Un marrón para el bueno de Lucas

Lucas Alcaraz
Imagen de archivo de Lucas Alcaraz, exentrenador del Granada C.F
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En el mundo del fútbol, como en cualquier otro gremio de la vida, hay buenos, regulares y malos profesionales, y personas. Lucas Alcaraz pertenece a ese pequeño porcentaje (por desgracia) de trabajadores del deportes rey y de seres humanos que merece mucho la pena conocer. Ama su oficio y al equipo de su vida, el Granada. Siempre que se le ha necesitado, ahí ha estado el entrenador nazarí para dar la cara por el club rojiblanco. Sin exigencias, sin condiciones y con entrega absoluta. Y él, como en la última ocasión que se sentó en el banquillo de los Carmenes (temporadas 2012-2013 y 2013-2014) ha recibido más reproches que agradecimientos por los servicios prestados. Insólito que un entrenador de la ciudad salve a su equipo del descenso durante dos temporadas consecutivas y sea despedido con pitos y gritos de “dimisión” por su propia afición. Cuando insisto en mi idea de que el Granada tiene lo que se merece, no hablo solo del pandemónium de la planta noble. Entre la hinchada también hay mucho margen de mejora.

Por eso me genera una terrible ambivalencia de sentimientos la tercera entrega de Lucas Alcaraz como entrenador del Granada. Me hace feliz verle regresar a su casa, a un banquillo de Primera, que es el sitio donde merece entrenar. Pero me provoca bastante desasosiego saber dónde se va a meter. El número que ha montado el club andaluz desde que Pozzo lo vendiera al empresario chino Jiang Lizhan tiene tan mala pinta que todo lo que sea no bajar en la jornada treinta ya me parecerá un éxito. Y me fastidiaría que el público pagara su frustración con el bueno de Alcaraz. Así de negro lo veo. El marrón es macanudo. Muchas suerte querido Lucas. Las vas a necesitar.