Una hora menos en Canarias
Ha sido una pesadilla aunque con el despertar me voy dando cuenta de que no es una realidad pero… pudiera serlo. Hubiera querido soñar, como Antonio Machado, que tú me llevabas por una blanca vereda hacia el azul de los mares una mañana serena. Pero no. También sería de desear como Martin Luther King, al proclamar que he tenido un sueño en esas nieblas inspiradas por Morfeo se me hubiese representado un mundo mejor, de fraternidad, sin desigualdades, en el que todos los hombres sin distinción de raza o credo pudiesen juntar sus manos… Ya saben.
Pero no: en mi pesadilla, enmarcada en el actual debate sobre la conveniencia o no de volver a los husos horarios anteriores a los cambios que se introducen en Europa en primavera y otoño, yo veía una Unión Europea incapaz de poner de acuerdo a sus treinta y tantos Estados miembros. Y así, a la vista de las controvertidas opiniones, el árbitro comunitario había dado libertad a esos Estados miembros para que cada uno, en uso de su soberanía, estableciese el horario que más se ajustase a sus necesidades.
Fue la debacle. En Europa, no. En España. Aquí, fieles a las bondades que nos depara el Estado autonómico, en cuanto el Gobierno central dictaminó la hora oficial de España las diecisiete autonomías se vinieron arriba. Los primeros fueron los catalanes, claro. ¿Cómo iban a tener ellos la misma hora que Madrid? Esgrimiendo sus derechos históricos, dado que el meridiano de Greenwich pasa por su territorio, reclamaron para sí la decisión de fijar la hora de la Península. Decidieron que en Cataluña los relojes se adelantarían media hora, a título orientativo para los demás, eso sí.
Por el otro lado levantaron la voz los gallegos. De hecho, hace ya tiempo que sugirieron la idoneidad de alinearse con la hora de Canarias, y Portugal, pues están en otro huso. Los canarios, nada más escuchar que el Gobierno pretende unificar horarios en todo el territorio sea peninsular o insular, están reclamando estos días su singularidad, una hora menos en Canarias…
Y en estas llegó Susana. Se echaba de menos la voz específica de Andalucía en el debate y 'DoñaSú' no podía quedarse al margen en una cuestión de tanto calado. Lo hizo con esa originalidad consustancial a nuestra tierra: habría una hora oficial en Sevilla -de adelanto, por supuesto- pero como estamos en periodo preelectoral, se rumorea un adelanto y a la vista del descontento que en los últimos tiempos se detecta por esta zona oriental de Andalucía, la presidenta en un guiño electoralista, decretó media hora menos en Granada. No hizo falta que los malagueños protestasen, porque uno de los diez mil asesores de la Junta corrigió de inmediato en el BOJA la ausencia malagueña y fijó un salomónico cuarto de hora de diferencia en todo el radio de la Costa del Sol. Con estas diferencias individualizadas, el comunicado oficial de la Junta pudo calificar la iniciativa de Susana Díaz como “innovadora” y “pionera” (el 99’9 por ciento de los comunicados oficiales de la Junta califican las iniciativas del Gobierno socialista andaluz como “innovadoras” y “pioneras”…)
Y así, una tras otra autonomía. En Baleares, donde últimamente la izquierda que allí gobierna se muestra tan seguidista y entusiasta del supremacismo catalán, estuvieron encantados de adoptar la hora de Puigdemont y en el País Vasco, entretanto, ni siquiera hubo que discutir: los de Bilbao ponen la hora a la hora que ellos quieren…
Entonces sonó en la mesita de noche la radio-despertador y a los tonos horarios siguió la voz del locutor/a: “Son las ocho. Las siete en Canarias. Y en Galicia. Las siete y media en Cataluña. Las ocho y media en Sevilla y en Granada las ocho, pero en Málaga las ocho y cuarto…” Estaba soñando, era una pesadilla, sí… Pero imaginen por un momento que la UE decide dar libertad horaria a sus Estados miembros… Y después me cuentan lo que podría pasar en esta España tan autonómica.