¿Qué nos encontramos hoy, nieve o hielo?

El hielo es uno de los grandes obstáculos para el esquiador a la hora de planear el día de nieve. Evitarlo, por lo tanto, es muchas veces el gran objetivo y por ello suele ser tema de debate entre esquiadores en días previos a la subida. Cuál es la hora ideal para ir a esquiar y así no encontrarse con una pista helada es la gran incógnita. Hemos de tener en cuenta que si la nieve del día anterior es de calidad polvo, al día siguiente, si la temperatura se ha mantenido por debajo del salvo que se haya fundido por las elevadas temperaturas, seguirá siendo nieve polvo, a pesar del descenso de temperaturas de la noche.

Recién caída la nieve, la encontramos ligera y suelta por la gran cantidad de aire que se acumula entre copo y copo. Todos ansiamos poder esquiar en estas condiciones. Sin embargo, una vez que comienza a esquiar la gente y las máquinas pisa-nieves realizan su labor, esa nieve se va compactando. El resultado es la pérdida del aire existente entre copo y copo y la consiguiente transformación en nieve polvo dura, que puede permanecer en ese estado mucho tiempo, mientras se mantengan las temperaturas por debajo del punto de fusión.

Antes de convertirse en hielo, la nieve se vuelve más húmeda por la subida de las temperaturas. Incluso habrá llegado a la “nieve papa”, como la conocemos los esquiadores. Una vez ablandada, se vuelve a enfriar por el descenso de las temperaturas durante la noche. De esta forma se convierte poco a poco en hielo. Este hielo jamás volverá a ser la ansiada nieve polvo, aunque sí es cierto que con el enfriamiento prolongado y un buen pisado de pistas ira mejorando su calidad.

Lo cierto es que es muy extraño, por no decir imposible, encontrarse con una estación libre de zonas de hielo. Debido a esto es importante aprender y practicar el esquí en todo tipo de condiciones y, sobre todo, con material en buenas condiciones. Esto hará que podamos disfrutar en cualquier época y estación y, lo más importante, que estemos seguros haciéndolo.