Del Viejo Malasaña a la Nueva Filomena
Ayer, sábado 2 de septiembre, volvía a Madrid. Ya saben; el verano se acaba y los inmigrantes volvemos al agujero del donut. Sonaba en la radio una entrevista a una Malasañera castiza. Es decir, a una mujer que lleva toda su vida viviendo en uno de los barrios, si no el que más, emblemáticos de la capital. Disculpen que no recuerde el nombre de la interpelada. Nunca he sido bueno con los apelativos. Un hándicap importante para los que somos entrenadores de fútbol. Suelo pasar el primer mes de la temporada llamando “Delantero” a Pepito y “Portero” a Fulanito. El caso es que la llamaré Manuela, puesto que no hay nombre que combine mejor con Malasaña.
Decía Manuela que la llegada de personas de todos los rincones de España a Madrid era un drama para la gente de barrio. En primer lugar, y ahí no le voy a quitar la razón, por las subidas de precios de los inmuebles y de la vida en general. En segundo lugar, decía nuestra amiga Manuela que esta llegada provoca la instalación de comercios y edificios nuevos. Y entonces se pierde la belleza, al menos según ella, de lo antiguo.
He de reconocer que me tiene un poco hasta las narices esta añoranza de lo castizo. Parece que el calificativo de bello lo otorga la antigüedad, y no el aspecto. Lo que me lleva a preguntarme: ¿las “horteradas modernas” de ahora serán el “patrimonio castizo” que defenderemos frente a nuestros nietos?
Que me perdonen los defensores acérrimos de este patrimonio. Pero es que muchas veces tengo la sensación de que con esto se está más en el postureo que en la verdadera admiración. Todo el mundo quiere preservar lo antiguo, pero nadie hace nada por conservarlo.
Pongo un ejemplo. Ayer por la tarde, ya instalado en Madrid, fui con mi padre al teatro. Sí, ese espectáculo “castizo” que ha sido en buena parte fagocitado por el cine (y este a su vez por los Netflixes de turno). Fui con un bono con el que por 40 euros puedes ir a 12 funciones. Básicamente porque si no ponen este tipo de ofertas, no van ni los padres de los artistas. Luego desaparecerán los teatros y nos echaremos toda España a la calle a protestar…
A todo esto, fui a ver una obra teatral de las modernas. Vamos, tampoco es que me molestara en leer la ficha técnica. Pero entenderéis que una obra titulada “Filomena”, que trata sobre una tormenta de nieve en Madrid, muy castiza no es… Y es aquí donde viene mi confesión, a riesgo de ser objeto de escarnio público. Me pareció mucho más interesante que otras obras de las antiguas, genuinas. Recuerdo por ejemplo la de “La importancia de llamarse Ernesto”, la cual sinceramente me pareció un tostón.
No se preocupen, ya ha sido castigado por los astros por este sacrilegio. Más bien por los meteorólogos, que se han sacado de la manga para hoy la tormenta del siglo sobre Madrid. Una Filomena 2.0, pero sin nieve. Si son asiduos de la red, lo habrán visto en X (lo que algunos románticos castizos seguirán llamando Twitter), con todos los memes que se han publicado sobre la alarma del servicio de protección civil.
Para los que no estén residiendo en Madrid, que seguramente sean muchos y no sepan de qué estoy hablando, lo que ha pasado es que a los que estamos en la capital nos ha llegado un mensajito al móvil alertando de fuertes lluvias, quizás incluso inundaciones. Bueno, más que un mensaje, una alerta de bomba, porque a mí casi me da un patatús cuando mi móvil se ha puesto a pitar como si estuviéramos sufriendo un ataque nuclear.
Además de esta alerta de bomba, se ha decidido suspender el partido entre el Atlético de Madrid y el Sevilla que se iba a disputar en el Cívitas Metropolitano. Por eso estoy aquí y no en el estadio. Escribiendo este artículo y observando cómo, efectivamente, NO llueve. Y está feo que diga esto, pero espero que al final acabe cayendo al menos la semimundial, porque si no me voy a acordar de todos los meteorólogos durante una temporada.
Por tanto, de momento la Nueva Filomena se ha quedado en una alerta espantosa en el móvil y un partidazo cancelado. El Viejo Malasaña, por su parte, se ha quedado en un barrio colonizado, irreconocible y, por supuesto, feo, feísimo. Al menos según mi amiga Manuela, la amante de lo castizo. Yo la verdad es que no siento nostalgia. Solo lloraría si desaparecieran los callos con tortilla de La Daniela, que no es otra amiga cuyo nombre no recuerdo, sino uno de los más emblemáticos y a la vez exquisitos restaurantes de Madrid.
Me doy cuenta de que en este artículo he divagado bastante. Quizás más de la cuenta. Ya saben, licencias modernas. Espero que no me lo tengan en cuenta. Lo que tengo claro es que la Nueva Malasaña es un barrio de lo más chulo, que mientras no rompa a llover (y sigue sin hacerlo) la Nueva Filomena es un mito como el de que el mundo se acababa en 2012… Y que las ciudades modernas también molan. ¿Qué haría yo en Madrid si no? A pesar del invento este nuevo de las alertas en el móvil…