Vacaciones literarias
Se acerca el verano y con él esa apolínea tradición de las vacaciones. ¿Tienen ya su plan para resguardarse de la canícula que prometen estos primeros días de junio en una Granada que parece no querer vengarse aún de la lluvia de este invierno? Porque el ajuste de cuentas promete ser histórico. ¿Van a visitar algún país exótico? ¿Son más de playa o montaña? ¿Sus vacaciones giran en torno a la gastronomía? Y lo más importante, ¿saben ya cómo preparar su escapada? Hoy les recomiendo que se olviden de Lonely Planet y opten por algo mucho más divertido: anagnórosis literaria. Anagnórosis, literalmente «reconocimiento» en griego, es un recurso que usamos –¿abusamos?– los escritores y que consiste en el descubrimiento por parte de un personaje de datos esenciales sobre su identidad, seres queridos, entorno... El famoso «y de repente, descubrió que era adoptada». ¿Qué les parece algo de literatura relativa a sus destinos de vacaciones para que, una vez en ellos, «descubran» algo que ya habían leído? Es decir, para que lo reconozcan. Como si ya hubiesen estado allí. Personalmente, no se me ocurre una forma más divertida de preparar un viaje.
Digamos que van a viajar a India. Porque sí, porque el calor de Granada es para cobardes y ustedes son tipas y tipos duros. Mucho se ha escrito sobre este país que hace que, cuando llegamos, se sobreexciten nuestros sentidos hasta el punto de volvernos locos. Pero volvamos a la anagnórosis: ¿un buen libro para recorrer sus calles bajo un sol inhumano y sentir «yo ya he estado aquí»? Pasión India, de Javier Moro. En él podemos leer la historia de Anita Delgado, la malagueña que en 1908 enamoró al mismísimo maharajá de Kapurthala y entró como princesa de este estado, a lomos de un elefante, seduciendo al que sería su pueblo con «una tez tan blanca como las nieves del Himalaya». En esta gran historia de amor –y de traición– podrán descubrir el país casi al mismo nivel que si lo visitaran. Eso sí, no hablen de ella allí: a mi, literalmente, me lo prohibieron: la sangre andaluza provocó uno de los mayores escándalos que ha conocido la India, un país que no se caracteriza por su apertura de mente.
¿Quizás el otro extremo del mapa? ¿Estados Unidos? Con este lugar mantengo una relación de amor-odio de la que no sé salir. Por una parte pueden acercarse a las grandes ciudades, que, personalmente, no me enamoran demasiado porque las percibo como ficciones (malas ficciones). El claro ejemplo, Nueva York, y la mejor obra para aterrizar y sentir que «ya hemos estado aquí» es de nuestro granadino más universal, Lorca: Poeta en Nueva York. Esta obra relata perfectamente la angustiosa lucha del cielo con el rascacielos, las insoportables luces o «criaturas de la luna» que hacen que «no duerma nadie. Nadie, nadie. No duerme nadie» o la triste historia de los pueblos negro y chino alejados de sus raíces por causa de la industrialización, esclavitud y demás barbaridades que Estados Unidos (y sus secuaces de la época, como la iglesia, que esa siempre es secuaz de algo, no se aburre) ha cometido a lo largo de la historia. La sensación de soledad, en definitiva, que produce Nueva York. Sin embargo, Estados Unidos tiene algo único en el mundo que es su naturaleza, sobre todo sus bosques. Jamás me he sentido tan libre, tan mamífera, tan salvaje como en un bosque americano. ¿Obras para reconocerlos, para sentir que «ya hemos estado aquí»? Por supuesto, Hojas de hierba, de Walt Whitman, y los diarios de Thoreau. En ellas pueden experimentar perfectamente esa sensación de libertad, de universo, de sentimiento animal que ellos producen. Afortunadamente, ¡muy afortunadamente! podría incluirse aquí un largo, larguísimo etcétera que por razones de espacio no voy a mencionar. Pero no se lo pierdan.
¿O quizás prefieren quedarse en España y huir del calor al fresco del norte? No soy objetiva porque mis raíces son asturianas, pero mejor que ahí no van a estar en ningún sitio. Oviedo. Oviedo que no se entiende sin La Regenta, de Leopoldo Alas «Clarín». Esta novela, una de las mejores que ha conocido la historia de la humanidad, pasada y futura, transcurre en esta ciudad a la que el escritor llama «Vetusta». En ella podrán disfrutar de la triste historia de una mujer enamorada del amor, enamorada de la idea de la idea de ser libre. Y cuando lleguen a Oviedo reconocerán a la perfección sus escenarios, el principal, la catedral, donde además podrán encontrar una escultura, en su misma entrada, de Ana Ozores. Uno de los mayores actos de justicia que ha visto España: la talla más merecida que hay en las calles de nuestro país. Es el mayor de los placeres recorrerla identificando los lugares por los que pasó Ana: donde se confesaba con don Fermín, donde se desmayó y le pareció «sentir sobre la boca el vientre frío y viscoso de un sapo» o donde, en la misa del gallo, observaba a Álvaro Mesía aprovechando la confusión que regalan las columnas. Casi les suplico que no se la pierdan.
También en el norte existe un fabuloso destino de verano, el Camino de Santiago, si prefieren hacer algo de deporte y una búsqueda espiritual de ustedes mismos –que para eso están también las vacaciones, no va a ser todo una aburrida palmera tras otra–. No consumo libros de Paulo Coelho ni es mi intención recomendar aquí a un escritor que no recomendaría a nadie, pero hay un libro en concreto, uno solo, que es digno de mención: El Peregrino de Compostela. Dejando de lado las cuestiones religiosas, este autor cojea de beatería que da gusto, en su obra describe esta milenaria andanza que tantos y tantos peregrinos han recorrido hasta Santiago, ciudad hermosa donde las haya. Y en esta andanza puede buscarse todo: desde Cristo hasta uno mismo. Como decía, es una gran obra para recorrer el Camino desde nuestro sillón y, una vez en Galicia, sentir que «ya hemos estado aquí».
¿Viajan ustedes a Japón como dos familiares míos que últimamente me han puesto los dientes muy largos? El crisantemo y la espada (Ruth Benedict). ¿A París? París era una fiesta (Hemingway), una de las mejores obras que leerán en su vida. ¿Tal vez a Rusia? Dostoyevski, Dostoyevski y Dostoyevski siempre; para vivir, en general, hay que leer a Dostoyevski. ¿México? Cualquier obra sobre Frida Kalho. ¿O tal vez Roma? SPQR (Mary Beard).
Vayan a donde vayan, disfruten leyendo.
Comentarios
5 comentarios en “Vacaciones literarias”
Juan
4 de junio de 2018 at 22:17
Yo me voy a Canarias, recomendaciones?
Elena
5 de junio de 2018 at 10:06
Y para Budapest???
Amparo
6 de junio de 2018 at 16:49
Novelas buenas que pasen en Cádiz nos puedes comentar alguna?
Juan Carlos
8 de junio de 2018 at 09:31
Para Berlin algo que no sea de nazis (que digo yo que tb lo habra) nos podria recomendar por favor? Gracias¡¡
Julio
10 de junio de 2018 at 19:16
Buenas tardes. Nosotros nos vamos al norte, a esquivar el frío, pero un poco más abajo de Galicia. Estoy leyendo la Trilogía del Baztán de Dolores Redondo y quisiera saber qué opinión le merece, porque, a pesar de ser un bestseller, a mi tiene algo que no me termina de gustar. Gracias.