Un Viernes Santo a trompicones

La intermitente lluvia condiciona los desfiles procesionales, que salen con retraso y, en algún caso, acortan su recorrido

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Un momento de la procesión de Los Escolapios cruzando el Genil | Foto y vídeo: Javier Gea
GranadaDigital
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Fue un Viernes Santo marcado por la incertidumbre, las miradas al cielo y los paraguas en la mano. Las previsiones meteorológicas, que inicialmente daban lluvia para todo el día, se volvieron más benévolas en el último momento.

Por la mañana hubo sol y eso hizo concebir esperanzas. De ahí que a eso de las dos de la tarde, tanto la puerta de la iglesia de Santo Domingo como el Campo del Príncipe estuvieran llenas de público para ver el pequeño pero muy querido paso de la cofradía de la Humildad.

Con las nubes cada vez más negras, la imagen pudo salir del templo y llegar hasta la conocida plaza donde está el Cristo de los Favores. Allí, el arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, dirigió el rezo ante un muy nutrido grupo de fieles.

El cielo, poco antes de las cuatro, estaba totalmente encapotado y ponía en serio riesgo la salida de los Ferroviarios desde San Juan de Letrán. En vista del panorama, tanto esa hermandad como las otras cuatro que tenían pendientes sus cortejos decidieron de forma unánime, con el visto bueno del Plan Parihuela y de la Real Federación de Hermandades y Cofradías de Granada, retrasar media hora el inicio de todas las procesiones pendientes y ajustarlas a la Carrera Oficial.

A las cinco y media de la tarde salió finalmente la cofradía de Ferroviarios, con sus titulares acompañados por legionarios, lo que siempre se traduce en mucho público alrededor. En su paso por el bulevar de la Constitución no le faltaron acompañantes.

Poco antes de las siete de la tarde empezó a llover, aunque de manera débil, circunstancia que pilló a los pasos de Ferroviarios en la calle y retrasó a su vez la salida de Los Favores desde la iglesia de San Cecilio, la de la Soledad en San Jerónimo y la de Los Escolapios, en su iglesia junto al Genil. Los cofrades, nerviosos, no dejaban de mirar sus teléfonos móviles por si encontraban allí un sí y los cabildos de las cofradías debatían si correr el riesgo o no.

A las ocho, la cofradía de Los Favores decidió salir. Un cuarto de hora después, Los Escolapios hizo otro tanto. Y más tarde les secundaron las del Santo Entierro y la Soledad. De manera que, muy poco antes de las nueve de la noche, todas las que tenían que estar en la calle, lo estaban. Algunas, por prudencia, acortaron su recorrido. Otras tuvieron que recurrir a plásticos para tapar y proteger las tallas. Pero al menos no se quedaron en sus templos. Y el público, muy numeroso y también impaciente por la espera, se llevó su recompensa porque, aunque fuera a trompicones, el Viernes Santo no quedó en blanco. Como se suele decir, bien está lo que bien acaba.