La UGR lanza una campaña para reflexionar sobre la salud afectivo sexual

Mar Venegas, directora del Departamento de Sociología analiza la importancia de este factor y el papel que juega la Universidad en su desarrollo

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Universidad de Granada | Foto: Archivo
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La UGR, como parte de la Red Española de Universidades Promotoras de Salud (REUPS), impulsa dentro de la segunda edición de la iniciativa "Un mensaje saludable por un objetivo común" la campaña que en este mes de diciembre invita a reflexionar sobre la salud afectivo sexual.

Doctora en Sociología y Experta en Género e Igualdad de Oportunidades, ambas por la Universidad de Granada, Mar Venegas es profesora e investigadora en Sociología de la Educación y Estudios de Género y Sexualidad en el Departamento de Sociología de esta Universidad. Miembro del Instituto Universitario de Investigación de Estudios de las Mujeres y de Género y Miembro del grupo de investigación SEJ-131 Análisis de la Vida Social, sus líneas docentes y de investigación están estrechamente conectadas, destacando su continua colaboración con la comunidad educativa a través de la investigación-acción en el ámbito de la educación afectivo-sexual . Junto a su actividad investigadora en Reino Unido, Francia y Canadá y como docente visitante en Francia, Holanda y Portugal, la Dra Venegas es autora de un amplio número de publicaciones, principalmente sobre educación y política de las relaciones afectivo-sexuales.

Como socióloga, yo definiría la salud afectivo-sexual  como una parte intrínseca y fundamental de las relaciones afectivo-sexual es. Esto me lleva, entonces, a definirla como una estrategia de construcción de la ciudadanía sexual e íntima basada en la igualdad y la ausencia de toda forma de violencia sexual y de género; el reconocimiento de la diversidad sexual, corporal y de género; la lucha contra la homotransfobia; la comprensión de la sexualidad como relación, comunicación y placer, más allá de su función reproductiva, únicamente; la defensa prioritaria de los derechos reproductivos y sexuales, incluyendo el acceso a los métodos anticonceptivos, la planificación familiar y la prevención frente a enfermedades e infecciones de transmisión sexual; una afectividad sana, madura, responsable y crítica, basada en el respeto mutuo y la toma de decisiones responsables sobre nuestra sexualidad; el desarrollo de la capacidad de expresar afectos, emociones y sentimientos; la capacidad de cuestionar los modelos corporales normativos y de construir nuestra subjetividad desde la autoestima y la asertividad. Todo esto es para mí la salud en las relaciones afectivo sexuales.

En la Universidad de Granada, tenemos la fortuna de contar con un buen número de apoyos a la promoción de la salud afectivo sexual desde, por ejemplo, el Centro Juvenil de Orientación para la Salud, los ejes relativos a ello en el II Plan de Igualdad 2020-2024 de la UGR, o el Protocolo de la UGR para Prevención y Respuesta ante el Acoso. Así como desde la docencia, con materias de Grado y Posgrados, de entre las que citaré las que conozco  bien, por impartirlas, tales como  las asignaturas “Sociología de la Adolescencia y Juventud y de las Relaciones Afectivo Sexuales” del Grado de Educación Social, y "Women's Education in the Contemporary World" en el Erasmus Mundus Master’s Degree in Women’s and Gender Studies; o el Diploma de Posgrado "Educación y relaciones afectivo sexuales en Secundaria: entre la investigación sociológica y la práctica educativa", entre otros muchos contenidos docentes de la UGR en esta dirección.

Sin embargo, como señalan algunos estudios, la salud reproductiva y sexual y la educación afectivo sexual comprehensiva siguen siendo la asignatura pendiente en el currículum formal en la educación obligatoria en España, la única vía de acceso a toda la población del país. Hubo un primer intento serio, con la mal llamada Ley del Aborto, que fue en realidad la primera Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, cuyo Título I, dedicado a la salud reproductiva y sexual, se refiere específicamente a garantizar “La información y la educación afectivo sexual y reproductiva en los contenidos formales del sistema educativo”, así como “La educación sanitaria integral y con perspectiva de género sobre salud sexual y salud reproductiva”. lamentablemente, con el cambio de gobierno en 2011, aquella Ley fue metida en un cajón y la educación afectivo sexual nunca llegó a las escuelas españolas.

El debate se ha reabierto ahora, con dos leyes que retoman esta necesaria propuesta, el anteproyecto de la LOMLOE, que apuesta abiertamente por “El desarrollo de la igualdad de derechos, deberes y oportunidades, el respeto a la diversidad afectivo-sexual y familiar, el fomento de la igualdad efectiva de mujeres y hombres a través de la consideración del régimen de la coeducación de niños y niñas, la educación afectivo-sexual, adaptada al nivel madurativo, y la prevención de la violencia de género, así como el fomento del espíritu crítico y la ciudadanía activa” para “Consolidar una madurez personal, afectivo-sexual y social que les permita actuar de forma respetuosa, responsable y autónoma y desarrollar su espíritu crítico” ; y el anteproyecto de Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual (Ministerio de Igualdad, 2020), que apuesta por que “El sistema educativo español incluirá, dentro de sus principios de calidad, la integración de contenidos sobre educación sexual e igualdad de género y educación afectivo-sexual para el alumnado, apropiados en función de la edad, en todos los niveles educativos y con las adaptaciones y apoyos necesarios para el alumnado con necesidades educativas específicas, respetando en todo caso las competencias en materia de educación de las Comunidades Autónomas y en colaboración con el ámbito sanitario”.

Esta apuesta de la normativa gubernamental por la salud y educación afectivo sexual parece especialmente pertinente y necesaria para defender los logros conseguidos por el Feminismo en las democracias occidentales en materia de igualdad sexual y de género, frente a la amenaza que para ello suponen los movimientos antigénero, como fenómeno globalizado.