Una noche con Jesús Arias
Querido Jesús, perdona por no haber estado en tu homenaje el otro día pero ando últimamente un poco despistado y ni me enteré, para que te voy a engañar. Eso sí, lo primero que hice ayer es ir al edificio de la Chana a ver el retrato en la pared que te ha hecho el Niño de las Pinturas, un genio en esto de los grafitis. Una obra de arte rupestre que espero que se quede para siempre, como los bisontes de Altamira. Pero en fin, no es de eso de lo que quería hablarte.
Más que nada quiero disculparme por no haber intentado contactar contigo cuando tenías esos días grises en que parecías estar de vuelta de todo, desengañado de la vida y de los amigos. Leía tus mensajes casi apocalípticos en el feisbuq y yo llegué a vislumbrar que estabas mal, realmente mal. Pero no hice nada. Luego hasta te desengañaste del feisbuq. Pero bueno, quería decirte que tu muerte apresurada me dejó un regusto amargo en mi conciencia.
Para intentar compensar mi descuido por no haberte llamado un día y haber hablado contigo, he puesto en un lugar privilegiado del sitio en donde escribo la foto que nos hicimos con el actor Andy García, que había venido a Granada a promocionar una película en la que él hacía de García Lorca. Tú escribías para un periódico y yo para otro, pero entre nosotros no había esa tontería de las exclusivas. Íbamos a hacerle una entrevista al actor y decidimos hacérsela conjuntamente. Eran casi las diez de la noche. Cuando terminamos, me imagino que te acuerdas, el actor nos preguntó dónde podía tomar una copa, pues no le apetecía acostarse tan pronto. Como pernoctaba en el hotel Saray le dijimos que un buen sitio era un bar de copas que se llamaba El Bajel, que estaba cerca de allí.
Fuiste tú el que le dijiste a Andy García que si quería lo podíamos acompañar. Y nos fuimos los tres. No he tenido la ocasión de decirte, aunque nos vimos muchas veces después, que aquella fue una de las noches más interesantes de mi vida. Recuerdo a Andy García con su puro en la mano (por entonces se podía fumar en los bares) totalmente extasiado, escuchándote, cuando le hablabas de tu pasión por la música y de lo que se puede hacer con una buena poesía. Luego el actor nos habló de Cuba y del coñazo que suponía tener que lidiar con los de Hollywood. Hablábamos como tres colegas que no tienen prisa. Tú, como siempre, exhibiste tu sabiduría, siempre exenta de vanidad y pedantería. Eras un ser generoso y así te mostraste antes el famoso actor, que al terminar la noche nos dijo que le había encantado conocernos.
Luego lo despedimos en la puerta el hotel y tú y yo nos quedamos en la esquina a echarnos un cigarrillo y seguir hablando de periodismo, de literatura, de mujeres… Estaba ya el alba a punto de llegar y nosotros no encontrábamos ocasión para despedirnos. Hasta que nos dijimos adiós con un abrazo. Ahí, Jesús, se cimentó el aprecio que siempre te he tenido. Por eso quiero que lo sepas. Ahora de vez en cuando miro esa foto y digo: Perdóname, amigo.
Comentarios
Un comentario en “Una noche con Jesús Arias”
Manuel M. Mateo
5 de mayo de 2017 at 18:36
Gracias amigo Andrés por este relato de esas horas en las que se hace la vida.