Un granaíno en el Fringe, Edimburgo
Pues como llevo unas semanillas por Edimburgo coincidiendo con el Fringe os voy a contar un poco de qué va la cosa. El Fringe es un festival de artes escénicas que tiene lugar cada año desde 1945 en la capital escocesa y que surgió como alternativa al Festival de Edimburgo. Aunque se ofrecen shows de todo tipo -conciertos, musicales, actuaciones de cabaret, teatro, danza, opera, espectáculos a los que te llevaría Fredo Corleone en La Habana precastrista o movidas que te han dicho que sólo se pueden ver en Tailandia- es la comedia en todas sus formas lo que ha convertido al festival en uno de los más importantes del mundo. Aquí se forjaron cómicos de la talla de Rowan Atkinson, el inmortal Mr. Bean, por ejemplo.
La oferta del festival es del todo abrumadora. Esta edición ha tenido lugar entre el 2 y el 26 de agosto y ha contado con cerca de 60 mil actuaciones. Una particularidad del Fringe es que no hay un comité de selección y eso da pie a que se produzcan espectáculos experimentales que no podrías ver en ningún otro evento de este tamaño. Ni que decir tiene que esto ha dado lugar a controversias cuando se han tocado temas religiosos o sexuales de aquella manera, pero en general, los cacareados límites del humor aquí no están tan a la que salta como en España.
Servidor ha podido disfrutar de Sir Ian McKellen (Gandalf, Magneto…) recitar a Shakespeare, de Stephen Fry hablar sobre héroes mitológicos griegos, de la representación teatral de Trainspotting y de los conciertos de unos tales Madness, Jarvis Cocker y la genial Sharon Van Etten. En cuanto a comedia, me dio para ver a las cómicas Emmy Blotnick y Lou Sanders, al consagradísimo Eddie Izzard y a un Daniel Sloss que, más que probablemente, es el cómico escocés del momento y que si gastas Netflix también puedes ver desde tu casa. Un tipo que no duda en hacer chistes sobre una persona con discapacidad y fallecida siendo tan solo una niña porque los chistes son historias, porque para algunos los discapacitados son personas antes que cualquier otra cosa que se te pueda pasar por la mente verdaderamente ofensiva y porque esa niña muerta era su propia hermana y esas historias, con las risas que provocan, son recuerdos de lo más luminoso de su existencia. Me lo pasé en grande pero no voy a revelar ni medio chiste de los que allí se soltaron porque se empieza sacando de contexto algo que ha sido contado en un ambiente donde se ha conseguido un clima especial de confianza y entendimiento y se acaba en redes sociales pidiendo cabezas y/o despidos. En España, parece que vivimos tiempos donde se cree que la ironía causa Listeriosis y donde la ficción se mide por las reglas de la vida misma. Yo qué sé ya…
Ahora que lo pienso, lo de un granaíno por el Fringe no es ni así. En Edimburgo hay más de siete mil españoles y en pocos días me he topado con un arquitecto de Graná que lleva currando por aquí más de tres años y echa de menos su tierra, con una chica de Albuñol y con una mujer de Jun que no sabe cuándo podrá volverse y que si lo hace no tiene ni idea cómo se enfrentará al hecho de empezar de cero en su propio municipio por muy tecnológico que sea. Todos tienen una cosa en común más allá de ser de Granada y es que ninguno tiene idea alguna de qué va a pasar con el Brexit. Maldita sea, hasta servidor mismo estuvo por aquí buscándose la vida. Acudiendo a entrevistas de trabajo que te vendían oportunidades únicas con nombres del palo Marketing & Sales Engineer y que luego consistían en ser dependiente en una tienda de souvenirs de esas plagadas de galletas de mantequilla, imanes, llaveros, camisetas y hasta vasos de chupito con el mensaje: I Love London. Tiendas donde, esto igual era por la melenaza que gasto y no era una práctica tan común, te disfrazaban del William Wallace versión Mel Gibson y te ponían a doblar bufandas de algodón y cachemir decoradas con los colores de los diferentes clanes escoceses, al menos, hasta que llegaba el cliente-turista de rigor y te preguntaba si trabajas allí. Pues no, perdone, sólo soy un pobre loco que se disfraza y va por las tiendas doblando bufandas en pleno agosto. Edimburgo, mira que eres linda…
En estos días no sólo he estado viviendo el Fringe a tope por las risas, también echándole una mano a mi hermana que vive aquí y ha montado, de forma paralela a su trabajo diario, un tenderete en la feria de artesanos que hay durante el festival. Es interesante volver a enfrentarse, años después, a la clientela-turistíca con sus típicas tontadas del palo: “¿trabajas aquí?” cuando claramente estás al otro lado del mostrador. Peña capaz de preguntarte mientras señala a unas escaleras: “¿cómo llego a la parte de arriba del mercado?” y “una vez allí, ¿cómo vuelvo a aquí?”. En fin, mientras me recargo de paciencia y espero acabar la jornada en la feria para volver a ver algún otro espectáculo cómico me llegan algunas noticias desde España y por lo que me cuentan 'Bella Ciao' ya no es un himno antifascista sino otro caso de apropiación cultural por parte de la izquierda y Bertín Osborne ha sido tendencia porque está explicando de qué trata el feminismo. No, si al final el festival del humor lo íbamos a tener en casa.