Los tesoros interiores de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre
La Fundación con sede en Jerez alberga un rico legado patrimonial que culmina en el Recreo de las Cadenas, se materializa en los museos del Enganche y el Arte Ecuestre y completa el guadarnés
El palacio es la máxima expresión del patrimonio arquitectónico de Jerez de la Frontera. Una herencia histórica de rutilantes edificios con ambiciosas fachadas de la que alguien dijo alguna vez que es "para partirla y probarla". Al llegar, el visitante se sumerge en un universo donde la arquitectura andaluza se mezcla con la elegancia señorial de dichas construcciones que, en conjunto, darían perfectamente para acoger una sede gubernamental. Una de ellas se encuentra en el corazón de la ciudad. Es el Recreo de las Cadenas -más popularmente conocido como Palacio del Duque de Abrantes- y alberga algunas de las dependencias de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre.
Más allá de fomentar la cultura del caballo, esta Fundación puede presumir de unas instalaciones sin igual. Siete hectáreas en las que los picaderos, interior y exterior, se dan la mano con el guadarnés y dos museos: el del Enganche y el del Arte Ecuestre. A este último se accede a través de una escalera que desemboca en el sótano del Recreo de las Cadenas, la auténtica joya de la corona palatina de este complejo. Un lugar con una ambientación climática privilegiada donde, a través de once salas, se hace un recorrido por la historia de la doma, la equitación o la relación de Jerez con el mundo del caballo. Y todo a través de una gran variedad de recursos.
Lo explica muy bien Jorge Ramos, director de la Escuela. "Es un museo interactivo, muy visual y fácil de seguir tanto para adultos como para gente más joven. Al que sea profano en la materia, le sorprenderá ver cómo el caballo ha estado ligado a Andalucía en toda su cultura y civilización", avanza para seguidamente poner en valor la figura del caballo "pura raza español, el nuestro". ¿Pero qué modalidades de entrada hay? "La visita es baratísima para lo que se recibe y se disfruta. Tenemos una variedad muy grande de espectáculos. Abrimos a las diez de la mañana con distintas modalidades. Hay una combinada que incluye entrada al espectáculo ecuestre, además de a los museos y a las instalaciones. Quienes ya hayan disfrutado de la exhibición, pueden acceder directamente a los espacios de exposición", aclara Ramos.
El Museo del Arte Ecuestre hace un recorrido por los principales hitos de este universo. Está enfocado en una dimensión interactiva, en la que el visitante puede hacer un recorrido desde el origen y la evolución del caballo hasta sistemas más complejos de intercomunicación con los equinos, tales como el diálogo que se establece entre el animal y el ser humano o las formas de interpretar su estado de ánimo en función de su lenguaje corporal. También, cómo no, hay cabida para el entendimiento y la interpretación de la propia Real Escuela, la presencia del caballo en los cinco continentes, las profesiones en las que tiene aplicación o los ejemplares más míticos.
El otro gran legado, este de carácter físico, se encuentra a unos metros, cruzando la calle. Es el Museo del Enganche, que alberga una extensa colección de carruajes, atalajes e indumentaria de forma conjunta. El museo se compone de cinco salas complementadas con sistemas multimedia. La principal exhibe los carruajes más emblemáticos, coches de época de los siglos XIX y XX que es posible observar junto a las mejores guarniciones y el resto de elementos del enganche. El recorrido continúa por las cuadras, para sentir el latido de los caballos, y por la zona de trabajo para observar cómo se les limpia y cómo se cuida de los enganches.
"Se trata de un casco de bodega antiguo de 1810, una instalación también muy grande con las cuadras de los caballos que salen con los enganches, una serie de carruajes y de todo lo que está vinculado con este arte del enganche", explica Jorge Ramos; quien destaca 'La Carretela', "que llevó a la Infanta Elena durante su boda en Sevilla en el año 1992", apostilla. "Actualmente, son muchos los frentes que tenemos abiertos, aunque la pandemia los ha frenado, pero no vamos a dejar de luchar por seguir estando presentes internacionalmente", remarca el director de un centro que cada año visitan alrededor de 200.000 personas, aunque el coronavirus, lógicamente, ha obligado a reducir aforo.
La Real Escuela Andaluza es mucho más que un lugar para contemplar y admirar a los caballos. Hablamos de un verdadero espacio de protección para el animal, en el que cada detalle permite reconocer la pasión por el mundo ecuestre de quienes lo componen. En el guadarnés, Rafael Soto, director de Exhibiciones, explica la trascendencia e importancia de este lugar, que es "como una sacristía", en sus propias palabras. "Cada caballo tiene su cabezada, su montura personificada y adaptada. Cuando se cierran las puertas, aquí se respira paz e historia", explica mientras hace un repaso con una mirada rápida a esta construcción con forma de octógono. "Tenemos recordatorios de nombres de caballos que ya se han ido. Es uno de los sitios más bonitos que se puede visitar aquí y, además, tiene una estructura que recorre las cuadras y permite acceder al patio de calentamiento antes de entrar al picadero donde se realizan los espectáculos", añade.
Y es que la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre combina divulgación con entretenimiento, formación con mejora de las técnicas de montura y también historia junto a pragmatismo. Un cóctel de sensaciones y vivencias que se puede recorrer en apenas un día, donde el disfrute en un entorno céntrico a la par que natural está garantizado y cuya visita puede realizarse en familia. Jerez y el caballo. Dos palabras que casi siempre van de la mano y que en la Real Escuela Andaluza entrelazan sus dedos.
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