Un centro del campo para pelear por Europa

La media alineada por Abel Resino el pasado sábado ante el Málaga a evidenciado que la calidad en esta línea marca la diferencia sobre el terreno de juego

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Rubén Pérez ante el Málaga | Foto: Fernando Alanzor
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Una Champions se puede ganar desde el contragolpe, como hicieron en estos últimos años el Chelsea de Di Matteo o el Oporto e Inter de Mourinho; desde el balón como protagonista, como ha sucedido en este siglo con el Barça de Guardiola; o, incluso, combinando ambos métodos, como hizo el Madrid de Ancelotti, vigente campeón de Europa. A partir de esos dos muros de carga, se ha construido durante los más de cien años de historia del fútbol un abanico de sistemas de juego que da para años de conversación. Y todos los parlamentos tendrían su parte de razón. Ahora bien, lo que no está en discusión, sea con el estilo que sea, es que el fútbol es un deporte de centrocampistas y cuantos más reúna un equipo, tanto en calidad como en cantidad, más recto será el camino hacia el buen juego, el trampolín más alto hacia la victoria.

Veamos, con Joaquín Caparrós, se llegó a ver un centro del campo del Granada formado por Iturra, Yuste, Sissoko y Foulquier. Para hacerse el harakiri y tirarse por la ventana. El orden es lo de menos. Con Abel Resino, ante el Málaga jugaron Fran Rico, Rubén Pérez, Javi Márquez, Robert Ibáñez y Piti. El deporte es el mismo, aunque no lo parezca leyendo ambas medulares. La consecuencia de este once del Granada en el derbi ante los 'boquerones' fue el mejor partido de los nazaríes, de largo, en toda la temporada. Sí, se ganó por un gol en propia puerta y sufriendo en los últimos minutos, pero de tener un Barral, Amrabat, Aduriz o Sergio García de turno, al Málaga le hubieran caído cuatro (y quizás a estas alturas el Granada rozaría la permanencia matemática).

El conjunto rojiblanco tiene lo que tiene. Un par de centrales muy buenos: Babin y Murillo (excepcional su encuentro del sábado tras varias semanas en el dique seco); un centro del campo que pelearía por puestos europeos, y una delantera para irse a Segunda (ni Jhon Córdoba, ni El Arabi valen para lo que tienen que valer). Así que como la carencia está arriba y eso ya no tiene solución, Abel ha hecho lo que tenía que hacer: ir a por el triunfo desde su línea más poderosa que, casualmente, es la que suele determinar la gran mayoría de los partidos de fútbol: el centro del campo. Si Resino pone en el campo a todos sus jugones y estos, encima, le responden, más allá de con su innegable calidad, con una buena dosis de huevos, la victoria es el final más lógico tras noventa minutos de juego. Ahora, el reto está en darle regularidad a esa idea y en que la implicación de los jugadores sea la misma que contra el Málaga. Por suerte, llueve algo menos. Poco, pero algo menos.