Tres más dos igual a cinco. El debate está servido
Hace unos días el Consejo de Ministros aprobó el temido Real Decreto que permite a las Universidades reducir la duración de los grados de cuatro a tres años y la consiguiente ampliación de los estudios de máster de uno a dos, o lo que es lo mismo, pasar del actual modelo “4+1” al “3+2”.
Las universidades se han puesto en guardia y los rectores se han echado a temblar. La Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), tras reunirse en una especie de gabinete de crisis, ha decidido posponer su decisión, al menos, hasta el año 2017.
El Sr. Wert alega que el modelo que propone el Real Decreto no obliga a las Universidades y que cada una,libre y voluntariamente, puedeseguir el nuevo modelo o no, según lo considere oportuno.
Esto me lleva a preguntarme, ¿Es un acierto o es un errorel formato“3+2” que ahora nos plantean?
Como tres más dos siempre han sido cinco, cinco son las razones que considero podrían justificar la reforma propuesta y otras tantas las que justificarían la actitud de la CRUE.
Comencemos por las razones por las que considero que el cambio sería positivo:
- Por una mejor convergencia con el resto de Europa, pues la mayoría de los países contemplan este modelo de “3+2”.
- Es más lógico limitar a tres años la adquisición de unos conocimientos básicos que proporcionen una capacitación para el ejercicio profesionalno especializado.
- Esta estructura, si verdaderamente capacita para el ejercicio profesional, es más económica para los estudiantes que no busquen la especialización.
- Algunas de las antiguas titulaciones de tres años, las tradicionales diplomaturas, fueron estiradas artificialmente hasta los cuatro años. Sería razonable devolverles su talla natural,pues la XL les queda grande.
- Laexperiencia con los nuevos planes de estudios nos ha proporcionado una visión críticay la posibilidad de recapacitar sobre lo que se ha hecho. Podría ser una buena ocasión para salvar los numerosos errores cometidos.
Por el contrario, considero que ahora no es oportuno proponer un cambio de planes de estudio, por estas otras cinco razones:
- Al ser una oferta voluntaria, podría dar lugar a que seestablecieran desigualdades entre los distintos centros. Una misma titulación no debe poder obtenerse en un diferente número de años según qué universidad expida el título. O hay un acuerdo general, que lo veo difícil, o el agravio será evidente, teniendo además como daño colateral el descalabro de la movilidad nacional a través del programa Séneca.
- El proceso de Bolonia ha sido doloroso y ha enemistado y enfrentado departamentos, equipos y compañeros.Los departamentos han luchado por acaparar docencia en un afán desmedido de hacerse con el mayor protagonismo dentro de la titulación, o cuando menos, procurar no perderlo. Nunca sería bueno que se repitiesen esas luchas fratricidas.
- Como todo proceso de modificación conllevará un elevado coste económico. Supondrá una desbordante actividad de la ANECA, nuevas reuniones entre universidades de diferentes comunidades autónomasyconferencias de decanos de las distintas titulaciones para ponerse mínimamente de acuerdo. Y con toda seguridad, lo que convengan los decanos para una titulación a nivel nacional, no se acepte luego por una determinada universidad o comunidad autónoma, que haya dispuesto algún criterio contrario para la generalidad de sus titulaciones.En definitiva, un caos.
- Muchas protestas se centran en considerar que las tasas van a ser más altas. Efectivamente, hoy por hoy, los estudios de master tienen precios muy superiores a los de grado (en la mayoría de los másteres de la Universidad de Granada el precio por crédito triplica al del grado). Visto así, efectivamente una formación especializada será más cara que ahora, sin embargo ello podría tener solución, de hecho el propio rector de la Universidad de Granada, D. Francisco González Lodeiro, aboga por una revisión del decreto de tasas en el supuesto de que se implantara el nuevo modelo.
- En general, con este modelo disminuiría el nivel de capacitación de los profesionales, puesla docencia de los estudios de grado, tal y como está actualmente planteada es mucho más exigente que la que se imparte en los estudios de master.
Cuando un estudiante se ha deexaminar de una asignatura de grado se enfrenta a un estudio pormenorizado de la materia pues se le va a exigir un elevado nively se contempla la posibilidad real y certera de suspender tras la realización de la prueba. Por ello se conceden 6 convocatorias y hasta alguna más, la llamada“de gracia”. En el grado la exigencia es alta.
Por el contrario en los estudios de master, tal y como están ahora mismo concebidos, en numerosos casos no se exige examen y los estudiantes se limitan a asistir a las clases sin que posteriormente se les someta a ninguna prueba para la evaluación delnivel de asimilación de los conocimientos que se les han impartido. Si revisamos las guías docentes de los módulos de los estudios de master, en contadas ocasiones encontramos entre los métodos de evaluación el tradicional examen oral o escrito de preguntas y respuestas que diferencia el que sabe del que no sabe. Finalmente se regalanalegremente los sobresalientes porque no se dispone de ningún criterio objetivo para dar otra calificación y en contadísimas ocasiones se suspende. A veces te preguntas si lo que quieren es aprender o simplemente recibir un título de master al que consideran que tienen derecho por el simple hecho de haber pagado (y bien pagado).
Expuestas las anteriores razones a favor y en contra, me pregunto, si hace diez años ya se sabía que en Europa era de otra manera y si el único país que tenía la estructura “4+1” era Grecia, ¿quién y por qué dispuso que se afrontase la convergencia europea ideando modelos de “4+1” que nada tenían que ver con lo que se hacía fuera del territorio nacional?
Ya había entonces voces que defendían lo que hoy se propone, ¿por quéno fueron atendidas?,¿acaso había otros intereses que desconocemos? En España estábamos acostumbrados a diferenciar los diplomados de los licenciados o los peritos de los técnicos superiores, ¿por qué no se siguió con este modelo de titulaciones de tres y de cinco años similar al modelo más extendido en Europa de “3+2”?
Por otra parte puedo decir, sin temor a equivocarme, que tenemos los mejores profesionales de Europa. Ahora que desgraciadamente nuestros jóvenes se ven obligados a salir al extranjeroen busca de colocación, tras superar un primer periodo en trabajos que exigen poca cualificación (cajero de Inditex o camarero) para consolidar el idioma, pueden realizar una buena entrevista en el área de su profesión que les permiteincorporasea un trabajo de su especialidad. Una vez contratados son capaces de demostrar un alto nivel de preparación. Se sabe que ocurre con los profesionales de la salud en general (médicos, enfermeros, fisioterapeutas), así como con las profesiones técnicas(arquitectos, ingenieros)y tantos otros. Incluso los tecnólogos de alimentos son extraordinariamente valorados. Personalmente he tenido ocasión de seguir la trayectoria de varios egresados que se encuentran trabajando en Inglaterra a plena satisfacción.
Las universidades no se opondrían al “3+2” si no fuera porque supone un tremendo y no deseable desgaste personal. Actualmente, con una universidad envejecida por la reducida tasa de reposición(en los dos últimos años se han jubilado unos 150 docentes y solo se han ofertado 15 plazas), con un profesorado que lleva cuatro años adaptándose al Plan Bolonia con escasos medios económicos y muchas dosis de buena voluntad, que acaba de implantar los nuevos grados y que más o menos tiene asumido su nuevo mapa académico, es difícil, muy difícil, aceptar sumisamente y sin levantar la voz, tener que poner de nuevo la casa patas arriba.
La plantilla de los centros universitarios está envejecida y el profesorado cansado. En un reciente estudio realizado en la Facultad de Farmacia sobre evaluación de factores de riesgo psicosociales llevado a cabo por la cátedra “Sabio” se ha podido constatar este aspecto. Dicho estudio señala que más del 63 % tiene una edad superior a 46 años porque no ha habido recambio generacional en los últimos años. Con este panorama difícilmente puede pretenderse que los profesores se enfrenten alegremente a una nuevareestructuración de los planes de estudio, porque el solo recuerdo de las anteriores negociaciones les produce signos evidentes de rechazo, incluso sarpullido y puede que hasta algún shock anafiláctico.
Sin embargo, después de tantas elucubraciones, llego a la conclusión de que el principal problema ahora mismo de los centros universitariosno son los planes de estudio sino el patente envejecimiento de sus plantillas. Necesitamos recuperar nuestros jóvenes investigadores, necesitamos sabia nueva, frescura renovada, profesores con ganas de impulsar proyectos ilusionantes. Desgraciadamente no es raro plantear una idea,una propuesta,y que te contesten, “no mira, si yo lo que pasa es que ya me voy a jubilar”.
Con esta situaciónno podremos construir una universidad de futuro. Así, no podemos tirar del carro de la actividad académica y, por supuesto y mucho menos, de la reestructuración de los estudios universitarios que ahora nos ponen encima de la mesa y que, lejos de provocar entusiasmo, abrirán antiguas heridas y úlceras ya silenciadas. Sin olvidar, como indicaba anteriormente, el enorme gasto económico que supondrá para la administración este cambio. Gran gasto económico y mayor desgaste emocional, francamente,no resulta apetecible.
Puesto que la formación básica de cuatro años es más completa, que la exigencia en los master es baja, que nuestros profesionales tienen plena aceptación en Europa y que el coste económico del proceso no se justifica, en mi opinión, lo mejor sería destinar los escasos medios económicos de que disponemos al objetivoque resulta más perentorio, que no es otro que recuperar nuestros recursos humanos, sin duda, el mayor tesoro que tiene un centro universitario, aumentando el número de becas predoctorales, doctorales o de reincorporación, y por supuesto la contratación.
Para mí esto es lo realmente prioritario,aumentar la contratación de jóvenes para evitar la fuga de cerebros, impulsar la investigacióny aumentar el compromiso y la ilusión por hacer una Universidad que mire al futuro con optimismo.