Veranee en pesetas
'Veranee en pesetas' era una invitación a los españoles para permanecer en territorio nacional durante el periodo de vacaciones, en unos tiempos en los que con la recién estrenada democracia los españoles empezaban a viajar por el extranjero, principalmente Francia e Inglaterra, sin complejos, sin que necesariamente esos dos países significasen el simbolismo de libertad que hasta pocos años antes habían representado en la comparación con el régimen dictatorial que había imperado en España hasta 1977.
Un eslogan del Ministerio de Comercio y Turismo, departamento a cuyo frente estaba el entonces joven ministro Luis Gámir, en uno de los gobiernos de Adolfo Suárez. 'Veranee en pesetas', profusamente difundido en prensa, radio y televisión, con el 'usted' de respeto con el que la Administración se dirigía a sus administrados, un tiempo anterior a los tiempos del tuteo generalizado actual.
Veranear en pesetas sería hoy imposible porque la moneda única ha reemplazado a la española. Pero el significado de aquel eslogan se antoja válido como una de las ideas que se barajan a partir del momento en que se levante la cuarentena y la normalidad de la vida en las ciudades empiece a recuperarse. Es decir, fomentar el turismo interior como primera iniciativa para remontar el parón de la temporada turística. Dando por buena la fecha de mediados o finales de mayo como los días en que acabará el confinamiento, es a partir de esa fecha cuando debería promoverse una campaña en el mismo sentido que la de 1980, fomento de los destinos nacionales y del consumo de productos españoles.
Después de haber perdido la campaña de Semana Santa, que en el caso de Granada capital y Sierra Nevada suele ser la más fructífera para el sector hostelero, y desconfiando de que el final de la cuarentena en otros países del mundo signifique automáticamente el regreso de los turistas extranjeros, deberemos ser los propios españoles los que volvamos a poner en marcha el motor del turismo. Es de temer que la desconfianza ante un desplazamiento lejano siga pesando todavía varios meses más en el ánimo de los hipotéticos visitantes y tampoco es descartable que se impongan normas tanto en esos países como España que restrinjan la salida/entrada de extranjeros. Animar a los empresarios españoles a mantener el empleo significa dinamizar nosotros mismos, los propios españoles, viajando a destinos cercanos y nacionales. No se puede desconocer -es cierto- que la recesión que se nos viene encima después de este parón empobrecerá los bolsillos de los españoles y que en tales circunstancias el dinero, de por sí temeroso, se refuerza en sus miedos. A unos porque les irá mal, a otros porque aunque mantengan su empleo el inquietante contexto económico y laboral que nos pronostican los volverá temerosos y conservadores, ante un escenario que puede empeorar.
En aquel 1980, al cierre de ese año el déficit comercial rozó el billón de pesetas. Principalmente, porque el continuo aumento de los precios del petróleo encareció la importación de combustibles un 33 por ciento en un año. Aunque la peseta en línea de depreciación con respecto al dólar favorecía las exportaciones, el incremento de las importaciones fue superior al de las ventas de productos españoles en el exterior. En consecuencia, se hacía urgente el establecimiento de medidas que frenasen la salida de la peseta. Unas pesetas que ya no existen ni, por tanto, la posibilidad de la devaluación de la que solían echar mano los gobiernos de la época. Pero el 'tsunami' que nos ha arrollado dibuja un escenario de devastación superior al de aquellos años de crisis.
En una economía como la española, tan dependiente del sector servicios, cuya dependencia de factores exógenos e incontrolables se traduce en fragilidad, como se ha demostrado una vez más con esta crisis, es el momento de paliar entre nosotros los efectos de tan brutal caída. Veraneando en euros quienes se lo puedan permitir, pero gastándolos en España.