Solo en casa

jerte-fallecido
Fuente: EP
Martín Domingo @sundaymart
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Leo en el periódico que la primera dama polaca dejó a Trump con un palmo de narices y que los antisistema que se manifestaban en Hamburgo contra el G-20 impidieron a Melania salir de su residencia.

Que el gobierno pretende poner freno al desafío catalán echando mano de la Ley de Seguridad Nacional en vez del manoseado artículo 155.
En las páginas de sociedad, que es el nombre solemne del cotilleo de toda la vida, dicen que Corinna, la amiga entrañable de don Juan Carlos, dejó de ser princesa hace doce años, cuando se divorció de su marido, aunque aún lo siga siendo en el corazón del rey emérito.

Cristiano presume de cuerpo -qué novedad- en una playa privadísima junto a un amigo cachas y exhibicionista como él. En los comentarios digitales, hay mucho maledicente que cuenta con los dedos de una mano los años que faltan para que termine su carrera y salga del armario.

En la tele -¡en qué tele va a ser!- Pablo Iglesias habla de Colau y Puigdemont, de la comisión de investigación sobre las cloacas del Estado, de la cercanía del nuevo PSOE al proyecto de Podemos. Está en Cádiz, delante del Falla, y la pantalla lo muestra con un bic entre las manos, el mismo al que no dejó de dar vueltas en el debate televisivo de las generales. Este hombre es una pose con patas, no se relaja ni en un campamento de verano. Se agarra al bolígrafo y habla, habla, habla.

Los tertulianos de la radio se enfrascan en una discusión altilocuente sobre Montoro y la bajada de impuestos (y de pantalones, según uno de ellos, el que más grita). A los cinco minutos, ya están liados, a grito limpio también, con la gestación subrogada, Girauta y Elvira Lindo. He estado una semana fuera de España y esta polémica se me ha escapado. Además, me importa un carajo. Como me importan un carajo Trump, Corinna, Cristiano y el jartible de la coleta.

Porque hoy sólo tengo en la cabeza -no logro quitármelo de encima- al pequeño Joaquín, ese niño extremeño, de seis añitos, al que la furia desatada de una tormenta funesta le ha arrebatado a sus padres y sus dos hermanas, y lo ha dejado solo en el mundo. Hoy no estoy para políticos agrandados, opinadores fatuos ni narcisistas del balón. No me vengáis con altercados tuiteros ni debates de medio pelo. Esta noche sólo puedo pensar en la tragedia íntima de ese chiquillo que el jueves, cuando salió con su familia a disfrutar de la naturaleza, desconocía que Dios también estaba de vacaciones.