Vídeonoticia: La odisea de un paratriatleta granadino
Durante una prueba mundial disputada en Londres, Moisés Osuna y su guía tuvieron un grave accidente, pero no fueron correctamente atendidos, y tuvieron que esperar a la finalización del resto de pruebas para ser evacuados.
Moisés es un paratriatleta sevillano que reside en nuestra provincia, con un 73% de discapacidad visual, y entregado en cuerpo y alma al deporte, y desde hace tres años, está adscrito a la FETRI (Federación Española de Triatlón). El pasado 13 de septiembre, Moisés y su guía, Jesús Gabaldón, se encontraban en Londres para disputar el Campeonato del Mundo de Paratriatlón, que da derecho a una plaza en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro; un viaje y una prueba que tuvieron que costearse ellos mismos, todo sea por el deporte y por una oportunidad tan grande. Sin embargo, eso no fue lo único que puso en alerta a los dos deportistas. Ya desde el principio, tanto Moisés como su guía habían detectado irregularidades en la organización y las instalaciones del evento. La comunicación era mínima, y el box de carrera resultó ser "tercermundista" -según sus propias palabras. Y ahí -justamente- comenzó la pesadilla.
Tal y como ellos explican, se encontraba en un barrizal, y ello provocó que Moisés sufriera la primera de sus fatídicas caídas, golpeándose fuertemente en su hombro izquierdo. Aún así, y a pesar de que el dolor era intenso, decidió dejarlo a un lado, y montarse en la bici con su guía, para afrontar la parte de la prueba que era la especialidad de ambos, e intentar recortar tiempo a sus rivales. Pero su odisea no había hecho más que comenzar, y una temeraria maniobra de la pareja francesa provocó un grave accidente en el que Moisés y Jesús acabaron en el asfalto de Hyde Park, y que desencadenó -a partir de ahí- una pesadilla tan surrealista como vergonzosa en una prueba de tal importancia y magnitud.
Moisés pasó casi dos horas tendido en el asfalto, bajo la lluvia, con el hombro luxado, y viendo pasar corredores a pocos centímetros de él. Todo ello, mientras la organización de la carrera decidía ignorar su situación, y le contestaba con una negativa a su evacuación hasta que no finalizaran todas las pruebas. Cuando al fin fue trasladado al hospital, con un ritmo cardíaco muy preocupante y períodos de desmayo que se alternaban con su estado consciente, fueron curadas sus heridas, pero su sorpresa fue mayúscula al saber que tenía que abandonar el hospital, ya que nadie de la organización o su federación se había dignado a presentarse y explicar a los médicos su situación. Completamente desnudo, a excepción de una bata que su compañero pudo conseguir en el hospital, Moisés y su guía emprendieron el viaje de vuelta al hotel, donde además se les informó, no sólo de que debían recoger su equipo ellos mismos, sino de que debían averiguarse por su cuenta la forma de volver a casa.
A día de hoy, todavía nadie de la organización o la federación se ha puesto en contacto con ellos para conocer su estado, o -al menos- para dar una explicación de cómo todo lo que podía fallar aquel día, falló, en una concatenación flagrante y continua de negligencias. Moisés y Jesús se encuentran indignados, dolidos e impotentes, y no entienden el abandono sufrido, ni los graves fallos de actuación y protocolo de accidentes. Moisés ha puesto el tema en manos de su abogado, y espera que se depuren responsabilidades, pero -sobre todo- que nadie tenga que volver a pasar por su desagradable situación.