Una presentación con malafollá
Hace unos días, y en conmemoración del 90 aniversario de la fundación del Granada CF, se presentó a la afición un muy trabajado documento de aficionados y profesionales con la historia del club.
No sé cómo funciona la entidad por dentro ni tampoco cuales son las directrices que los mandatarios orientales, con Yi Rentao a la cabeza, dan a los subordinados para que el club quede más que bien representado ante un país intenso en fútbol y ante una ciudad más que volcada con su equipo. Pero está claro que en esta ocasión todo ha fallado.
Poca gente, en casa de un patrocinador, sin una cerveza triste con la que celebrar el evento -lo de la cerveza y el canapé siempre es obligado, por lo menos, para brindar por el éxito- y con mucha prisa por terminar porque había más cosas en la agenda.
De la afición, siempre volcada a pesar de los pesares, y que ha soportado de la noche a la mañana que de estar sentando cátedra en Europa se haya pasado al miedo constante de este año, que aún no ha terminado y que es mejor olvidar cuanto antes, había ausencias y se podían haber invitado, por ejemplo, a representantes elegidos entre los más antiguos. Y, además, faltaba aún más gente importante y de la etapa gloriosa en la que el Granada se convirtió en una entidad de caché y categoría con un equipo único e irrepetible que marcó época. De esa etapa gloriosa de los años setenta no había nadie. Quizás ocurrió que los que mandan quisieran gastar poco en gastos de invitación para que cuatro o cinco viajaran desde el País Vasco, Navarra o Sevilla, por señalar algunos lugares de residencia, y pudieran recibir el trozo de la tarta que les corresponde, o puede también que se hayan contagiado de aquello de la tierra del chavico y se valore esto mucho más que la clase y la elegancia en general.
Hay un nombre que también falta en la lista y se trata nada más y nada menos que del hombre que convirtió al club en un grande y que hizo que la gente temblara, en todos los sentidos, cuando había que jugar contra los rojiblancos fuera y dentro del hermoso y antiguo campo de Los Carmenes.
Ustedes no lo creerán, pero Candi tampoco estaba.
Disculpe doña Patricia Rodríguez, jefa española del cotarro, pienso que usted se habrá leído la historia del club, y que sabrá quién es Candi y lo que significa. Imagino que usted conoce, y si no yo se lo cuento, que es un hombre mayor que ha pasado de los noventa años, que sigue pagando su entrada y que en más de una ocasión ha tenido que abandonar el asiento en las noches de intenso frío, esas noches futbolísticas odiosas inventadas por el genio de la Liga, y que nunca nadie ha pensado ni ha dicho a los gerifaltes que lo normal sería hacerle un sitio de honor, para toda la temporada, allí en el palco donde hay más de uno que igual sobra y también algún otro que mucho le debe al caballero del que hablamos. Por cierto, por añadir un dato más, y a modo de anécdota, es también el diseñador de esa camiseta de rayas horizontales por las que el club ingresa mucho dinerito.
Si por el contrario no está usted enterada del todo, hay mucho donde leer, mucha gente a la que preguntar y yo mismo le puedo aconsejar un trabajo mío de la revista Alhóndiga. Y me dirijo a usted porque es la gerente, que sé que hay una chica oriental que también manda mucho en el club, pero no recuerdo su nombre y no sé si me entenderá.
Repito, Candi no estaba. Pero no porque se le olvidara dada su edad ni porque la invitación se perdiera por el camino, simplemente no había sido invitado. No estaba como máximo representante vivo de la historia del club, y no contaba para los que montaron y decidieron el acto que celebraba nada más y nada menos que los noventa años de la entidad. Y dentro de esos noventa años, hagan cuenta y díganme cuantos le corresponden a Candi y su Granada CF.
Y si alguien se pregunta qué autoridad puedo tener para escribir todo esto, les digo que soy granaíno de la calle Nueva del Santísimo, que me hice periodista en el Patria con los grandes de la época, que mamé el fútbol con el Granada glorioso y, además, tengo la insignia de oro y brillantes del club.
Por eso me he atrevido a decir que fue una presentación con malafollá.