Sonrisas y lágrimas

El llanto de Miguel Lopes se convirtió en el fiel reflejo de lo que acabó siendo el Granada en el envite frente al Espanyol

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Miguel Lopes llora al finalizar el partido | Foto: LFP
Daniel Sánchez-Garrido | @Danisgr
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Levantarse con buen humor un lunes es difícil, y por regla general, los lunes nunca terminan de ser un buen día. Es lo que debe pensar Miguel Lopes y el Granada cuando sobre las 22:30, el electrónico de Los Cármenes señalaba un 1-1. Pero por encima de todos, lo deben pensar David Barral, que se fue expulsado infantilmente, y Biraghi, que perdió un balón que costaría muy caro a los de González.

SONRISAS

Rochina fue ayer el gran protagonista del Granada. Regaló sonrisas cuando la gente ya lo veía negro. Cogió la batuta del equipo cuando se quedó en inferioridad numérica, ocupó todo el ancho de campo, moviéndose con libertad de movimiento y ahí es letal. Así llegó su gol, tras varios rebotes, él fue a buscar la bola para introducirla en la portería de Pau y crear el éxtasis en la grada nazarí.

El Granada supo aguantar estoicamente más de sesenta minutos sin un hombre menos. El trabajo, esfuerzo y sacrificio es innegable, pero ciertos tramos del partido pedían una lectura distinta. Crearon alguna ocasión de peligro, aunque sin la determinación necesaria para matar el partido. Las imprecisiones terminaron por jugársela al Granada.

A medio camino entre el llanto, la desesperación, la esperanza y el optimismo se encuentra Isaac Success. El nigeriano sigue siendo el ‘hombre peligro’ del Granada, pero en los últimos partidos ha brillado por sacar al césped una bicicleta desengrasada. O bien, le sobra un regate, o le falta. Cuando debe disparar no lo hace, y cuando tiene otra opción mejor, busca el remate.

Pese a todo, es tan superior físicamente, que aun así, consigue sobreponerse a sus marcadores. Ante el Espanyol, el gol nació en él, como el peligro rojiblanco horizontal. Robó un balón a Javi López, se introdujo en el área, y tras varios rebotes, el balón llegó a Rochina, que puso el 1-0.

LÁGRIMAS

Barral fue la primera lágrima de todo rojiblanco horizontal en la noche de ayer. Sus buenos minutos saliendo desde el banquillo ante Sporting o Betis le dieron la oportunidad de entrar en el once en lugar del sancionado Peñaranda. Se manejaban otras opciones pero José González se decantó por mover las menos piezas posibles y cambiar hombre por hombre.

El gaditano dejó claro que entra mejor como revulsivo. Estuvo perdido desde el principio, precipitado, y con visible falta de ritmo de competición, aquel que no disfrutó en los Emiratos Árabes. Y así llegó tarde en dos ocasiones, sobre Álvaro y Gerard Moreno, entrando con el codo por delante, con más descaro que picardía. El árbitro lo tuvo tan claro como Barral, que se fue sin protestar. Uno menos y sesenta minutos por delante.

A pesar del esfuerzo posterior a quedarse en inferioridad numérica, Biraghi evidenció una nula inteligencia a la hora de leer el partido. Cuando el partido estaba muriendo, y el Espanyol se veía muy tocado a pesar de estar con uno más, el italiano se marchó hacia arriba, al ataque, sin objetivo alguno, perdiendo el balón y posibilitando la posterior contra perica. Esa misma que terminó con una jugada de Hernán Pérez y un centro que intentó desviar Miguel Lopes, que sin querer enviaba fuego amigo a Andrés Fernández. Los Cármenes y Miguel Lopes lloraban desconsoladamente, y el 1-1 se instalaba en el marcador.

La sensación era que se iban dos puntos. Aunque cuando Barral fue expulsado alrededor del minuto 30, cualquier firmaba el empate. El gran sacrificio de los de González hizo que la victoria se convierta en el auténtico sentir nazarí. Javi López lo reconocía en declaraciones a pie de campo: "Tengo que dar la enhorabuena al Granada. Han aguantado y jugado muy bien con un hombre menos mucho tiempo".

La alegría llega mirando a la tabla, donde el Granada sale del descenso con un triple empate a 27 puntos con Rayo y Getafe. Con los últimos, el ‘gol average’ está ganado y la diferencia de goles hace que los rojiblancos salgan de la quema. Y el Rayo visita Los Cármenes el próximo sábado. Una final con todas las letras, con sonrisas y lágrimas.