Tres miradas: ser universitario en Granada y el estado de excepción
El curso académico empezó para miles de alumnos de Grado hace apenas dos semanas. Hablamos con ellos acerca de esta etapa y cómo ven la situación de la UGR que, al menos sobre el papel, está en una de las épocas más dulces de su historia reciente
La etapa universitaria suele dejar poso. Si bien en los últimos 40 años sus significado social ha ido variando, para los que tienen la suerte de acceder o haber accedido a ella, tiene un relevancia vital excepcional, diferente a los ojos del paso del tiempo y las vivencias adquiridas. Que en la actualidad un título sellado por la firma de SS.M.M el Rey justo abajo del pertinente "Graduado en" seguido de lo que sea, tenga menor notoriedad y reconocimiento que nunca poco importa. No hay mercado laboral ni homologación social que valga a la hora de ponderar lo que ocurre en un contacto pleno con el aprendizaje. No sólo de libros, sino también de vida. Quien lo probó lo sabe, que diría Lope.
Hace dos semanas empezaba un nuevo curso lectivo en la Universidad de Granada. Miles de estudiantes entraban de nuevo a las aulas de una de las instituciones con más solera del país, reconocida en el ránking de Shangai un año más como una de las 50 mejores del mundo, vanguardista en la ciencia, encajada en lo mejor de la tradición en las letras y con un profundo historial en la producción multidisciplinar. La UGR vive un momento dulce. Ello no le quita sus penurias y su dificultad para salir adelante con un presupuesto ínfimo para su envergadura institucional y una deuda acumulada por parte de la Junta de Andalucía que la obliga a estar en déficit permanente. Si la Universidad sigue adelante, además de por el buen desempeño en la gestión de sus últimos años a cargo de Pilar Aranda, es por su corazón, los estudiantes.
En el último año recibió un total de 47.096, lo que le convierte en la cuarta universidad con más alumnos de España. Entre los que llegan a renovar las cifras de este nuevo curso de encuentra Juan José Guitérrez, un muchacho de Cádiz, recién matriculado en Bellas Artes y que tras terminar el bachillerato ha cambiado la Caleta por el Darro. "Es algo más cosmopolita que Sevilla, más moderna. En Cádiz no estaba la posibilidad de estudiar Bellas Artes en la universidad y tenía buenas referencias de aquí. Nada más pasear por la ciudad ves que hay otra mentalidad" cuenta acerca de cómo decidió destino.
Las razones de Juan José, eso sí, han tenido que ver más con una cuestión vocacional. Su sueño: ser ilustrador de cómics. A los 18 años apenas existen barreras y él tampoco se las pone a medio plazo: "Con respecto al futuro no tengo nada planeado, mi visión se limita al 3º o 4º año de carrera y qué cosas voy a hacer para tener la mayor experiencia posible. Tengo esperanzas porque hoy día todo el mundo ve series, lee cómics...hay posibilidades de dedicarse al ocio. De todas formas tengo la mente abierta, si un día me doy cuenta de que lo que me gusta es la escultura, cambiaré". Su generación es la generación que nació más tarde del año 2000. Cuando salió la polémica ley Wert Juan José tenía apenas 12 años.
En ese mismo año se matriculo Ignacio Fernández, actualmente estudiante de fisioterapia y que ya ha cumplido 25 años. Se trata de su segunda carrera. Se sacó el grado en INEF en 2016, hizo un Máster propio en Entrenamiento Personal en 2018 y ha comenzado el nuevo curso con la idea de poder diversificarse y tener más posibilidades en el mercado laboral. Lleva 7 años sin apartarse del ámbito universitario. "Para mi ha sido básico en mi vida. Todas mis relaciones actualmente pasan por aquí. A nivel emocional, social... la universidad hoy por hoy ha sido todo".
Su prioridad este año es terminar la etapa, convalidar las asignaturas que le quedan y salir fuera de las aulas lo antes posible. "Estoy deseando acabar. Luego sales a la calle y te das cuenta de que te queda todo por aprender. Cuando sales de aquí estás verde. Cuatro años se quedan cortos para aprender todo". Así de primeras uno podría pensar que después de siete cursos universitarios sólo te queda la erudición. No en vano, los altares son algo que se estilan en las facultades de cualquier signo y condición, una característica que Ignacio prefiere ver con algo más de humildad. "Para mi haber estudiado en la Universidad está algo sobrevalorado en muchos aspectos. En mi entorno hay mucha gente que no lo ha hecho pero entienden que sólo porque tengas un título ya es la gran cosa".
Lo que ahora le ronda la cabeza casa con la incertidumbre propia de su generación. Más allá de lo económico, que pesa como una losa, la sensación de que lo último que queda, la vocación, se puede perder. Que todo el proceso de años no va a llegar a puerto como uno espera. " Lo que más me preocupa es no sentirme realizado con mi trabajo. Cuando acabas normalmente vas al primer sitio que puedes y no al que quieres. Todos salimos con el mismo título. Me da miedo acabar siendo una máquina que siempre hace lo mismo. Escoges un trabajo que en teoría es para toda la vida y pesa el poder haberte equivocado".
A su lado no lo tiene tan claro Belén Morcillo, estudiante del doble Máster en profesorado de chino y estudio de Asia Oriental. Tras cuatro meses en Pekín vuelve a Granada con la intención de cambiar finalmente de tercio y dedicarse a la docencia. Tiene 23 años y estudió Traducción e Interpretación en la universidad granadina, aunque ya en el segundo año estaba de Erasmus en Bélgica. "Fue donde verdaderamente he aprendido, no aquí. Cuando estuve en Gent (Bégica) no fue el típico Erasmus que no estudias. Me lo pasé estudiando muchísimo. Cuando volví veía como mis compañeros estaba agobiadísimos y yo estaba ya tranquila. La metodología de aprendizaje que obtuve fue diferente. Dejé de memorizar, que es a lo que estamos todos acostumbrados cuando terminas selectividad".
Belén fue uno de los cerca de 4.000 estudiantes que la UGR cuenta entre salientes y entrantes a lo largo de su curso académico cada año. Además de la Erasmus también ha disfrutado de la beca del Ministerio de Educación, algo indispensable, al igual que ocurría con Juan José, para poder llevar a cabo sus estudios. Los recortes tras la crisis de 2008 hacen que, a pesar de suponer una ayuda evidente para muchas familias, apenas de para cubrir las condiciones básicas de vida en los últimos años. Mientras hablamos me comenta que se acaba de dar cuenta de que "parece normal pero no lo es. Recibes 3.000 euros, si le sumas la beca por estancia puede llegar a 4.500. Mi anterior piso costaba 500 euros al mes hace un año y ahora cuesta 650. Mis padres me han ayudado muchísimo y les he tenido que pedir ayuda muchas veces porque no llegaba. Llevo trabajando dos años al mismo tiempo que estudio y ahora que comienzo el Máster, con horarios diarios de 6 horas no sé si podré combinarlo. No puedo tener jornadas de 9 de la mañana a 9 de la noche cada día y entregar los trabajos de cada asignatura":
Menos alumnos, más rendimiento
El acceso a las matrículas además ha caído notablemente. Llama la atención el último estudio publicado precisamente por la UGR, en el que sentenciaba positivamente los efectos de la ley Wert en el rendimiento académico. Suerte para los bolsillos de los estudiantes y sus familias que los precios en Andalucía se congelaron. Controlando variables como la renta per cápita regional, las notas de acceso a la Universidad o las penalizaciones por segunda y tercera matriculación, la investigación viene a demostrar que "el aumento importante en las tasas de matrícula en el período analizado contribuyó a reducir las ineficiencias del sistema universitario público español". Al mismo tiempo, la UGR ha perdido 29.000 estudiantes en los últimos cinco años.
Así las cosas parece evidente que universidades como la granadina están primando la excelencia y la penalización económica por encima del acceso. Mientras, el Gobierno andaluz calmó hace pocos meses a los estudiantes prometiendo que mantendría medidas como las de la beca del 99%, que permitía acumular créditos y que venía a solucionar los efectos de la crisis en los estudiantes y familias tras las amenazas en campaña y acusaciones de "populismo" precedentes a la medida.Dicho sea de paso, como suele ocurrir en estos casos, ésta fue tomada por el PSOE de Susana Díaz apenas un año antes del comienzo del periodo electoral.
Así las cosas, los próximos años se esbozan como fundamentales para saber cuál será la deriva del sistema universitario español y hacia qué modelo se camina en su función de utilidad pública y saber responder a las grandes preguntas. Qué significa tener un título universitario colgado en salón es una de ellas. Mientras, el curso prosigue. A las 8 y media hay clase.
Comentarios
Un comentario en “Tres miradas: ser universitario en Granada y el estado de excepción”
Luis Miguel Uribe
1 de octubre de 2019 at 11:38
Mi hijo hizo 2 carreras ( un año de Erasmus en una muy buena Universidad de Polonia ) otro año $ meses de prácticas allí mismo mas un año de voluntariado europeo en el extranjero y.....NADA de NADA Sra. Rectora y Cía. Al final com muchos y muchos se emigró como las aves y se casó y tiene un hijito en el EXTRANJERO y esto es lo que hay en España con sus balcones llenos de enseñas etc etc.....