Suicidio en el Molinón
No es fácil jugar contra el Sporting en Gijón. Su presupuesto no tiene nada que ver con su propuesta de fútbol: atrevida, desenfadada y repleta de dosis de talento. Solo Halilovic tiene más calidad que muchos centros del campo de Primera. Por eso tenía mucho mérito que en el minuto 80 de partido, y tras haber comenzado palmando, el Granada acumulara un 1-3 que le iba a dar la segunda victoria de la temporada. Le iba, sí.
Como viene siendo habitual en el equipo nazarí en estos cuatro años y medio en la élite, los últimos minutos fueron un drama. Los rojiblancos se permitieron el lujo de tirar por el retrete un par de contras de tres para uno, de quedarse con nueve jugadores por las expulsiones de Lopes y Doria, y de dejarse empatar el partido en el 95:30. Luego vinieron los lamentos y las acaloradas críticas al colegiado, como la de Rubén Pérez: «Lo de este árbitro es de vergüenza. Añade tres minutos, después cinco, y nos marcan con el tiempo cumplido», pero la realidad es que, con o sin errores de Álvarez Izquierdo, el Granada perdió del modo más estúpido posible dos puntos y continúa siendo el colista de Primera.
«Hay que saber jugar los minutos finales porque no te pueden levantar un partido que ganas 1-3», explicó Sandoval en la sala de prensa. Cuántas veces hemos escuchado intenciones gemelas en los anteriores entrenadores de los andaluces, pero el mas el endémico. Es como los goles a balón parado encajados por el Real Madrid. Sucede temporada tras temporada y se le intenta poner remedio de todos los modos, pero al final acaba pasando. Con el Granada ocurre los mismo. Son incontables los puntos que ha perdido en los tiempos de prolongación en sus cuatro temporadas y media en Primera. En el Molinón, el suicidio tocó techo. Así es imposible pensar que será posible mantenerse sin tener que esperar a la última jornada.