Soldado Aquiles
El acrónimo VAR (Vídeo Arbitraje Regulado) puede adquirir significados alternativos según las circunstancias. Por ejemplo, muchos celtistas dirán que “Vaya Árbitro Regalado”; a los que nosotros, granadinistas, podemos responderles con un “Vigueses, Acaten Reglamento”. El parte médico, por desgracia, podría confirmar que “Vico Aquiles Roto”. Personalmente, ante tal tensión, me quedo con el “Vamos A Relajarnos”.
Tan relajado empezó el partido, que podría decirse que en la primera media hora el parón se interrumpió un par de veces para jugar. En una de esas, a los 9 minutos, el Celta encontró lo que llevaba buscando el Granada 61 años: su propio punto débil. Este, por lo visto, estaba escondido en el talón de Aquiles de Roberto Soldado. Allí se clavó como una flecha la puntera de Jorge Sáenz, y el árbitro tiró de avances tecnológicos y reglamentarios para expulsar a este Paris celtarra. Y como ya saben, o no, la solidaridad es un valor fundamental en el equipo de Fran Escribá. Tanto es así, que Beltrán llegó a tiempo a los vestuarios para enjabonar la espalda de su compañero.
Nueve contra once y con parte y media por delante, recordé cuando de chavales jugábamos al Fifa en la Playstation a ver con cuántos expulsados nos suspendían el partido. Creo que era con cinco. No se llegó a tal extremo, aunque en 30 minutos ya se habían roto Fede Vico y la Fe de Vigo. En el borde del descanso el gol encontró la cabeza de Germán Sánchez, káiser de La Isla, y las agujetas hallaron el brazo derecho de Prieto Iglesias, árbitro en aprietos.
La cosa pintaba tan o más negra para el Celta que para la industria de la carne mechá. Pese a ello, dos personas en Vigo mantenían la moral alta: Iago Aspas y Abel Caballero. El primero, porque “dicen que nunca se rinde”, y el alcalde, porque ve luces donde nadie más las ve y, además, andaba ya impregnado del espíritu navideño. Obviamente, los dos faros de Vigo se apagaron con el zapatazo del Yangelsito Herrera que, por fin, nos permitió irnos, satisfechos aunque raros, a dormir la preceptiva siesta de domingo.
Ahora, toca cambiar la ‘v’ por la ‘b’. Olvidarnos del Var. Celebrar en el bar. Y pensar en el Barça.