Una cebra de rayas rojas y blancas
Se agradece que, por fin, tras siete meses de mandato, se haya tomado una medida justa y necesaria: la renovación de Lucas Alcaraz
En los despachos nunca se van a ganar ni perder partidos, pero sí que se ponen los cimientos para edificar uno u otro camino. Ejecutar la compra de un club a poco más de un mes de iniciarse la Liga y hacer un equipo nuevo, fichando 18 jugadores, aparte del entrenador, en cuatro semanas, no son los mejores materiales para un proyecto de ambiciosas pretensiones. El Granada camina por el alambre desde 2011, año del ascenso a Primera. Pina y Cordero fueron los culpables de aquello, pero ya en la élite dieron demasiados bandazos. Eso sí, siempre desde la sensatez de quien acumula en el fútbol años de vuelo. Se equivocaban, y bastante, pero al final lograban dar con la tecla correcta.
Desde el pasado mes de junio, a pesar del cambio de dueño, la entidad rojiblanca sigue caminando por el alambre, pero ahora sin red. John Jiang Lizhang tiene mucho dinero, pero muy poco conocimiento de lo que verdaderamente importa: el fútbol. Lo ha hecho todo deprisa y mal, y se ha cargado a todo y a todos de la era Pina. Impopulares y, lo que es más grave, erróneas decisiones que tienen al Granada más cerca de Segunda que de la permanencia. Así que se agradece que, por fin, tras siete meses de mandato, se haya tomado una medida justa y necesaria: la renovación de Lucas Alcaraz.
No hay ningún otro entrenador en el mundo que sea capaz de lo imposible: mantener al club andaluz en Primera. Como tampoco habría uno mejor para devolverlo a Primera, en caso de no lograr el primer milagro. Su reflexión en la rueda de prensa que escenificó la prolongación de su contrato habla por sí sola: «Estamos cinco o seis para conseguir un objetivo que lograrán dos o tres. No necesitamos ser más rápidos que un león, pero sí que el resto de cebras». Amén.