Todo va a salir bien
Esto del Covid-19, la pandemia y el encierro en nuestras casas es inédito para todos. Jamás habíamos vivido algo así y, por supuesto, tampoco a nivel periodístico. De la manera de afrontarlo de gran parte de los medios de comunicación yo me siento orgulloso, como parte de la profesión. Les decía a mis compañeros de GranadaDigital, mientras les daba las gracias por el gran esfuerzo que están realizando en estos días tan difíciles para todos, que es, en estos momentos, cuando a uno le florece la vocación y se le refuerzan las ganas de ser periodista, y que todo lo que está ocurriendo no lo olvidaremos fácilmente. Que estamos contando la Historia mientras sucede y eso es periodismo en mayúsculas. No solo nosotros, por supuesto, también gran parte de los compañeros de periódicos digitales, prensa escrita, radio o televisión, que están demostrando día a día la importancia de la credibilidad y la rigurosidad de la información ante la avalancha de bulos en redes sociales y aplicaciones de mensajes que generan alarmismo, sensacionalismo, ansiedad e, incluso, miedo. El compromiso con la verdad es vital en situaciones de emergencia como la actual. Siempre hay malas excepciones, como en todas las profesiones, pero el trabajo de la mayoría es impecable, con un gran sentido de la responsabilidad.
En GranadaDigital llevamos desde el viernes 13 de marzo teletrabajando desde casa. Lo hacemos conectados por Skype para estar coordinados entre nosotros y haciendo todo lo posible para que nuestros lectores estén bien informados, sabedores de que es muy importante nuestra labor, ahora más que nunca, y que hay miles de personas que están ávidas de información. Nosotros lo percibimos, pues hemos triplicado el número de usuarios únicos que a diario entran en busca de las noticias locales y nacionales.
Detrás de cada noticia hay una historia humana. Las cifras, los datos, los balances… Son todos importantes, pero impersonales. Pero esta situación me ha permitido estar más cerca de los lectores ya que, al trabajar desde casa, hemos tenido que desviar el número del teléfono del periódico a un móvil para atender las llamadas de los lectores. Lo he hecho al mío. Y eso me ha permitido hablar con muchas personas y conocer historias que el coronavirus está generando a raíz de noticias que hemos publicado. Algunas conmueven. Como la de una señora muy preocupada por su madre, internada en una residencia de ancianos de La Zubia, y de la que no sabe nada desde hace cuatro días, porque están en cuarentena. Me traslada su tremenda inquietud o miedo a que le haya pasado algo y me dice que si yo me puedo enterar. O la de una joven colombiana que me pregunta si sé cuánto va a durar esto, que quiere regresar a su país, pero tiene miedo de viajar en esta situación. También una sanitaria, que llama para informarse sobre una noticia de la gremial del taxi, y termina contando, con voz entrecortada por la emoción, lo difícil que está siendo todo. O el chaval que lleva tiempo para poder examinarse del carné de conducir y que ahora no sabe qué va a pasar con su examen y el dinero de su matrícula, que no dispone de muchos recursos y para él es vital el permiso. Y también las iniciativas solidarias de varias personas que han contactado para saber cómo pueden participar en ellas y se ofrecen para ayudar a mayores, a cuidar niños o poner su vehículo a disposición de quien lo necesite.
O, simplemente, personas mayores, que llaman porque se sienten solas y están asustadas, no por ellas, sino por sus hijos o sus nietos. Necesitan hablar y, sobre todo, escuchar unas palabras de esperanza: que todo va a salir bien.