'Serendipia': Los compañeros de piso más solidarios
En este proyecto, la Fundación Empresa y Juventud promueve la convivencia entre 'mentores' y solicitantes en pleno corazón del Zaidín
Ayudar a otros cuando lo necesitan es algo intrínseco en el ser humano y en la sociedad. Médicos van a guerras desinteresadamente, profesores van a países con baja escolarización a enseñar y gente de a pie se apunta a voluntariados para ofrecer lo que puedan a los que lo necesitan. Con ese concepto, muchas asociaciones nacen para poder conectar gente que lo necesita y gente que puede ayudar en una simbiosis personal, donde ambos se enriquecen, unos de una manera y otros, de otra. María, Marta y Manu son tres de los muchos estudiantes que, a lo largo del país y la provincia de Granada, han decidido dedicar un gran porcentaje de su año a convivir con personas con discapacidad intelectual. El 'Proyecto Serendipia', coordinado desde el área social de la Fundación Empresa y Juventud, filial de Aldeas Infantiles SOS, en colaboración con la UGR, busca ayudar a personas con discapacidad a dar el impulso e independizarse. Para ello, los acompañan durante cierto tiempo y los invitan a cohabitar con los 'mentores', en este caso, los antes nombrados. En el caso de María y Manu, ambos son estudiantes de Psicología, mientras que Marta está estudiando Educación Social.
El 'Proyecto Serendipia' nació en 2016. Durante estos seis años, muchas personas han pasado por el piso en el que conviven. Este año es el turno de Juan, Borja, Carlos, Pepe e Ignacio, que han tomado la decisión de participar. Algunos llevan varios años ya en el piso conviviendo tanto con otros participantes como con los mentores y para otros este es su primer año, como es el caso de Ignacio, Carlos y Borja. A pesar de ser su primer mes, Borja ya ha podido sentir algunos de los efectos positivos de la convivencia.
La función de los mentores es convivir con ellos, que puedan sentir de primera mano la experiencia de tener un compañero de piso. "No sabíamos a lo que nos enfrentábamos, al principio entramos con un poco de incertidumbre, pero nos han acogido muy bien, siempre se están riendo... Llevamos un mes, pero ya miedo, ninguno", comenta Manu. "Teníamos un montón de dudas, los días que estábamos haciendo la formación, cuál es mi papel... Llegábamos sin tener ni idea de qué íbamos a hacer y quedaba una semana para entrar, pero ha sido súper fácil, llevamos un mes pero me siento como si llevásemos seis años aquí", dice en este caso Marta. "No sé si miedo, es esa incertidumbre de no saber qué te vas a encontrar, más que miedo, eran ganas de saber qué iba a ocurrir", afirma María, que lo encaraba en un principio con algo menos de miedo y más ilusión. Pero en lo que coinciden los tres es que están más que contentos con el poco tiempo que llevan de convivencia.
Aunque al principio pueda parecer diferente, la idea es que los mentores aprendan de sus compañeros y sus compañeros de los mentores. Una relación recíproca en la que todos se ayudan y crecen como personas, una relación bastante más profunda que la de un simple compañero de piso, donde se habla, se comparte y se crece como persona. En pocos pisos de estudiantes se realiza una asamblea una vez al mes para hablar de los problemas que surgen. Y en menos todavía hay una libreta con el nombre de cada uno de los compañeros, donde los otros escriben cosas que les gustan y otras que no tanto del resto. "Si tenemos un problema, lo arreglamos entre todos", comenta Ignacio. "Si Pepe, por ejemplo, llega mosqueado, se le pregunta, y entre todos le echamos una mano para ver qué le pasa, lo habla, le damos unos consejos. A veces hemos tenido problemas que duran un par de días, y ahí entran los compañeros, que nos invitan a sentarnos y lo arreglamos, o bien tocamos la campanita", agrega Pepe. La campanita está en mitad del salón, y se toca siempre que hay "movida", y se reúnen. O, por ejemplo, cuando alguien considera que alguien está gritando más de la cuenta. "La campanita también se usa para otras cosas, bromitas... A veces, cuando estás dormido, te la tocan en el oído", dice Ignacio, con un tono acusador y mirando directamente a Pepe. Todos ríen. "De momento, estos mentores no han estado en ninguna discusión que hemos tenido en la casa", dice Juan. "Yo he tenido muchas discusiones y otros compañeros sí que han tenido que intervenir", concluye.
Cada uno tienen sus aficiones. A Ignacio, por ejemplo, le gusta el baloncesto y correr. Lleva más de 15 años abonado al club de baloncesto de la ciudad - cinco al antiguo CB Granada y diez al Fundación CB Granada- y ha quedado varios años en el segundo puesto de la modalidad de personas con discapacidad de la maratón de Granada. "Intentamos retomar los entrenamientos, pero no pudimos", comenta Pepe. Juan es uno de los que ha descubierto su afición al deporte gracias a Serendipia, y ha conseguido un reto más complicado que los 20 km que suele hacer cuando se decide a pegarse una caminata por el monte. Cuando entró a Serendipia era fumador, pero ha conseguido desengancharse. Para celebrar el año, se fueron a dar un paseo por el monte.
Algunos tienen ciertas dificultades con ciertas palabras. Otros simplemente las cambian por diversión. De cualquier manera, todas están recogidas en una de las 'atracciones' más concurridas del piso, la libreta de las palabras enredadas. En ella apuntan e imprimen palabras que se han pronunciado mal durante una conversación entre los habitantes de la casa, y hay algunas muy peculiares.
Pedro Alarcón del Antonio (Pedro Antonio de Alarcón), listeza (inteligencia) o gollugar (yugular) son algunas de las palabras encontradas entre sus páginas, y así hasta más de 74 palabras. Es una buena manera de que los chicos se lo pasen bien analizando los errores que han cometido y, así, además, no lo conviertan en algo 'negativo' y sepan reírse de sí mismos.
A algunos, como a Carlos, la preparación antes de entrar a Serendipia le ha costado un poco más pero una vez que ha empezado a convivir (lleva solo unos días) ya no quiere irse. Otros lo han visto como una oportunidad para crecer, aprender y ganar en autonomía personal. Ignacio, por ejemplo, tiene 47 años, y lleva ya cinco meses en Serendipia y afirma estar "encantado".
Unos abandonan antes la casa, otros después. Lo que está claro es que ellos, al igual que los mentores, están encantados, y todas estas iniciativas que, sin ánimo de lucro, pretenden hacer del mundo un lugar mejor, serán siempre bienvenidas en Granada.