Un Martes Santo de ensueño (vídeos)

Lanzada, Esperanza, Vía Crucis y Cañilla realizaron estación de penitencia por las calles de Granada hasta la Santa Iglesia Catedral con temperaturas primaverales y gran afluencia de público

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Virgen de la Esperanza entre el gentío de Plaza de Santa Ana | Foto: Román Callejón
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Cuatro cofradías desfilaron ayer por la ciudad en un nuevo día de pasión, desde los barrios con mayor tradición en la Semana Santa: Zaidín, Bajo Albaicín y Realejo. La Lanzada, la Esperanza, el Vía Crucis y la Cañilla no defraudaron a los granadinos en una brillante jornada. Los largos cortejos, la participación infantil y la presencia de numerosos cofrades, fieles y devotos, especialmente en los regresos, fueron las notas de este Martes Santo.

La Hermandad de la Lanzada era la primera en salir de la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores sobre las 16:45 horas. Minutos antes, la explanada de la carretera de Armilla era ya un hervidero de personas para poder contemplar la salida de esta cofradía tan popular en el barrio del Zaidín. A las órdenes de José Carlos Torre Milena, el paso del Cristo muerto y Longinos que traspasa el costado de Cristo con una lanza, salía de la carpa portátil instalada, a los sones de la Marcha real, que fue interpretada por la banda de las Tres Caídas. Minutos más tarde, lo hacía María Santísima de la Caridad, en un paso llevado por costaleras, cuyo capataz era Paco Carrasco. Esta corporación ha vivido momentos intensos, como el paso por la basílica de Nuestra Señora de las Antiguas, el saludo a la cofradía del Nazareno o el regreso por las calles de su barrio con marchas tan populares como “La Pasión” o “El Arrepentimiento”. La dolorosa de Miguel Zúñiga, bajo su palio rojo, llegaba a la parroquia más tarde de la hora prevista con una inmensa bulla y fue recibida con ovaciones, marchas interpretadas por la Banda de María Inmaculada de Linares, que acompañó en su recorrido. La emoción invadió a los asistentes cuando una de las costaleras del paso de la titular mariana, cantó una saeta o Antonio Trigueros, costalero del Cristo de la Lanzada, interpretó la Salve.

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A las 18:30, el cortejo verde de la hermandad de la Esperanza atravesaba el arco de la iglesia de San Gil y Santa Ana para dar comienzo a la segunda estación de penitencia. Uno de los momentos más interesantes de esta corporación, es sin duda, la salida, en la que sus costaleros tienen que ponerse de rodillas, para poder atravesar el marco tan estrecho de la puerta que da paso al arco del templo. Es este uno de los motivos, por lo que había ya bastantes personas congregadas en Plaza Nueva y Reyes Católicos desde primeras horas de la tarde. El capataz del paso de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, ha sido José Manuel Rodríguez Quesada mientras que el de la dolorosa, ha estado dirigido por Luis García Quintero. La banda propia de la cofradía acompañaba al primer paso, mientras que a la “niña de Santa Ana”, como se conoce popularmente a la dolorosa de Risueño, andaba bajo los sones de la Banda de Santa María del Alcor (Sevilla). Unos de los instantes que quedarán en el recuerdo de esta jornada,  serán la gran “bulla” formada delante del palio o las saetas que precedieron la entrada de Nuestra Señora de la Esperanza en su sede canónica en las primeras horas del Miércoles Santo.

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A las 18:10, el silencio se hacía presente en San Juan de los Reyes, para contemplar la salida del Vía Crucis, hermandad decana de nuestra ciudad. Después de que saliese la cruz de guía y el tramo de nazarenos desde la puerta del Templo, los dos titulares de esta corporación: Nuestro Padre Jesús de la Amargura y Nuestra Señora de los Reyes, lo hacían desde la capilla adosada, bajo las órdenes de Dionisio Martínez. El primero se ponía en la calle bajo los sones de “Mi Amargura” e inmediatamente después le acompañaron los sones de la capilla musical propia. La dolorosa de Antonio Asensio de la Cerda, lo hacía con la Banda Música de los Ángeles. El momento más importante de esta corporación fue cuando el Cristo atribuido a José de Mora, llegó a la Carrera del Darro y se inició el rezo de las catorces estaciones del Vía Crucis en silencio hasta San Juan de los Reyes, tal y como ocurre cada Martes Santo. Mientras tanto, Nuestra Señora de los Reyes regresó a su barrio con una bulla formada delante de ella hasta las puertas de su capilla y  con marchas tan populares como “Virgen del Valle”. Esta se tocó cuando subía por la cuesta del Chapiz, propiciando estampas inéditas de nuestra Semana Santa, que marcan un contraste entre la sobriedad y elegancia de esta cofradía y la monumentalidad de la Alhambra. Al igual que en su salida, centenares de personas esperaban el regreso de sus dos titulares por las calles del Bajo Albaicín. Uno de los momentos más especiales, tuvo lugar cuando Iván Centenillo, hermano de la cofradía, interpretó una saeta que precedía a “La Madrugá”; poniendo el broce final a la estación de penitencia.

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La Hermandad del Señor de la Humildad y Soledad de Nuestra Señora, más conocida como la “Canilla”, fue la que completó esta jornada gloriosa. A las 19:25, la Cruz de Guía se ponía en las puertas de la iglesia de Santo Domingo para dar inicio a su salida procesional. Un largo y completo cortejo morado precedía a los dos titulares de esta popular corporación realejeña. Los capataces de ambos pasos fueron Alberto Ortega y Enrique Muñoz Lozano. Las primeras chicotás de ambos pasos hicieron el deleite de todos los congregados allí, como ocurre cada Martes Santo. Sobre las doce de la noche, regresaba a su barrio, formándose grandes “bullas” delante del Señor de la Humildad y Soledad de Nuestra Señora en la calle Jesús y María. Al llegar a la plaza de Santo Domingo, el primer paso se encaraba a la puerta del Templo bajo los acordes de  “La Saeta” y la marcha dedicada al mismo,  mientras que la dolorosa de Manuel González lo hacía con “Mi Amargura”, marcha tan escuchada en estos primeros días de pasión. El viernes volveremos a contemplar la imagen de Soledad de Nuestra Señora, cuando se dirija al Campo del Príncipe, para que Granada pueda realizar la manifestación devocional más representativa de toda nuestra Semana Santa, “El acto de las tres de la tarde”.

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