Un 'submarino' castellonés muy fiable, con comandante maño
El Villarreal volvió a demostrar ayer que su tercera plaza no es casualidad, y que tiene calidad y argumentos de sobra para presentar su candidatura a puestos europeos.
Y es que, aparte de todos los méritos propuestos en el campo por los de Marcelino, el 'submarino amarillo' contó ayer con la inestimable ayuda de un Granada que saltó físicamente al campo, pero que jamás tuvo la cabeza en tierras castellonenses. Al término del encuentro, Alcaraz se mostró un tanto ambiguo, al afirmar que "no hay que buscar excusas", pero refiriéndose a la vez al poco tiempo de recuperación del que había gozado su equipo para llegar al choque.
Aunque cierto es que no le falta razón, y que en la fatídica noche de ayer, la plantilla nazarí evidenció la acumulación de partidos, y estuvo un punto -siendo benévolos- por debajo de su rival en el aspecto físico, así es la Liga, y en cada jornada le toca a uno, de la misma manera que el pasado lunes fue el Athletic quien ofreció en Los Cármenes su peor cara.
Dicho esto, no se pretende restar mérito alguno al Villarreal. De igual forma que -el pasado lunes- gran parte de la culpa de la mala imagen del Athletic recayó sobre el trabajo de los rojiblancos, ayer los locales consiguieron anular el juego granadinista por completo, con una insistente y productiva presión arriba, una rápida circulación de balón durante bastantes fases del partido, y la combinación exacta de efectividad y suerte en la materialización de las jugadas, que otorgó los tres tantos a los castellonenses -tal y como dijo Alcaraz "en los momentos clave".
Pero de entre todo el buen trabajo realizado por los de Marcelino ayer, un hombre sobresale respecto al resto. El ex zaragocista Cani convirtió El Madrigal en su patio particular, y ofreció una lección de saber estar futbolístico en todos los aspectos y facetas del juego. No sólo ayudó en defensa, y organizó la creación y construcción de las jugadas en ataque, sino que todo su esfuerzo se vio premiado con dos asistencias precisas y certeras que sirvieron para que Bruno y Pina, abrieran y cerraran -respectivamente- el marcador.
A sus 32 años, y tras haber asumido el rol de comandante de la nave, después de la marcha de hombres tan importantes como Cazorla o Borja Valero, el centrocampista maño parece estar viviendo una segunda juventud, y su asociación, tanto con Bruno por detrás, como con los hombres de alante parece funcionar a la perfección, y desde luego está dando sus frutos esta temporada. Si a eso unimos el trabajo, la entrega, la velocidad, y la calidad de los dos hombres de ataque, Giovani y Pereira, el resultado es una máquina muy bien engrasada, y lista para el asalto a los puestos que dan derecho a disputar competición europea. De momento, ya son terceros, y -a espensas de lo que haga el Real Madrid esta jornada- ya han dormido mirando al conjunto blanco por encima del hombro, en lo que a la tabla clasificatoria momentánea se refiere.
Lástima que no pueda destacarse tanto de un Granada que anduvo perdido y descolocado todo el encuentro, y que sólo mostró cierto criterio en los últimos minutos de la primera mitad, y en los momentos posteriores a la entrada de Riki e Ighalo. Sólo con un disparo por cabeza y unos cuantos desmarques, ellos dos se convirtieron en -prácticamente- lo más destacado del equipo, lo cuál no habla muy bien del nivel general del conjunto nazarí en la noche de ayer. Brahimi estuvo gris y, de nuevo, excesivamente individualista cuando no tocaba; Buonanotte, voluntarioso pero poco -por no decir nada- acertado; y Pereira, sin rumbo ni horizonte. El resto intentó aguantar el chaparrón, pero se vieron incapaces de frenar el vendaval amarillo que anoche azotó al Granada, y que lo mando volando de vuelta a la realidad, y a la dureza de una competición que aún reserva mucho sufrimiento y complicaciones.
Suerte que esto es la Liga, y que -después del parón- volveremos a tener la oportunidad de que el equipo nos empuje a escribir en sentido contrario, pues así es la veleta del mundo del fútbol, siempre pendiente del lado del que sopla el viento, y del equipo que lo empuja.