Unas letras con polémica
Casi siempre que un periodista oye un rumor tiene la obligación de pensar que puede ser noticia. A veces no consigue ver un asunto como noticia pero sí le puede sacar punta para hacer un comentario. El rumor que oyó el periodista el otro día, a pie de barra de bar, es que hay un descontento generalizado de profesores, ex decanos y antiguos alumnos conforme a la manera en que se ha hecho el finiquitamiento de la anterior sede de la Facultad de Medicina y el traslado a la nueva. “Casi con nocturnidad y alevosía”, le decía al periodista la fuente informante al evocar el recuerdo de ese operario quitando las letras doradas de la sede del singular edificio que ha albergado a los estudiantes de Medicina durante más de setenta años. Hay quien se esperaba que hubiera un acto solemne en el que el actual decano entregase simbólicamente las llaves de la vieja Facultad a la rectora, con la asistencia masiva de todos aquellos que han sentido el traslado como una lamentable pérdida. Un acto a la manera de cuando Boabdil entregó las llaves de Granada a la reina Isabel la Católica en la célebre Toma y en la que el rey chico lloró como mujer lo que no supo defender como hombre. Hay también quién se esperaba que las letras de la Facultad de Medicina acompañaran siempre a este edificio tan emblemático de la ciudad que comenzó a construirse en 1931 y que por retrasados ocasionados por la Guerra Civil se inauguró en 1944. Y hay también quién se esperaba que no todo se hiciera de una manera tan chabacana y poco elegante.
Al comenzar la democracia en nuestro país, ya se arrancó del frontispicio del edificio una frase en latín que aludía a la recuperación de la Facultad: “Solido sólido saxo fundata, nunc novo ritus, vetus explendet schola, imperante Franco». Viene a significar, más o menos:«Fundada sobre sólidas piedras, la antigua escuela ahora resplandece, según el nuevo rito, imperando Franco”. Los nuevos tiempos aconsejaron que el nombre de Franco no apareciera en el futuro de las nuevas generaciones y el lema fue a parar a un trastero. Y aunque es parte de la historia, se puede justificar aquella decisión. Pero en estos tiempos en los que se supone somos dueños de una libertad conquistada a los largo de los años, hay muchas personas a las que le ha dolido que arrancaran las letras de la Facultad de Medicina al vetusto edificio. “Esas letras no hacían daño. Es como si a un viejo profesor le quitaras de su bata el nombre y el cargo que ha mantenido durante muchos años”, decía al periodista la fuente informante. Pues eso, que ha dolido.