La vida en los dos únicos pueblos de Granada que tienen menos de 200 habitantes

Entre Juviles y Lobras no suman ni 300 vecinos empadronados y para satisfacer algunos servicios básicos tienen que ir a Cádiar

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Municipio de Juviles | Foto: Archivo
Miguel López Rivera
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En un rincón situado en pleno corazón de la Alpujarra convergen los límites de Juviles y Lobras. La coincidencia no rebasaría la mera categoría de anécdota si no fuera porque se trata de los dos municipios con menos habitantes de Granada. El tercero y el cuarto, Cástaras y Carataunas, también se encuentra en esta comarca. En demografía las casualidades no existen. El problema de la despoblación se agrava en el interior de la provincia, que se desangra sin que nadie pueda o sepa poner remedio o encontrar solución, y donde rutinas tan del día a día como ir al supermercado o sacar dinero en el banco se convierten en un viaje en coche al pueblo más cercano que disponga de estos servicios.

Según la revisión anual de los datos del padrón, Juviles y Lobras son los dos únicos municipios de Granada que cuentan con menos de 200 habitantes. Ninguno de los dos llega a los 150. La entidad juvileña tiene 146 y la lobreña, 149. Al menos han crecido en doce y catorce habitantes, respectivamente, respecto al año anterior.

Los alcaldes y alcaldesas de estos municipios son alcaldes y todo lo demás. Tienen trabajo aparte como cualquier otro ciudadano y, a diferencia del munícipe de una gran entidad o ciudad, su número de teléfono figura en la agenda de cualquier vecino. Que se funde una bombilla, ahí que está el alcalde. No están presentes en Fitur, pero trabajan con denuedo para evitar lo que cada vez parece inevitable, que el fenómeno de la despoblación termine vaciando su municipio.

"Yo soy la referencia del pueblo. No hay filtro, a mí la gente me llama para todo. Y de hecho no soy el alcalde, soy Toni", explica a GranadaDigital Antonio Martín, quien cuenta que todos sus vecinos tienen su teléfono pero no de ahora, sino de siempre porque ha vivido allí toda la vida. Ahora, en cambio, se ha tenido que mudar por motivos de trabajo. "Por suerte, cuento con una serie de personas que solucionan los problemas cuando me llaman y estoy fuera", relata. El procedimiento es sencillo y siempre igual: "A mí me avisan y yo tengo una serie de gente que trabaja en el Ayuntamiento como el responsable de Mantenimiento que se encargan de dar respuesta. Automáticamente aviso a esta persona y se intenta solucionar el contratiempo lo antes posible. Hoy en día está todo automatizado y lo que tengo que firmar o revisar lo puedo hacer también a distancia".

Es así como Antonio va solventando los devenires del día a día, al tiempo que marca "las guías de cómo quiero que mi pueblo funcione, si quiero que se invierta en agua o en un centro de día, por ejemplo". "La idea es dar soluciones a cada uno de una manera cercana porque en un pueblo no hay política. En Lobras salieron dos partidos, pero al final estamos todos en el equipo de Gobierno. Les dije a mis compañeros que no quería a una persona que me hiciera oposición, sino a gente unida trabajando por el municipio", reitera.

El problema de la despoblación

Más allá de cuestiones puntuales, el gran reto de la despoblación es el caballo de batalla en el que todos los municipios pequeños cabalgan. Cada uno con sus particularidades. En Juviles, por ejemplo, su alcaldesa, Lourdes Molina, atribuye a las figuras de protección ambiental del espacio natural y patrimonial de Sierra Nevada ciertos problemas para atraer habitantes. "Nos vamos manteniendo, pero tenemos muchas restricciones por estar situados en pleno parque natural y por la declaración de Bien de Interés Cultural y de Sitio Histórico", afirma Lourdes, quien reconoce que "es una cosa que venga gente". "Ha habido gente que quería hacer cosas y no ha podido por ser sitio histórico. En ese aspecto estamos muy atados los alcaldes. El Parque Natural de Sierra Nevada sólo afecta a la parte alta, de la carretera hacia arriba, por lo que lo único que puede evitar es que se construya algún chalé. El BIC sí representa un problema mayor porque alcanza al casco urbano", apostilla.

Pese a sí tener centro de salud, la regidora de Juviles también insiste en la necesidad de incorporar algunos servicios "como el de dentista o fisioterapeuta o podólogo", lo que obliga a algunos vecinos a viajar en coche unos veinte minutos hasta Cádiar cada vez que requieren atención en alguno de estos ámbitos. "El tema de los bancos –añade Lourdes– sí está más abandonado. Cajero automático tenemos, pero se rompe y se queda sin dinero". Y el turismo rural tampoco es "el fuerte" del municipio, que vive fundamentalmente "de la agricultura y el secadero de jamones".

Antonio Martín define la despoblación como "un problema muy grande". Por eso ha puesto en marcha ya un proyecto para ganar población con familias con niños que quieran aprovechar los beneficios de vivir en un entorno más apartado como este: "En breve queremos organizar unas jornadas para hablar con gente que esté interesada para saber qué necesita del Ayuntamiento para irse a vivir". "No hay gente porque no hay servicios y no hay servicios porque no hay gente. Sin ir más lejos, una de mis concejalas se tuvo que ir a Granada con tres críos porque no encontraba trabajo aquí. Ya hemos conseguido que una familia se mude a Tímar –localidad dependiente del Ayuntamiento de Lobras–".

Y es que Antonio confirma que en Lobras no hay ni siquiera "un supermercado pequeño", por lo que el Ayuntamiento ha decidido habilitar un furgón que lleva cada día a los vecinos a hacer la compra a Cádiar. "El cole está a cinco kilómetros. Centro de salud sí tenemos, pero solo pasan un día o dos a la semana. Contamos con un bar que únicamente funciona los fines de semana", comenta.

La rutina de estas localidades está muy marcada por las ausencias de los servicios citados. La paradoja de esta falta por la carencia de población se hace todavía mayor cuando se piensa en el encarecimiento de la vivienda y otros problemas que sufren los residentes de la capital y el Área Metropolitana. El concepto de la 'España vaciada' se acuñó hace mucho en importantes tribunas, pero esos oradores deben aprender más de la lucha de personas como Antonio Martín y Lourdes Molina.