Y de nuevo Mr. Hyde
El Granada careció de fútbol y de coraje; el Athletic olió la sangre y no tuvo piedad. El equipo de Lucas Alcaraz volvió a mostrar su peor versión en un partido ciertamente condicionado por las ausencias nazaríes, pero demasiado pobre, en todo caso, por parte de los visitantes, que salieron despistados y terminaron escaldados ante un rival inmisericorde, que fue certero en el arranque y vivió con placidez la última hora y cuarto.
Más allá del resultado, lo peor fue la imagen, que, en ocasiones rozó la indolencia, y que recordó al equipo que perdió en Cornellá y en Almería y que tuvo como castigo el exilio semanal en La Manga. Los granadinistas adolecieron de concentración y de contundencia y fueron mansos cuando la pelota rondó el área rival. Además, esa circunstancia se dio en menos ocasiones de lo que hubiera sido deseable para los intereses del conjunto rojiblanco horizontal.
Aduriz fue el verdugo, pero el Granada se ganó la condena. En el primer gol, el delantero vasco destrozó en el salto a Coeff. El francés, que se reivindicó en Mestalla, tuvo lunares en casi todas las facetas en San Mamés y prácticamente se apartó para ver como el ex del Valencia dirigía a las mallas su poderoso testarazo. Al joven futbolista rojiblanco le pesó el partido y no estuvo a la altura.
El segundo gol fue una genialidad, pero merece dos observaciones. La primera apunta a la ausencia total de reacción de los nazaríes tras el primer tanto. El Athletic no solo no sufrió, sino que acaparó la bola sin oposición y, aunque no generó opciones claras, gobernó el encuentro con placidez. La segunda se refiere a la pasividad de la zaga a la hora de tapar un disparo que, si bien fue brillante, pudo ser repelido, o al menos obstaculizado por la defensa.
En realidad, el partido se acabó ahí. Las consecuencias derivadas de la acción de Mainz sobre Aduriz provocaron que el resultado fuese más amplio, pero ya con el dos a cero el encuentro fue propiedad del Athletic. El Granada no tuvo ni ocasiones ni ideas; no llegó ni a través de fútbol ni a base de empuje. Riki se alzó como el hombre más incisivo, pero su aportación provocó más inquietud que temblores en el rival.
MAL DÍA PARA LOS MENOS HABITUALES
Las bajas permitieron que varios de los menos habituales se situaran bajo los focos por un día. Varios de ellos, probablemente, hubiesen preferido mantenerse en la penumbra. Pereira no tuvo fortuna como sustituto de Piti. El francés pasó desapercibido y no aportó nada diferente. Fue un jugador gris, en línea con la actuación colectiva.
Por su parte, Fatau se estrenó con un regalo a Mikel Rico que le costó la tarjeta. Ni él ni Alcaraz no sabían aún, pero esa cartulina iba a ser clave veinte minutos después, cuando el técnico se vio obligado a escoger a quien sacrificar. El ghanés dejó su sitio a Foulquier, que estuvo perdido como extremo y que se mareó persiguiendo a Muniain como lateral.
Todos ellos, junto a Coeff pusieron en valor las figuras de Piti, Fran Rico y Murillo, que se salvaron de la quema por incomparecencia y cuya presencia se antoja más importante aún tras un partido en el que el Granada volvió a sacar a su Mr. Hyde particular.