Un juicio explicado a los que estuvieron en el juicio por quienes no estuvieron en el juicio
Dos años y medio después de estallar el escándalo, el ‘caso Romanones’ se saldó en nada. Retornando desde este abril de 2017 a aquel octubre de 2014 y leyendo la muy argumentada sentencia de la Audiencia Provincial se comprende el enojo de algunos, después de lo mucho que dijeron entonces, durante la gira por las televisiones anunciando cada día novedades que nunca llegaron a producirse.
Eso sí, gracias al carácter nacional del caso y la relevancia que le ha acompañado hasta la propia sala de Justicia, los cronistas locales que sí hemos asistido a las sucesivas sesiones del juicio hemos podido comprender las claves del juicio por parte de sesudos analistas que no estuvieron en el juicio. Generalmente desde Madrid, donde hay bastantes de estos analistas, nos han explicado los porqués con una claridad que ni que hubieran estado en el juicio, oiga. Por cierto, en algún caso con bastante ‘cabreo’ que se traslucía por el desenlace del juicio.
Hubo una denuncia, sí. En la carta se señalaba a un grupo de religiosos, sí. La carta llegó al Papa, sí. El Papa llamó al denunciante, sí. Datos objetivos que sustentan la primera -y acertada- información periodística. Es una de las cosas que pasan en esta vida: que porque una vez llevaste razón te piensas que la vas a llevar siempre. Y no. A partir de aquella primera información, bastantes veces más vimos a distintos informadores que -desde Madrid- anunciaban la inminente destitución del arzobispo -falso-, los nombres de sus posibles sustitutos -falsos-, la cita conminatoria para que el arzobispo compareciese en el Vaticano –“mentira, mentirísima”, por utilizar el desmentido arzobispal de aquellos días-, las cuatro nuevas denuncias de otras tantas víctimas que ya habían llegado a Roma -falso-… y así, sucesivamente. Ninguno de estos cuatro augurios se cumplieron, lo cual no fue óbice para las bastantes más veces que en la gira por las televisiones se siguieron anunciando nuevas noticias que nunca se cumplieron.
Ha habido un juicio. En el juicio han salido a relucir sucesivas contradicciones en fechas y lugares, imposibilidad de certezas sobre lugares donde se produjeron escenas procaces -una piscina en medio de una urbanización y a la vista de las casas colindantes y ningún vecino vio ni dijo nada(¿)-, secuelas síquicas que no impiden postales respetuosas y cariñosas entre ofendidos y ofensores, otra presunta víctima que cobra por ir a programas de telebasura pero no comparece en el juicio… Hasta la presencia del Papa en este episodio está en cuestión pues hay serios indicios que inducen a pensar que la famosa carta no le fue remitida sino entregada en mano. Y, desde luego, como expresa la sentencia, dirigida y orientada por terceros que la sentencia apunta casi con nombres y apellidos…
El ‘mayor escándalo de pederastia de la Iglesia en España’, llegó a proclamar una emisora nacional de radio. Desde Madrid, por supuesto. Ahora que el caso se aboca al Tribunal Supremo, donde irá el recurso presentado por el denunciante en uso de su derecho, esperamos que cuando haya una sentencia definitiva todos estos sesudos analistas nos expliquen los porqués de la sentencia que habrá en su día. Dado que nosotros no podremos ir.