

Es evidente que todo ello implica coherencia y consistencia. Los líderes consistentes no es bueno que pretendan demostrar que saben de todo, sino que combinan la doble dinámica de tomar decisiones de contingencia y, a la vez, ser capaces de crear nuevas oportunidades, manteniendo la calma y pensando qué es lo que se va hacer pensando siempre en los profesionales, los resultados y los clientes. Es una cuestión de asumir riesgos y equivocarse, procurando aprender de los errores para avanzar.

Y, ¿qué debe hacer un buen líder en estos momentos?

• Ser auténtico y liderar con el ejemplo.
• Comunicar con claridad y con verdad.
• Tener capacidad de resilencia. No esconderse ni esperar a que todo pase.
• Ajustar expectativas.
• Actuar y tomar decisiones. No hay planes perfectos en tiempos de crisis, hay que tener agilidad para redefinir objetivos y agendas.
• Combinar el propósito con visión.
• Contribuir a la sociedad con liderazgo ético como valor añadido diferencial.
• Trabajar con humildad. Y también con honestidad, basado en hechos, con las habilidades necesarias, con un toque de humor y con el grado de heroísmo necesario para conseguir el éxito.

Es evidente que la humildad es una forma de sabiduría. Es un modo de estar y de relacionarse que tiende a dejar espacio a los demás, que no caen en la autocomplacencia del halago fácil. La humildad está incrustada en sus trayectorias como algo que surge de un modo natural.

La humildad, seguramente, o es natural o no es. La humildad es la que permite a esos líderes continuar mejorando. Intentan encontrar personas de la que inspirarse y poder así continuar inspirando a su gente. La humildad es la que les permite valorar los éxitos de los demás y los propios con un rasero similar, proporcionado. Escribir es tener la valentía y la humildad de poder equivocarse en primera persona y rubricarlo. Los directivos que escriben son más confiables, ya que mantienen la empatía, saben el esfuerzo que exige porque antes lo han experimentado y contienen sus egos y ceden el paso. Los que respetan y respetan sin escalafón.

Es evidente que necesitamos líderes que militen en el empoderamiento y la autonomía de su gente, que escuchan, hacen preguntas y vuelven a escuchar. Es que no hay humildad que no escuche. Los directivos humildes saben que lo importante es que la gente pueda crecer. Y la gente se siente crecer cuando aprende y cuando asume más responsabilidad. Los líderes humildes reconocen por igual al talento y a la buena gente. Y es que la buena gente es la base de una comunidad generosa, ten en cuenta que sin respeto no hay comunidad. Y también necesitamos directivos humildes que también sean intolerantes contra la altivez que ofende.

Pero, sobre todo, los líderes humildes triunfan porque escapan de los trastornos de la altura. La humildad no es compatible con la ostentación. Los directivos humildes se empeñan en crear organizaciones abiertas. Porque creen que fuera hay quien puede innovar, porque se afanan por entender cómo cambia el mundo y cuáles son las tecnologías que les pueden cambiar la partitura a sus productos o servicios. Los directivos humildes aprenden y desaprenden. Y se requiere líderes que, con humildad, sepan modificar el rumbo, que no se aferren a sus pronósticos y que sepan leer antes que otros los cambios necesarios. La flexibilidad requiere humildad. Y es que para mi, los humildes dudan, por eso son confiables. Y finalmente, los directivos humildes no necesitan decirlo todo, hacen de la brevedad una forma de respeto a los demás. Por tanto, las organizaciones requieren de grandes dosis de humildad y mucha confianza.

Por tanto, liderar es confiar en los demás y confiar en nosotros mismos, superando nuestros miedos, siendo facilitadores. La clave está en dejar al otro que plantee sus propias soluciones, y sólo cuando ha agotado las posibilidades, plantear las nuestras a modo de alternativas, para evitar que sean vividas como una imposición, lo que aumenta la responsabilidad y el compromiso. Junto a todo ello, es vital fomentar la interdependencia y la confianza, pues la confianza es el valor máximo a preservar en un equipo si queremos que este funcione y más si queremos que funcione bien, buscando resolver problemas, sin buscar culpables. Es decir, trabajar con honestidad y apertura, sin agendas ocultas.

Es básico tener en cuenta que, al final, la calidad del liderazgo como directivo se aprecia en la actitud (no la actitud despreciativa que tiene mi jefa) y el comportamiento de las personas que son colaboradoras. Y esto no pasará desapercibido en el entorno de la organización. Así que, es fundamental olvidarse de controlar. Y al mismo tiempo es importante trabajar para facilitar e inspirar. ¡Cuanto le faltan a algunas para llegar al mínimo! Confiemos en el futuro con otros/as. La organización se lo merece.