Un total de 18.851 hectáreas han ardido en España en agosto, más de la mitad de todo lo quemado en 2016
La superficie arrasada en todo el año asciende a 35.268 hectáreas, la tercer mejor cifra de la década por estas fechas
Un total de 18.851 hectáreas han ardido durante los primeros 21 días del mes de agosto, lo que significa que en este periodo ha ardido el 53,45 por ciento de las hectáreas que se han quemado en España durante todo el año (35.268,65 has), o lo que es lo mismo, que agosto concentra más de la mitad del fuego en lo que va de 2016.
Según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, hasta el 31 de julio ardieron 16.417 hectáreas, lo que situaba por entonces a 2016 como el mejor año del decenio en materia de incendios.
Sin embargo, a partir de entonces las llamas se han multiplicado y han afectado a 18.851 hectáreas de superficie más, de las que 1.898 hectáreas se quemaron entre el 14 y el 21 de agosto, de modo que la primera quincena de este mes concentra los daños por incendios de todo el año.
En total, el fuego ha quemado un total de 35.268 hectáreas de superficie del 1 de enero al 21 de agosto de 2016 que, sin embargo, se sitúa como el tercer mejor año del decenio en esta materia. En las mismas fechas del año anterior habían ardido prácticamente el doble de superficie, con 71.246 hectáreas del 1 de enero al 21 de agosto y un 53 por ciento menos que la media del decenio.
En este año se han producido 5.530 fuegos, de los que casi el 76 por ciento (75,85%) fueron conatos, es decir, que se extinguieron antes de alcanzar una hectárea afectada por las llamas y el 24,14 por ciento fueron incendios, que pasaron de una hectárea quemada. De esos, un total de 1.335, once superaron las 500 hectáreas arrasadas y alcanzaron, por tanto, la categoría de Grandes Incendios Forestales (GIF).
El mismo año por estas fechas se habían producido 13 grandes incendios y la media del decenio alcanza 17 de estos siniestros.
Por tipo de superficie, algo menos de la mitad, 16.894 hectáreas quemadas eran de superficie arbolada; 15.530 hectáreas de superficie matorral y monte abierto y 2.844 hectáreas de pastos y dehesas.
En total, el fuego ha alcanzado al 0,128 por ciento de la superficie nacional. Por número de siniestros, la mayoría, el 39,67 por ciento se registraron en el noroeste; el 33,62 por ciento en las comunidades interiores; el 25,44 por ciento en el Mediterráneo y el 1,27 por ciento en Canarias.
Por tipo de vegetación, casi el 40 por ciento (el 39,66%) de la superficie arbolada ardió en el noroeste; el 25,74 por ciento en Canarias, algo que no es habitual y que se debe al importante fuego en la isla de La Palma que afectó a buena parte de la isla; el 20,65 por ciento se quemó en el Mediterráneo y el 14,22 por ciento en las comunidades interiores.
En cuanto a la superficie forestal, la mayor parte, el 36,32 por ciento se consumió en el noroeste; el 25,59 por ciento en el Mediterráneo; el 24,24 por ciento, en las comunidades interiores y el 13,85 por ciento en Canarias.
Para la vocal del Colegio de Ingenieros de Montes, Rosa Planelles, ha señalado a Europa Press que las cifras anuales son muy variables, ya que los incendios dependen de varias circunstancias y hay años, como 2012 con 34 grandes incendios y años, como 2010, con cinco grandes fuegos.
Así, ha dicho que el año pasado en estas mismas fechas se habían producido 13 fuegos de más de 500 hectáreas pero que, en definitiva, la media del decenio está en 17. "Hay que comparar valores medios del decenio para poder observar la tendencia, y este año van 11 grandes incendios, seis menos que la media", ha apuntado.
Por ello, ha valorado que 2016 sigue "muy por debajo de la media del decenio" y ha admitido que en el mes de agosto los incendios "suelen ocurrir" y las cifras se disparan, ya que se acumulan muchos días de calor continuado, los días sucesivos sin llover y la vegetación muy seca.
Además, pese a las cifras "dentro de los valores normales" ha advertido de que en septiembre puede haber semanas de gran incidencia de incendios en las que se quema mucha superficie, como ocurrió en 2006 en Galicia.
"Aunque estamos dentro de los valores normales, todos querríamos que hubiera menos incendios pero lo cierto es que las condiciones climáticas favorecen que si hay ignición, hay propagación, porque la vegetación está disponible para arder", ha manifestado.
Respecto a los grandes incendios, Planelles, que es profesora de Incendios Forestales en la Universidad Politécnica de Madrid, considera que son "el problema más grave" porque llegan a superar las capacidades reales de extinción.
EL INCENDIO CERO NO EXISTE
En este contexto, ha reflexionado que aunque no se puede saber si habrá o no más grandes incendios, esta posibilidad aumenta si no se realizan tareas de prevención. "Puede que haya menos incendios, pero que estos sean más grandes", ha alertado.
Por ello, ha hecho hincapié en que "lo único que se puede hacer" es aumentar la prevención, que implica aumentar la gestión forestal. "No podemos aspirar al incendio cero, que es inalcanzable, pero podemos lograr que no haya grandes incendios", ha apostillado.
Esto pasa, en su opinión, por aumentar la gestión rural, el trabajo con la población rural que vive en el entorno forestal y mediante la prevención en la población urbana que acude a las áreas rurales y al entorno natural, ya que, según ha recordado, la gran mayoría de los incendios se produce por negligencias en el campo, por imprudencias o bien de forma intencionada.
Las cifras son "muy frías" y según esto, este sería el tercer mejor año del decenio, pero ha advertido de que si en septiembre no aumentan las precipitaciones y se produce una ola de calor la cifra puede aumentar.
En definitiva, la representante del Colegio de Ingenieros de Montes ha comentado que "nunca" se puede decir en materia de incendios que este sea "un buen año" pero sí que 2016, de momento, está por debajo de la media.
En todo caso, a su juicio "queda mucho por hacer" porque los fuegos siguen "a expensas de la climatología", de modo que la opción es mejorar la prevención y la gestión de los elementos combustibles y favorecer el desarrollo rural ya que la extinción "es solo la consecuencia y solución final".