Tiempos de pandemia y de dudas, de no certezas, de no saber, de no estar seguro.... ante los sabelotodo

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Médicos atienden a un paciente con Covid-19 en el hospital | Foto: Archivo EP
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Vivimos en un mundo de las no certezas. Y la pandemia las ha incrementado. Nada se sabe con seguridad. Todo es un quizás. Es que no lo sé. Incluso, el otro día una divulgadora me decía: "Digo demasiados no sé, quizás, por ahora, con lo que sabemos hoy...". Esta es la realidad que tenemos. Y sigue la pandemia y siguen las dudas. Y mientras hay gente con “opiniones” claras y contundentes que tratan de imponer su punto de vista, encontramos personas, como yo mismo, con dudas y preguntas y con afán de aprender. Decía Loreto Sesma sobre “los que estáis perdidos en un mar de dudas":"Tranquilos, los demás estamos igual".

De todas formas, en este entorno, hay gente que todavía no sabe decir «no lo sé». Hay quien le resulta difícil decirlo porque cree que puede generarle una imagen de mal profesional e incompetente. Y hay gente que quiere brillar a pesar de que lo que aporta es poco o nada. Todo ello nos debe marcar la importancia de aprender y también de desaprender para poder volver a aprender.

Algunas veces nos encontramos a algunos osados que dicen que lo saben todo, mientras que otras le damos muchas vueltas y decidimos decir que no lo sabemos. Y esos sabelotodo o todólogos dominan todos los temas sobre el coronavirus aunque no tengan la más mínima idea; se creen cultos, pero no investigan, hablan solo de lo que saben, no se abren a nuevos conocimientos; no leen nada; llevan la contraria por placer, no basado en situaciones demostrables o conocidas o técnicamente correctas y son ignorantes; no reconocen los buenos aportes de los demás en materia de Covid-19; no escuchan, están atentos/as a los errores que cometes, no aportan, son tóxicos/as, solo resaltan lo que según ello/ellas está incorrecto; no saben decir no sé, por ende, no aprenden.

Es evidente que para aprender hay que pasar por procesos; para ser grande hay que aprender a ser pequeño; para ser líder hay que aprender a ser seguidor; para tener autoridad de opinión hay que aprender a escuchar. En fin, sobre la base de la humildad predomina el verdadero éxito.

Cuando tenemos dudas porque no sabemos qué decir sobre esta Covid-19, nos tomamos nuestro tiempo (hay gente que necesita minutos, otras unas horas, otras días, otras semanas). Depende de muchos factores, del tipo de decisión, de la importancia de ésta, de la situación, de lo que arriesguemos... En fin, depende de cada momento y cada circunstancia y de cómo afecta a otras personas. Y a veces, la respuesta es "no lo sabemos". Y eso nos esquiva de la mediocridad y de la chapuza y también de la arrogancia. Y ante ello, es fundamental la autenticidad del no lo sé, la autenticidad de la duda, la autenticidad contra la tontería, la autenticidad ante la decisión personal de la mediocridad, lo sepa o no lo sepa, la autenticidad ante todos estos malos tiempos marcados por este virus. En definitiva, cuidado con la arrogancia interior si no militamos sinceramente en la humildad, basada en la madurez que nos va exiliando la arrogancia tan presente en algunas personas hoy.

Siempre hemos dicho y comentado que una de las ideas que es buena es que un profesional tenga humildad. Para nosotros, la humildad junto con la honestidad son dos claves para una comunicación con h-alma. Igualmente, la falta de humildad es, quizás, el problema más grave, ya que les impide escuchar. Sin duda, la falta de humildad es una discapacidad que nos puede inhabilitar para conectar con los demás y poder relacionarnos. ¡Cuántas personas con humildad necesitamos en estos momentos!

El profesional humilde, si lo es de verdad y consigue que los demás le perciban así, ejerce una mayor autoridad en estos momentos y siempre más que un profesional arrogante. El humilde ni sobrevalora sus virtudes ni se menosprecia. Y la autoestima no le hace ser pretencioso.

La humildad, y más en estos momentos, es una forma de sabiduría, un modo de estar y de relacionarse que tiende a dejar espacio a los demás. Y ello no es ser pusilánimes, ni practicar el buenismo impostado, ni caer en la autocomplacencia del halago fácil, ni... La humildad surge de un modo natural, como dice el consultor y gran estratega Xavier Marcet, porque la humildad o es natural o no es.

Los/as profesionales humildes saben que lo importante es que la gente pueda crecer, a pesar de sentirse solos. Y la gente siente que crece cuando aprende y cuando asume más responsabilidades. Y en estos momentos, todos tenemos un papel de responsabilidad individual importante. Los líderes humildes reconocen por igual al talento y a la buena gente. La buena gente es la base de una comunidad generosa, la base de unos buenos profesionales, tan necesarios hoy en día. Sin duda, como dice Xavier, necesitamos profesionales humildes que además sean intolerantes contra la altivez de algunas personas que ofenden en estos momentos sin humildad.

Y es que los/as líderes y profesionales humildes pueden triunfar porque pueden escapar de los trastornos de la altura, escapar de la ostentación, huir de los espacios basados en la imagen por la imagen.

Un buen profesional no es aquel que conoce todas las respuestas y menos ahora, sino el que logra transformar la falta de conocimiento en una herramienta de aprendizaje. Creemos que esta acción de decir ‘no lo sé’ hoy representa valores como:

✅ la valentía
✅ la sinceridad
✅ la humildad
✅ la curiosidad
✅ la escucha activa

Todos aspectos relevantes.

Son tiempos del coronavirus que no va de “sobresalir” para ser mejor que los demás, va sobre todo de “contribuir” y estar al servicio de otros, como:

✏️ conectar
✏️ compartir
✏️ colaborar
✏️ cooperar
✏️ comunicar
✏️ construir, en definitiva

La empatía, la amabilidad, sentir que nos podemos equivocar o tener respeto aún pensando diferente. Son comportamientos hoy necesarios porque ayudan a crear culturas con rasgos más humanos. Pero también son características de una cultura que facilita las nuevas ideas, la creatividad y la innovación.

Y como dice mi amigo Alex Rovira en un artículo en el que menciona a William S.Maugham: “Sólo avanzada ya mi vida me di cuenta de cuán difícil es decir: no lo sé”.

Ante todo eso, necesitamos una arquitectura del compromiso para mejorar todo este engranaje, basado en:

⁃ La autenticidad de nuestros actos
⁃ La búsqueda de resultados
⁃ Nuestro equilibrio
⁃ El mérito
⁃ La innovación responsable
⁃ La transparencia
⁃ La motivación
⁃ El respeto y la empatía
⁃ El emprendimiento
⁃ El valor de lo social

Por tanto, la clave es y será aprender para desaprender. Porque lo difícil no es aprender a decir no lo sé. Lo difícil es desaprender las formas aprendidas en lugar de decirlo.

Tomar una decisión tras otra, así es la vida. Equivocarse y aprender. Dudar, también. Son tiempos de dudas. Son tiempos de cuestionarnos lo que sabemos. Son tiempos de solidaridad y de humildad. Esperemos con ello llegar a buen puerto.