"La sobreprotección parental puede provocar problemas de ansiedad porque los niños no saben gestionar las emociones"
Teresa Jesús Roldán, psicóloga granadina, desgrana los aspectos positivos y negativos de los nuevos estilos de crianza de los pequeños
El mundo evoluciona. Si se piensa en la sociedad de hace 20 años, hablar sobre el aborto, la homosexualidad o la violencia de género era prácticamente imposible, casi tabú. Actualmente, la sociedad expresa libremente sus sentimientos y sale a la calle para luchar por el feminismo, por la libertad y por el derecho de elección de las personas. Al igual que la sociedad avanza, la educación también lo hace. Las mujeres ya no se dedican única y exclusivamente al cuidado de sus hijos. Trabajan al igual que sus parejas y la crianza de los pequeños debe ser compartida. Con el cambio generacional ha llegado una nueva forma de crianza parental muy distinta a la que podía verse un par de décadas atrás, un sistema de educación que cuenta con muchos adeptos, pero también algunos escépticos.
La crianza de los hijos ha derivado a un método de enseñanza más orientado a sus emociones, a una educación afectiva, sosegada y donde se busca que el pequeño no reciba estímulos negativos. Sin embargo, esto deriva, en ocasiones, en una excesiva sobreprotección por parte de los progenitores. “Los pequeños de ahora son más libres, sobre todo, a nivel emocional, tienen una mentalidad más abierta, por ejemplo, a la hora de hablar de sexualidad. Esa libertad con la que se les está educando debe llegar a un cierto punto. El niño debe tener normas, un sistema de seguridad que lo va a proteger, pero que también tiene que respetar. El darle excesiva libertad conlleva que no comprendan normas o que no sepan pedir ayuda porque creen que pueden hacerlo todo solos”, explica Teresa Jesús Roldán, psicóloga especialista en Atención Temprana.
Solo hay que entrar en las redes sociales para comprobar cómo se comportan actualmente los padres con sus hijos. Lenguaje positivo, refuerzo positivo, evitar los llantos, los castigos o aspectos que pueden ser tóxicos como los gritos o los calificativos negativos tipo “eres un desastre”. A priori esto es un avance, pero también tiene una cara B. “Un castigo físico o emocional merma la autoestima del niño o niña. Se debe tener mano izquierda, ir mediando para poder darle una buena educación. Se suele buscar que no llore, que haya siempre un refuerzo positivo. Esto está bien cuando se es el protector del menor, el único entorno que tiene, pero cuando el pequeño empieza a ir al colegio o sale al parque, eso es el mundo real y ahí existen tanto los refuerzos positivos como los negativos. No podemos enseñar que si se empuja a mamá ella no va a tener ninguna reacción, porque así se le enseña que empujar está bien”.
La crianza actual centra todos sus esfuerzos en buscar que el pequeño no sufra por absolutamente nada. Seguro que todos los jóvenes o adultos de ahora han escuchado esa mítica frase de: “Cómo vaya yo vas a llorar con razón”. Ahora, es muy habitual ver cómo a la primera lágrima muchos padres acuden rápidamente a evitar que su hijo o hija pase por un mal rato. Aunque este acto se realice con la mejor de las intenciones, también puede tener sus repercusiones negativas. “Llorar fomenta el autocontrol del niño. Tiene que tener esas experiencias para crear su personalidad y su autocontrol. A los pequeños hay que avisarles, por ejemplo, que si se sube a la acera con la bici se puede hacer daño. Si al final se sube y se cae, iré a ver si está bien, pero lo dejaré llorar. Después le diré que eso le ha pasado porque no me ha escuchado. Ellos tienen que entender que sus acciones tienen consecuencias. Ahora se ve mucho cómo las familias no dejan que el menor tenga esas consecuencias negativas, pero es necesario porque en el mundo real existen y tienen que estar preparados para la realidad”.
¿Es posible llevar este estilo parental de crianza a la perfección?
Hace unas semanas, la presentadora Tania Llasera expresaba su profunda frustración y sentimiento de culpabilidad por no cumplir con ese nuevo patrón de crianza que se ha instaurado en la sociedad. La bilbaína contaba a través de un directo de Instagram cómo, en ocasiones, la situación en su casa con sus pequeños de siete y cinco años llegaba a tal punto que era casi inevitable no darles alguna voz, algo que está prohibidísimo en la actual crianza de los hijos. Llasera abogaba por mostrar la realidad y dejar a un lado toda esa perfección que se muestra en las redes sociales. No siempre se tiene un buen día, no siempre el padre o la madre tiene la fuerza necesaria para usar la paciencia como su principal arma para explicarle algo a sus pequeños. Los padres no son solo padres, son personas, parejas, trabajadores… Esto también repercute en los niños.
“Hay veces que las madres llegan cansadas a casa, porque esta sensación de culpa pasa más con las mamás al tener una mayor implicación emocional. Esa situación de decir ‘no puedo más, necesito ayuda’ es necesario verbalizarla y gestionarla, sobre todo, para no volcar ese estrés o esa frustración sobre el niño. Sentimos esa obligación moral de estar con los hijos o de, por ejemplo, jugar con ellos incluso cuando no podemos más. Hay momentos en los que el pequeño también te da voces a ti, tiene rabietas… es en esa parte más emocional cuando hay que explicarle tranquilamente que papá o mamá no están bien, que están cansados y no quieren jugar, que cuando descansen un poco jugarán. Así se le da al niño la capacidad de paciencia, de esperar y de entender que no todos los días son iguales”.
Esa nueva mentalidad de buscar una crianza “perfecta” deriva en una sobreprotección del menor, tanto así que se extrapola a todos los ámbitos que rodean al niño, incluido el colegio. Es común ver cómo las familias interfieren cada vez más en el ámbito educativo de los niños, llegando a cuestionar el trabajo de maestros y profesores. Ante esto, Teresa Jesús Roldán apunta que “la lucha de egos entre padres y profesores está provocando que se pierda el foco que es el niño. Hay que dejar espacio, no se puede entrar en todas las decisiones que se toman entorno al hijo. El pequeño es un cómputo de todo lo que pasa a su alrededor, es por eso que hay que llevarse bien entre padres y profesores. Estos pasan muchas horas con ellos, los educan, crean pensamientos, les dan apoyo. Debe haber un respeto mutuo”.